El 2001 de Evo Morales
La más masiva de las marchas no elige gobiernos, sino que eso se hace en las urnas. Aparece en Latinoamérica la dicotomía del "si es contra mí es golpe; si es contra vos, revolución". De todos modos, lo de Bolivia sí configura un golpe de Estado. Las razones y el contexto. Para leer, compartir y opinar.
Sí, se configura como golpe, pero...
Lo sucedido en Bolivia sí constituye un golpe de Estado, desde el momento en que la oposición actuó como horda y no dentro de los canales del sistema, aunque tenía razón en reclamar por el fraude y por la porfía de presentarse a un cuarto período por parte de Evo Morales, a pesar de haber perdido el plebiscito. Al Palacio del Quemado, sede del Gobierno, ingresó un grupo liderado por un tal Luis Fernando Camacho con una Biblia y una bandera boliviana, sin que lo haya votado un solo boliviano para estar allí. Además, las Fuerzas Armadas excedieron su rol al pedirle la renuncia al presidente del Estado, aun cuando Morales ya había maniobrado favorablemente al pedir nuevas elecciones tras el informe de la OEA que dejó en claro que hubo fraude. Y un punto más: se emitió una orden de detención contra el mandatario renunciante sin aval de medida judicial alguna, solo por orden del Jefe de Policía. Así lo admitió el coronel ("con 29 años de servicio", según declaró luego a la prensa) que concurrió al aeropuerto a detener a Morales y luego pidió disculpas, al darse cuenta de que no podía hacerlo solo porque su jefe lo deseara así.
Todo lo que es cierto
- Es cierto que también la Central Obrera Boliviana le había reclamado la dimisión, pero ésta es una organización gremial y la otra, una fuerza que debe disciplinarse ante el mando civil.
- También es cierto que el gobierno de Evo Morales había forzado su cuarto mandato, pero lo cortés no debe quitar lo valiente: la oposición, a pesar de tener razones de peso para reclamar y oponerse, no controló a las hordas, que hasta actuaron en contra de los gobernantes y sus familias.
- Y un dato extra: es cierto que las Fuerzas Armadas y la Policía desobedecieron al Presidente. Antes de actuar irresponsablemente pidiéndole la renuncia, se negaron a reprimir a los manifestantes que le reclamaban eso, que se fuera, en función de haberse corroborado que las elecciones estuvieron amañadas.
La ley vale, según la cara del cliente
Cierta costumbre política latinoamericana da cuenta de que "si es contra mí, es contra el pueblo; si es contra el otro, es revolución". Bajo ese apotegma, "está bien que expulsen al otro; está mal que nos echen a nosotros". Es la vieja (y falsa) dicotomía de aceptar como "pueblo" o "popular" al sector que lo apoya y como todo lo contrario (el "antipueblo", la "antipatria") al que tiene ideas, formatos, procedimientos diferentes. Asimismo, hay otra costumbre: montarse sobre lo que llaman despectivamente "el sistema democrático liberal republicano europeista" para acceder al poder y reclamar derechos, pero denostarlo una vez en el poder. Casos de muestra sobran.
De la Rúa / Duhalde
En tal sentido, el acoso al impopular Fernando de la Rúa, con el reclamo de la dirigencia de la oposición de "urgente renuncia" formulada en todos los medios, con la violencia enseñorada por las calles del país, es una analogía, aunque no un caso gemelo.
De la Rúa le ofreció al Partido Justicialista una serie de alternativas para preservar el orden institucional. Las rechazó una por una. Inclusive, la novedosa fórmula del cogobierno, asignándoles el Jefe de Gabinete y medio equipo de gestión para dar vuelta la realidad adversa imperante.
Fue la senadora nacional por Santa Cruz, Cristina Kirchner, quien consideró que "el pueblo le revocó el mandato al Presidente" Fernando de la Rúa, otorgándole a las hordas manifestantes más poder que el que otorgan las urnas. Le exigió la renuncia bajo amenaza de más gente en las calles. El presidente que lo sucedió -más allá de la "locademia presidencial" previa- fue Eduardo Duhalde, justamente quien había perdido en el juego limpio electoral frente a Fernando de la Rúa.
En perspectiva: Bolivia, Evo y el desencadenante
Lo sucedido en Bolivia tiene diversas miradas posibles y para poder hacerlo con cierta rigurosidad -dado que la neutralidad no existe- podemos tomar el corto, mediano o largo plazo.
- En el corto plazo, tenemos a un presidente que fue parte de unas elecciones que la OEA consideró amañadas, tras ser requerida su intervención por la oposición y en las que de un momento a otro se trabó el escrutinio que daba la posibilidad de una segunda ronda electoral a Evo Morales contra Carlos Mesa y que, de repente, se frenó para proclamar como vencedor al mandatario de origen aymara en primera vuelta, sin más. Luego, está la capacidad de maniobra del gobierno deslegitimado por el fraude corroborado: denunciar un día (el sábado) que estaba siendo sometido a un golpe de Estado y llamar a nuevas elecciones (el domingo a las 7 de la mañana), para luego renunciar por la tarde.
- En el mediano plazo, tenemos a un Evo Morales exitoso en lo económico forzando su acceso a un cuarto mandato, aun haciendo caso omiso al rechazo que la sociedad le dio en las urnas. Allí empezó a amañarse todo el proceso desde lo político, pero en un contexto de empeoramiento de las condiciones macroeconómicas que ya no le permitían desenvolverse como en los 13 años anteriores, con holgura financiera.
- En el largo plazo, la gestión de Morales superó a otra catástrofe democrática, como fueron las marchas que los sectores indígenas, liderados por el entonces líder de los cocaleros del Chapare, Evo, lograron la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Losada, a fuerza de disparos (aun perceptibles en los muros de La Paz), su huida al exterior y la asunción del vicepresidente, el escritor, periodista y cineasta Carlos Diego de Mesa Gisbert, Carlos Mesa, ahora en las antípodas del gobierno de Morales y precandidato presidencial reclamante ante los organismos internacionales. La "guerra del gas" liderada por evo Morales fue una tragedia que cambió la historia de Bolivia:
Minorías iluminadas vs democracia
Bolivia vive la complejidad de los momentos finales de quienes se aferran a la continuidad en el poder sin haber sido sinceros al pretender -pero no instituir- que querían estar para siempre en el gobierno.
Es cierto que las sociedades no toleran los autoritarismos, pero ninguno de ellos, con la cara que adquieran en cualquier lugar. A veces, el totalitarismo triunfa, pero lo hace cruelmente, como es el caso de Venezuela, de la que ya han huido unos 6 millones de personas.
¿Es el modelo a seguir? Pero hay más preguntas: ¿siguen élites que se creen iluminadas que quienes no los quieren están equivocados y, por ello, hay que aplastarlos, sin derecho a opinar, votar ni manifestarse?
Las normas establecidas están para ser respetadas por los actores políticas. Obviamente que las minorías disconformes harán todo lo posible por saltearlas y hasta sabotearlas. por eso son minorías. Pero no pueden decretarse como "pueblo" o "mayorías" per se. Ese mismo sistema, que debe ser cambiante y representativo, contenedor de la voluntad de los sectores más amplios, indica que es por las urnas: ni con los uniformes, ni con marchas en las calles. Mucho menos, sembrando destrucción y terror.