Dónde probar la cocina con métodos ancestrales, en una experiencia inmersiva en el paisaje
Probamos las especialidades de Los Tilos Altamira, en La Consulta, San Carlos y te la contamos aquí, aunque resulta indescriptible si no se vive el contexto.
Hay un lugar en donde se puede comer sentado dentro de una postal única en el mundo, con viñedos y la cordillera nevada, y disfrutar platos cocinados con métodos ancestrales aborígenes, que le dan a los productos -surgidos de huertos propios y a la vista- sabores que ya no se consiguen en la selva urbana.
Eso ocurre en Los Tilos Altamira, un restaurante ubicado en La Consulta, en el departamento de San Carlos, a donde se puede concurrir solo los mediodías y en el que según sus curadores, Gerardo Mercado y su esposa Graciana, "cada uno puede pedir comer lo que tenga ganas de comer". Y se lo preparan.
Sin embargo, en la experiencia doblemente inmersiva de Memo -tanto en el paisaje del Valle de Uco, único, como en la gastronómica que permite viajar en el tiempo- elegimos los fuegos.
La familia Mercado trabaja muchísimo todo el tiempo para tener todo a punto: fiambres con algunos bastante exóticos, quesos, encurtidos (todo casero), sumado a los postres de la pastelería familiar con epicentro en la cafetería Peperina, y las carnes, para lo cual poseen la infantería a punto: todo tipo de hornos, como el típico de barro, uno vertical y hasta un pozo para preparar curanto (incluyendo uno solar que tarda 8 horas en dejar a punto un buen trozo de algún animal cuya trazabilidad es posible revisar también).
Tienen vinos de elaboración propia y es posible que arranquen del suelo las ensaladas cuando te la van a preparar.
Poseen algo de "hippies": todo es ambientalmente equilibrado "y lo que todavía no, está en proceso", aseguran en una de sus diarias y repetidas recorridas como guías de su espacio a quien los visita. Por ejemplo, tratan sus aguas grises con un proceso ecológico que le permite reutilizarlas para regar la quinta.
¿Qué probamos? Arrancamos con una bienvenida con un licor casero y sopaipillas con jamón crudo, luego vino una gran picada, una degustación en escala de los vinos en la bodeguita, y ya en la mesa, llegaron los encurtidos, un pastel de carne monumental -con huevo y aceitunas, como dice la ley- y el plato principal fueron carnes al barro. Como a la masa, pero el cerdo y la entraña fueron cocidas envueltas en barro, acompañadas por papas y zapallo: inexplicable, otro sabor, producto de una técnica muy poco difundida y heredada de los aborígenes de la zona, con los ajustes hechos por las cuatro generaciones de gastronómicos de la familia Mercado.
No va a faltar de qué charlar con los propietarios, tal vez café o licor mediante. Ya lo verán. Las oportunidades extra que vienen son el 9 de julio y el 20, el Día del Amigo. El resto: cada mediodía de martes a domingo, reservando con tiempo (con clic aquí).
Cómo llegar
El lugar y la comida