Venezuela se juega la dignidad democrática y a Maduro podría importarle muy poco
Expectativa, pero también temores por lo que pueda suceder con las elecciones este domingo, en la opinión del director de Memo, Gabriel Conte, que cubrió elecciones en 2011 en Caracas y fue veedor internacional en 2015.
La elección parlamentaria de Venezuela de 2015 fue la que catapultó al régimen chavista de Nicolás Maduro a consolidarse como dictadura, porque perdió y no lo aceptó. Este domingo, más allá de las consignas, los venezolanos se juegan lo que les queda de dignidad democrática, porque tienen la posibilidad de elegir entre la eternización del régimen o un gobierno de distinto signo, escogiendo entre los 10 candidatos a la presidencia, lista en la que se destaca Edmundo González Urrutia, que lleva la bandera de la proscripta María Corina Machado.
Volviendo 9 años hacia atrás, hay que señalar que se vivió en cada rincón de Venezuela una fiesta efímera: en medio de los condicionamientos, persecuciones, tropelías, fraude y mil mañas del gobierno, se impuso con fuerza la oposición para controlar el parlamento.
Al autor de esta columna le tocó la tarea de ser veedor de esos comicios en el estado Falcón, lugar arrasado económica y socialmente, con empresas destruidas y la educación sometida a las ocurrencias de gente sin ninguna otra intención -comprobada- que asaltar el poder para surtirse de los bienes ajenos. Votaron muertos, se rompieron máquinas electrónicas de sufragio, se paralizaron escuelas completas, se amedrentó con patotas a los votantes: todo se comprobó en la observación internacional.
Maduro bloqueó un vuelo de expresidentes que iban como observadores
Así y todo, aquel 2015 se produjo un gran triunfo. Las calles se llenaron de manifestaciones de alegría y se pensó -como ahora- que se iniciaba un período de transición, en el que el chavismo, ya sin su líder, Hugo Chávez, empezaría a negociar su retirada o bien, a comprender que, a pesar de que millones de venezolanos se fueron del país y no votaron, los que quedaban tampoco los querían, mayoritariamente.
La reacción totalitaria no se hizo esperar. En una tertulia televisiva, Nicolás Maduro y su gente anunciaron que eliminaban el parlamento, la Asamblea, para constituir una convención constituyente que fue hecha a su medida.
No hay derrota que les valga. Allí está la historia.
Ahora, se sueña desde el mundo republicano y democrático con que un triunfo opositor los acorralará y obligará si no a irse, a encontrar formas de alternarse en el ejercicio del poder, tal como le sugiriera Luiz Inácio Da Silva, Lula, la semana pasada: "El que gana se queda, el que no, entrega el mando".
Sin embargo, una serie de hechos llevan a sospechar que nada ha cambiado y que, sin bien la oposición, en su propia desorganización, cree en el milagro del diálogo, en Venezuela no parece haber lugar más que para las supersticiones del chavismo: impidió el voto de venezolanos en el exterior, cerró las fronteras para que nadie vuelva para votar, bloqueó el espacio aéreo para las delegaciones que no le cuadraban como afines con la idea de que no haya veedores internacionales que le discutan su palabra y abrió un canal para que sí hayan voces de quienes le cantan loas a una dictadura a la que, como es propia, le llaman "revolución".
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Venezuela aplicó el mismo sistema que está inmerso en la "doctrina de la seguridad nacional", en donde el enemigo es interno. Hizo lo mismo que Jorge Rafael Videla, pero las víctimas de la dictadura argentina, como si portaran el Síndrome de Estocolmo, lo adoran. Y allí está el comunicado de apoyo de Madres de Plaza de Mayo y de muchos dirigentes sindicales del peronismo que sí fueron aceptados como "observadores" por el régimen de Maduro, tanto como el ex presidente del Gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero.
Este domingo Venezuela concitará la atención del mundo democrático y no solo eso: también del mundo que aprecia otras formas de imposición de las decisiones, ya que no hay que olvidar que entre los socios de Maduro y el chavismo se inscriben la Rusia de Vadimir Putin, Irán, Hezbollah y gran parte del fundamentalismo internacional.
Venezuela vota y no es lo mismo para nadie en el mundo que gane uno u otro.