Cuidar las instituciones
Citando a varios autores, pero también aportando su propia letra, Alejandro Jofré advierte que "hay que cuidar las instituciones para evitar, que por dinero, terror o estupidez, se le termine entregando el poder a un autocráta". La cuarentena como herramienta autoritaria.
Una de las cosas más importantes que nos ha enseñado la pandemia es que algunas cosas o costumbres que pensábamos normales, permanentes y establecidas, no son tal.
Creímos que algunas cosas comunes como tomar un café, caminar libremente, o ir a trabajar eran parte de nuestro inalienable plexo de derechos adquiridos. Pero luego de un virus y dos decretos de necesidad y urgencia descubrimos que no teníamos nada, ni siquiera a "Rosebud". Habíamos perdido todo casi sin darnos cuenta.
Hoy damos por sentado también que vivimos en un sistema democrático, con tres poderes que se controlan, y que ejercen sus funciones en pro de los fines sociales establecidos en la Constitución Nacional.
Por eso es fundamental entender que hay un límite. No se puede desgastar a las instituciones con críticas genéricas a la existencia misma de esos poderes, ya que éstas son fundamentales para sostener la democracia y evitar que algún trasnochado quiera imponernos su punto de vista, el gusto por Spinetta, o cualquier otra cosa que se le ocurra imponernos.
Chesterton decía que la democracia no era la mejor forma de gobierno pero seguramente era la mejor forma que habíamos podido lograr hasta este momento para gobernarnos, y si bien algunos son detractores de este sistema de gobierno, el menú que hay en la vidriera son mucho peores.
Ocurrió en Roma donde bastó que un líder despótico y carismático como César Augusto simulara que las instituciones republicanas estaban vivas, para instaurar una monarquía de cuño autocrático cómo fue el reinado de los césares.
Para eso no se valió de algún golpe ni de ningún acto violento sino básicamente simular que las instituciones republicanas estaban vigentes, y en apoyarse en senadores y miembros de la asamblea de los populares para generar una sensación de democracia. El status quo de la República se mantuvo hasta la muerte de Rómulo Augustulo, pero desde el 23 a.c. era solo forma republicana.
Indro Montenelli, dice que Cesar Augusto, como buen bribón, devolvió varias veces el poder al senado, acto simulado astutamente para embaucar a los romanos con la idea de que no pretendía ningún poder para si, pero sin dejar de actuar, sobre la base de su inmensa fortuna, tendiendo las redes necesarias para tener bajo su control a miembros del Senado y de la asamblea, que votaron sucesivamente la entrega del poder absoluto sobre el cual se inició el Imperio.
Les dio a los romanos una correa, que voluntariamente, se pusieron sin chistar, eligiendo darle los títulos de ilustre, padre fundador, y príncipe salvador de los terrores que padecían los romanos. Tanto miedo había dejado la anarquía, que preferían un amo, a cualquier tipo de solución republicana.
Las instituciones democráticas son fundamentales para no concederle a una persona el poder absoluto, y la calidad de nuestros representantes es importantísima, sino veamos cómo Jar Jar Binks, el personaje conceptualmente más estúpido de la saga de Star War, termina mocionando la entrega del poder (poderes de emergencia) al Lord Sith, Darth Sidious.
Otra vez, el miedo de una guerra perdidosa provoca que se le entregue el poder absoluto a un individuo (o grupo de individuos).
Entonces, hay que cuidar las instituciones para evitar, que por dinero, terror o estupidez, se le termine entregando el poder a un autocráta.
Hoy en día, entre el terror que nos genera el virus, la bancarrota del país, y la crítica absoluta a las instituciones democráticas, y no a las personas que los integran y no están a la altura de sus cargos, se deja abierta la puerta para que venga Él (o La) Salvador, pagando cualquier precio para sacarnos de esta miseria. Hay que tener cuidado con quienes pretenden salvarnos a decretos y filminas.
El error es que no se crítica a tal o cual senador, sino al Congreso, no se crítica a tal o cual juez o magistrado, sino a la Justicia.
Estás críticas, genéricas a los poderes que sostienen el esquema republicano, y evitan que un líder tome la vida, el honor o las fortunas de los argentinos, facilitan el acceso del sujeto salvador que a la postre siempre termina siendo una autocracia.
Puede estar mal que un Juez haga o decida erradamente, pero de ninguna manera está mal el poder judicial, no todos los jueces liberan violadores, no todos los jueces liberan corruptos, no todos los jueces son vagos, la realidad es que hay pocos jueces malos, pero lamentablemente hacen más ruido que los que trabajan en serio.
Podemos tener legisladores vagos, ignorantes, o ideologizado hasta la idiotez, pero es fundamental tener un Congreso que sesione y le ponga límites al Ejecutivo.
Mientras discutimos la utilidad del Congreso o del Poder Judicial, Alberto Fernández le concede a Alberto Fernández la facultad de diseñar el presupuesto, competencia exclusiva del Congreso, facultad que en todo caso debe delegar el Congreso, no robársela el propio Poder Ejecutivo.
Insisto, el trabajo de un representante en particular puede no gustarnos, pero la única forma de seguir teniendo libertad es que sigan existiendo jueces independientes del poder central, legisladores que controlen al poder central y representantes que defiendan los intereses de los representados.
Hace unos días, por Twitter, Andrés Hatum (@ahatum) un polémico y prestigioso escritor y columnista de Management hizo una encuesta en la que preguntaba ¿Quiénes te generaban menos confianza? En la grilla se encontraban "Los Curas" (8%), "Los Jueces" (14%), "Los Políticos", (43%) y "Los sindicalistas" (34%), (2888 votantes).
La encuesta representa en cierta forma el malestar social sobre la representación, es caldo de cultivo para el ascenso de cualquier líder carismático que logre cristalizar los enojos (que son varios) en nuestra actual sociedad, e imponernos cualquier cosa.
Hay que cuidar las instituciones que son fundamentales para bloquear a cualquier líder o grupo de individuos que en forma directa o solapada tengan como objetivo hacerse del poder absoluto del País. Hay que seguir criticando a los que integran esas instituciones pero no tienen la altura para sobrellevar el mandato social, pero al hacerlo, debemos sostener día a día la legitimidad de estos poderes y no darlos por sentados, porque como dije al comienzo, nada es perenne, y depende de nuestra capacidad en sostener los valores e instituciones democráticas para que no tengamos mañana un líder que quiera imponernos cualquier tipo de aberración, desde Spinetta hasta el Power Point.
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