Los creyentes siguen perdiendo

El abogado y referente antiabusos en la Iglesia Carlos Lombardi se refiere en este artículo a la nota "Quién gana y quién pierde en el Vaticano tras la muerte de Benedicto XVI".

Carlos Lombardi

Varias son las aristas que ha dejado para el análisis la nota publicada en Memo, titulada Quién gana y quién pierde en el Vaticano con la muerte de Benedicto XVI.

El "Quién gana y quién pierde" refiere a las dinámicas grupales del armatoste anticristiano llamado Vaticano, enclave territorial dentro de la Ciudad de Roma, cuyo antecedente primigenio fue un acto fraudulento. Pero no sólo a aquellas dinámicas, sino también alguna referencia al papel del papa argentino. Peleas de autócratas con sotanas que conforman una oligarquía teocrática sexista (todos varones), clerical (todos curas) y envejecida (mayoría de ancianos), según el teólogo Juan José Tamayo.

En esa oligarquía clerical las dinámicas grupales son las propias de cualquier grupo humano sediento de poder, donde las divisiones también son fomentadas por el conservadurismo/progresismo, aunque éste término sea poco apropiado para la ideología clerical anclada en el pasado.

1. La grieta en la religión católica

En nuestro país es por todos conocido la expresión "la grieta" para significar la división social que existe entre kirchneristas y antikirchneristas, pudiendo extenderse a cualquier grupo o colectivo de personas.

En el caso de la religión católica, la grieta está regulada normativamente a través de cánones que dividen el estamento clerical del resto de los integrantes de ese colectivo religioso, es decir, el laicado.

Dicho de otro modo, existe en el sistema jurídico católico un estatuto jurídico propio para curas, uno para laicos y otro en común. Nada nuevo en cuanto a divisiones internas y discriminación de personas, lo que demuestra el fenomenal atraso en esa variante del cristianismo.

Ahora bien, lo que refleja la nota de Memo que comentamos son las divisiones en materia de pensamiento, o de concepciones que tiene el clero, típicas de adversarios políticos.

Norberto Bobbio sostuvo en una obra famosa que, en todas las disciplinas humanas existen (y se piensa) por díadas, es decir, por categorías de análisis duales, antagonistas o complementarias. La más conocida, cuyo título encabeza esa obra, es derecha e izquierda. Pero el autor menciona muchas otras en distintos campos como la sociología, el derecho, la economía, o la filosofía. Y también en el campo religioso.

Entre las díadas en las religiones, menciona: Cielo/infierno, luz/tinieblas, orden/caos, Dios/demonio; los benditos de Dios, sentados a su derecha, los malditos a su izquierda, sagrado/profano.

La religión católica romana, concebida por el estamento clerical, usurpador del cristianismo originario, practica esta división no sólo en su pensamiento, sino también en la gestión de sus líderes. Basta con observar cómo se comportan, sea ejerciendo una falsa caridad, enviando rosarios de regalo a militantes políticos encarcelados por delitos comunes, o fomentando campañas políticas en contra de leyes laicas. La existencia de díadas en el catolicismo demuestra que lejos está de ser un factor de unión y que, como regla general, intoxica todo lo que toca (Hitchens).

2. El papa emérito y su "conversión" al conservadurismo

El ala conservadora del catolicismo siempre se identificó con Ratzinger, por su ortodoxia y dureza al perseguir disidentes cuando gestionó la inquisición moderna llamada Congregación para la Doctrina de la Fe, eufemismo institucional para disfrazar todo un aparato de censura que aún hoy sigue vigente.

Pero el difunto no siempre fue conservador. Quien dio cuenta de su apertura fue el que lo convocó para que fuera uno de los formadores en la Universidad de Tubinga (Alemania). Hablamos del teólogo Hans Küng, censurado por el Vaticano por cuestionar puntos neurálgicos de la doctrina clerical. En sus memorias, relata el pensamiento renovador de Ratzinger y su "conversión" al conservadurismo, sosteniendo: "Más importante es para mí que nuestras ideas coincidan en el sentido del Vaticano II: lograr la renovación de la teología y de la Iglesia y el entendimiento ecuménico" (Cf. Libertad conquistada).

Esa apertura de Ratzinger, tiempo después, fue enterrada cuando ocupó un cargo en la estructura inquisitorial vaticana, como lo sostuvo Küng: "Una y otra vez es objeto de especulaciones cómo un teólogo tan dotado, amable y abierto como Joseph Ratzinger pudo dar ese cambio: de teólogo progresista en Tubinga a Gran Inquisidor en Roma".

3. La inquisición de Ratzinger

Fue el teólogo español mencionado quien manifestó el elevado número de teólogos y teólogas censuradas durante el pontificado de Juan Pablo II, sobre todo a partir del momento en que el cardenal Joseph Ratzinger asumió la presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en noviembre de 1981 (LOS TEOLOGOS CENSURADOS, http://redescristianas.net/los-teologos-censurados/ ).

Y no sólo eso. Ratzinger firmó la INSTRUCCIÓN DONUM VERITATIS, SOBRE LA VOCACIÓN ECLESIAL DEL TEÓLOGO, en cuyo número 36 puede leerse: "La libertad del acto de fe no justifica el derecho al disenso. Ella, en realidad, de ningún modo significa libertad en relación con la verdad, sino la libre autodeterminación de la persona en conformidad con su obligación moral de acoger la verdad" [...] "Por consiguiente, no se puede apelar a los derechos humanos para oponerse a las intervenciones del Magisterio" (https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19900524_theologian-vocation_sp.html ).

Como podrá advertirse, el papa emérito no era muy devoto de la vigencia de los derechos humanos al interior de la institución religiosa, en lo que a libertad de expresión e investigación se refiere.

El pasado inquisitorial y autoritario del clérigo no lo deja en la mejor posición. El aparato propagandístico montado por sus apologistas, no logra tapar el daño que ocasionó a cientos de personas, laicos o religiosos.

4. Los abusos sexuales

Si la cuestión de los derechos humanos en general fue (y sigue siendo) el talón de Aquiles de Ratzinger y su iglesia, ni qué hablar del flagelo de los abusos sexuales que lo tuvo como actor principal en su gestión en Doctrina de la Fe, organismo con facultades de superintendencia a nivel mundial.

Acá se cae otra máscara, por la sencilla razón que Ratzinger conoció los miles de casos de abusos denunciados durante su mandato y antes que él.

Aquí aparecen los 150 mil casos de Canadá; los 4 mil de Australia; los 35 mil de Irlanda; los de Holanda (entre 10 y 20 mil), los 330 mil de Francia, los 3 mil de Alemania, los 1 mil en Pennsylvania, EE.UU., los 1 mil de Bélgica, todos documentados en un sistema de encubrimiento institucional que se mantiene, contrario al derecho internacional de los derechos humanos, a pesar del barniz de transparencia que Ratzinger (también Bergoglio) pretendió darle.

Fue el propio Ratzinger quien culpó del flagelo de los abusos a la revolución sexual de 1968 (Abusos en la Iglesia católica: ¿qué pasó en mayo del 68 y por qué el papa emérito Benedicto XVI lo culpa de los casos de pederastia?, https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-47903486 ), en un breve documento que causa vergüenza ajena.

5. El pedido de "santo súbito" del rebaño

Sostuvo el secretario personal del papa emérito: "Personalmente, no tengo dudas sobre su santidad, sin embargo, conociendo bien la sensibilidad que me ha expresado Benedicto XVI, no me permitiré dar ningún paso para acelerar el proceso canónico".

Ya se mencionaron dos indicadores de peso (censura y abusos), que alcanzarían para derribar cualquier intento de santificación de Ratzinger, aunque no sería de extrañar que la clerecía sea capaz de realizar maniobras y tomar los vericuetos procedimentales más estrafalarios para llevarla a cabo. El antecedente más cercano fue la eliminación del "Promotor general de la fe", vulgarmente llamado abogado del diablo por el rol de opositor que cumplía en materia de procesos de canonización. Esta reforma fue llevada a cabo por Juan Pablo II, primer beneficiario de ella, quien con la excusa de "simplificar" el trámite, eliminó de un plumazo aquella función.

Se suma a aquellos obstáculos la orden de destruir los "folios privados" de Benedicto, toda una garantía de transparencia y santidad.

6. El papa argento no progresista

Finalmente, la nota que comentamos alude a la figura del Bergoglio progre, frente al Ratzinger conservador, que contenía a los sectores dogmáticos y ortodoxos en lo doctrinal.

La cuestión a destacar acá es que el papa argentino nunca fue progresista. Él mismo sostuvo que es un "hijo de la iglesia" y, como tal, nunca sacó los pies del plato eclesiástico.

Como bien dice la nota, aspectos conservadoras pudieron observarse en el debate sobre el matrimonio igualitario ("no se trata de una simple cuestión política sino de la pretensión de destruir el plan de Dios", atribuida a "una 'movida' del Padre de la Mentira"), lo mismo en materia de aborto.

Agreguemos cuando fingió apertura con el colectivo gay ("¿quién soy yo para juzgarlos?"), pero mantuvo todos los juicios discriminatorios en el catecismo; con el sacerdocio femenino ("El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión..."); o cuando impulsó una campaña contra el artista plástico León Ferrari ("Hoy me dirijo a ustedes muy dolido por la blasfemia que es perpetrada en el Centro Cultural Recoleta con motivo de una exposición plástica").

Sí manifestó cierta apertura en materia de teoría de la evolución, pero atada a la creación ("las teorías científicas no son incompatibles con la existencia de un creador sino que, al contrario, "la requiere").

Tal vez la "audacia" de Bergoglio pase por iniciar procesos de reforma en la institución, algo que espanta a cualquier conservador. Sin embargo, esos procesos son efímeros por cuanto su piedra angular es la eliminación lisa y llana del modelo monárquico-sacerdotal- anticristiano y la vuelta a los pilares del cristianismo-laico-originario.

Los efectos del fallecimiento del papa emérito, puertas adentro, dependerán de sus apologistas conservadores y la fuerza que le impriman a sus reclamos, no siempre efectuados a cara descubierta y en concordancia con lo que su propia biblia dispone en Lucas 8:17: "Pues no hay nada oculto que no haya de ser manifiesto, ni secreto que no haya de ser conocido y salga a la luz".

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