El negocio del vino, ¿puede ofrecer mucho más a Mendoza?

Mendoza tiene que discutir sin condicionantes el futuro del vino en un mundo (y una Argentina) que lo está desconsiderando. Los datos que obligan a poner las barbas en remojo, en esta nota de Hernán Bitar.

Hernán Bitar

Lejos de las selfies con imponentes viñedos de fondo, o el glamour exhibido en redes sociales de una degustación exclusiva en la zona de Gualtallary, existe un debate entre los principales referentes del sector vitivinícola, sobre el rumbo del negocio del vino y si realmente puede ser un motor para el crecimiento económico de Mendoza durante los próximos años.

Sabido es que el cambio de gobierno a nivel nacional, con una orientación económica liberal y aperturista, supone la vuelta al mundo con productos de calidad y consumidores cada vez más exigentes.

Lo que ocurre es que, el vino argentino, ya goza de ese prestigio y se encuentra posicionado hace no menos de 20 años, en vidrieras y góndolas de distintos países del mundo, como Estados Unidos, Reino Unido y China, por nombrar algunos ejemplos y pese a la inestabilidad macroeconómica del país.


Estadísticas breves

De acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) y de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), se observa que las exportaciones de la industria vitivinícola se encuentran estancadas en el orden de los 800 millones de dólares al año, durante la última década.

Además, los datos del INV señalan que, en 2023, se registró una disminución del 27% en la cantidad de litros totales de vino vendidos al exterior, pasando de los 247,3 millones de litros exportados en 2022, a 180,5 millones del año pasado.

Mendoza entonces debe mirar el futuro de la actividad con atención ya que concentra en su territorio el 72% de las bodegas que existen en el país y el 80% de la producción total de vino.

Otro mito fácil de derribar es el que se repite año a año en épocas de Vendimia, sin demasiada rigurosidad por las estadísticas, es la idea de que la vitivinicultura es "la actividad económica madre de Mendoza".

Según los últimos datos disponibles de la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas (DEIE) referidos al Producto Bruto Geográfico de Mendoza, se desprende que, el sector agropecuario del cual forma parte la industria vitivinícola ocupó el sexto puesto en el ránking de actividades económicas.

Así las cosas, el sector, apenas sumó el 6% al Producto Bruto Geográfico de Mendoza, quedando por detrás de actividades como el Comercio, restaurantes y hoteles que suman el 24% del PBG; Servicios Comunales 20%, Establecimientos financieros 16%, Industria Manufactura 14%; Transporte y Comunicaciones 11%.

"Menor consumo de vino, pero de mayor calidad"

Otro dato importante para entender por qué la industria vitivinícola carece de potencial de crecimiento, se explica desde los hábitos de consumo y cómo fueron cambiando en la Argentina y en el mundo.

Por caso, en Argentina y siempre según el INV, el consumo de vino per cápita alcanzó los 91,8 litros por año por habitante en 1970 (mayor valor histórico) para luego comenzar un sendero decreciente, hasta alcanzar los 19 litros por año por habitante, al cierre del último año.

Salvo excepciones como Portugal, donde el consumo per cápita ronda los 67,5 litros por año, en el resto de los países productores se ha observado una tendencia a un consumo de productos premium o de "alta gama". Calidad sobre cantidad.

En conversación con Memo el encargado de exportaciones de una importantísima bodega mendocina explicó que "existe en el mundo una tendencia de consumo responsable. Esto es, consumir bebidas alcohólicas de menor graduación y mejor calidad".

"Durante la pandemia hubo un pico de consumo de vino y mejoró la demanda en países como Estados Unidos y el Reino Unido, pero luego volvió a moderarse para alcanzar valores estándar".

"Se ha impuesto la idea del consumo consciente, apuntando a los más jóvenes. Predomina el consumo de bebidas ready to drink (listas para beber) que no sólo tienen menor graduación alcohólica, sino un proceso de elaboración más sustentable, con envases más amigables con el medio ambiente y de consumo rápido", añadió.

"El Malbec es el producto por excelencia de Mendoza. El potencial de crecimiento pasa por ser especialistas en ese varietal y aprovechar el prestigio ganado en Estados Unidos y el Reino Unido durante los últimos 20 años. Hay que apuntar a los países nórdicos también, por su alto poder adquisitivo. No es que Argentina haga todo mal. El vino se ha convertido en un producto de nicho, sin tanto consumo masivo como gozan otras bebidas como la cerveza o gaseosas".

Por todo lo mencionado, es que Mendoza merece un debate profundo sobre su matriz productiva. Derribar mitos y orientar esfuerzos a conseguir mejores resultados, será una de las claves para el crecimiento económico que tanto Mendoza como el país necesitan.

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