Argentina no es cara en dólares, es cara en impuestos
Los empresarios se quejan de un atraso del tipo de cambio y también de las altas tasas impositivas y ambos factores están relacionados. Escribe Rodolfo Cavagnaro.
Esta semana se desarrolló el tradicional Coloquio de IDEA en Mar del Plata y en él los empresarios dejaron sentir su sensación de que el dólar está atrasado y esto les impide desarrollar mejores negocios. Incluso, dijeron, era necesario salir del cepo para el mercado fije el precio de la divisa.
El ministro Luis Caputo, por su parte, planteó que el éxito de su programa era el ancla fiscal, es decir, el superávit que ya lleva siete meses consecutivos y es lo que da previsibilidad. Dijo que no hay atraso cambiario y que saldrán del cepo en el momento adecuado y sin estridencias, pero no planteó fechas sino objetivos, que era los que había formulado el presidente Javier Milei, con un objetivo inflacionario de 2,5% mensual.
En general, el sector empresario sigue pensando con los modelos de los últimos años y aún no terminan de creer o no han llegado a comprender los nuevos tiempos que se avecinan. Hay que entender que en Argentina tendremos el dólar en estos niveles por mucho tiempo, incluso cuando se libere el cepo. Hasta hoy, el dólar blue, que cotiza en un mercado libre, está casi al mismo valor de comienzos de año y, aunque algún día sube algo, no se puede sostener. La falta de pesos hace de las suyas y esto nos van mostrando un camino posible.
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El día que esto ocurra, es probable que haya unas semanas de expectativas y que algunos especuladores intenten subir el precio, pero tendrán poco recorrido por varias razones. La primera es la falta de pesos. Desde que el Banco Central no emite más pesos, la cantidad de moneda argentina se ha ido diluyendo con la inflación y día a día se va tornando un activo muy escaso y cada vez más demandado, mientras dólares sobran.
La segunda razón es que, al liberarse el mercado, los exportadores venderán sus dólares directamente en el mercado donde no intervendrá el Estado. Al mismo mercado concurrirán los importadores a buscar divisas para pagar sus compras, pero en el mismo venderán sus dólares los inversores que ingresen capitales. Finalmente, la ecuación dirá que habrá sobreoferta de dólares y que será difícil, no solo que aumente, sino que pueda mantenerse en este nivel sin bajar más.
Con este panorama solo falta que aparezca la reglamentación del Banco Central para generar un mercado de libre competencia de monedas, aunque en principio sería bimonetario, es decir, de pesos y dólares. La autoridad monetaria deberá reglamentar los mecanismos para que las entidades financieras abran cuentas en dólares o en otras monedas a sus clientes. Por otra parte, para que el sistema funcione debería levantarse el cepo. Al principio costará que las personas se acostumbren a pagar transacciones con dólares y también será un desafío. Sería imposible tener todos los billetes, pero sería posible hacer transacciones electrónicas.
No se puede negar que el valor del dólar oficial ha quedado un poco atrasado contra la inflación y el crecimiento de costos internos como el de los servicios. Pero si se devaluara para compensar, automáticamente todo aumentaría y neutralizaría esa ventaja transitoria. No obstante, entendiendo las dificultades, no es razonable que el Gobierno comience a abrir la economía porque los productos importados entran con ventajas respecto de los nacionales, y eso produce una crisis de competitividad mucho más seria. Esto le pasó a Mauricio Macri y generó una gran recesión y quiebra de muchas empresas, pequeñas y medianas.
El problema de los costos
No obstante, hay que reconocer que para las empresas se hace difícil porque los costos internos son muy elevados. Y cuando uno repara en el componente de estos costos, se encuentra que casi el 50% de los mismos son impuestos, ya sean nacionales, provinciales o municipales. Y también es donde aparece la parte más compleja porque implica tener que bajar impuestos en todos lados y achicar gastos y eliminar ineficiencias (o actos de corrupción) en todas las jurisdicciones. Este es el componente principal del "costo argentino".
En los últimos años se fue generando una maraña de regulaciones que se financiaban con tasas, contribuciones e impuestos. Todo sirvió, además, para sobrepoblar las plantas de empleados en estos sectores, la mayoría de los cuales ingresaron por compromisos políticos. En muchos casos se producen efectos cascada, por acumulación de impuestos y se ha generado una rueda compleja para desarmar.
Un caso típico es el de los costos de personal de las empresas. Las compañías toman toda su nómina salarial, le suman los impuestos que gravan la nómina y lo integran a sus costos y, sobre eso, calculan un margen de utilidad y termina fijando el precio de venta. Sobre ese precio de venta el gobierno nacional cobra el 21% de IVA y las provincias le agregan Ingresos Brutos, con una tasa de entre 3 y 7 % según las provincias que se multiplica con efecto cascada en cada paso o cambio de mano y cuando la empresa vende en varias jurisdicciones, es atacado en varias jurisdicciones.
La conclusión es que el costo laboral se ve afectado no solo por sus impuestos directos sino también por los que indirectamente aplica el Gobierno. Si se permitiera pagar IVA e Ingresos Brutos excluyendo el costo laboral, los precios serían mucho menores. Lo mismo ocurre con miles de tasas que se cobran en provincias o municipios para sustentar el dragón que tienen y se llama Estado.
Más allá de los ejemplos, está claro que el Gobierno tiene claro que para atraer inversiones hay que bajar los costos impositivos. La mejor demostración fue la sanción del régimen conocido como RIGI, que es un régimen de incentivos que solo alcanza a grandes inversiones, pero que, en síntesis, es una rebaja de varios impuestos que han generado satisfacción en muchos inversores que estarían dispuestos a llegar. La duda es ¿por qué no se hace un sistema similar para medianas y pequeñas empresas, que son grandes empleadores y sufren mucho la presión impositiva por problemas de escala?
Bajar el gasto para bajar el costo
La lógica indicaría que habría que hacer crecer la economía, manteniendo el gasto constante, para ir licuándolo en el tiempo, pero esto no podrá ser aplicado porque el volumen de gasto es tan grande que fue asfixiando la actividad privada y limitando las inversiones para solventar los impuestos necesarios para sufragar esos gastos.
En el estado actual de las estructuras de gobierno y con una economía fundida no queda otro camino que bajar el gasto publico total, es decir, en Nación, provincias y municipios y esto comienza a chocar con intereses políticos. Nuestra clase política hizo una realidad del concepto "gobernar es gastar" y por eso no conciben ni entienden que "gobernar es administrar". Es que llegan llenos de compromisos y a ninguno se le ocurre bajar el gasto o eliminar contratos innecesarios.
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Por otra parte, es bueno tener en cuenta que se debe seguir bajando los gastos, pero en paralelo hay que trabajar sobre ciertos sistemas de imposiciones. Hay algunos servicios que están gravados con IVA y tiene una sobretasa que no se puede tomar como crédito. Del mismo modo, hay municipios que han generado tasas especiales que gravan las ventas de alimentos o la de combustibles, perjudicando, sobre todo, a sus propios vecinos.
El camino no es fácil, pero requiere un compromiso de racionalidad. No se puede esconder el gasto con discursos ideológicos. La austeridad es la demanda social del momento y el político que no se dé cuenta terminará pagándolo con la pérdida de votos. Los planes "platita" salieron muy caros y todos los argentinos lo tienen claro.