Cómo manejaron Yrigoyen y Perón sus finanzas personales
Mariano Otálora es un historiador del dinero, y conoce el detalle de cómo los presidentes y también los próceres manejaron sus finanzas personales. Aquí, su nuevo libro, editado por Sudamericana.
"Guita con historia. La relación con el dinero de Yrigoyen a Perón y otras grandes personalidades del siglo XX" es el nuevo libro de Mariano Otálora, editado por Sudamericana.
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Mariano Otálora (Buenos Aires, 1979) es licenciado en Administración de Empresas con especialización en Planificación Financiera Personal y Mercado de Capitales. Es director ejecutivo de la Escuela Argentina de Finanzas Personales y director periodístico de la revista Cultura Invest y del portal web mundodinero.com.ar. Actualmente se desempeña como conductor de los programas televisivos "¿Qué hacemos con los pesos?" e "Historias que inspiran" (Canal 26) y como colaborador en diferentes medios audiovisuales y gráficos locales e internacionales. Ha publicado los éxitos de venta Cómo pagar menos impuestos sin evadir (2009), Del colchón a la inversión (2011), Inversiones para todos (2012), ¿Qué hacemos con los pesos? (2013), Amor... sos la inversión de mi vida (2014) y Los próceres y el dinero (2017). www.otaloramariano.com.ar @otaloram
Los Uriburu, de Salta a la nación
Los Uriburu fueron una de las familias con mayor peso e influencia en la política argentina en el período que va desde 1880 y hasta por lo menos 1932. Decenas de funcionarios, diputados y senadores, gobernadores provinciales, ministros, jueces y embajadores, hasta dos presidentes de la nación portaron este apellido en aquella etapa.
Con sede en la provincia de Salta, los Uriburu eran en principio grandes comerciantes que fueron diversificándose económicamente a medida que se multiplicaban sus miembros. Dueños de propiedades en la ciudad y de terrenos en zonas rurales, eran también ganaderos, mineros y propietarios de curtiembres y de ingenios azucareros. Pero, sobre todo, y más allá de cualquier otro rubro, los Uriburu se hicieron poderosos por sus extensos vínculos familiares y su posición estratégica en las más diversas funciones del Estado.
El origen de la familia
Cuando el primer Uriburu llegó a Salta, la relación entre España y sus colonias estaba cambiando. Las reformas borbónicas de mediados del siglo XVIII habían reorientado la ruta de la plata altoperuana hacia Buenos Aires, beneficiando a las "provincias arribeñas" (como se llamaba entonces al noroeste argentino). La región pasaba así uno de los ciclos económicos más prósperos desde el inicio de la colonia.
El auge del comercio con mulas, la mayor flexibilidad para introducir mercancías importadas al Alto Perú y el crecimiento sostenido de la producción minera contribuyeron a que comerciantes peninsulares encontraran en Salta una oportunidad de enriquecerse. Tal fue el caso de Joseph, el patriarca de la familia Uriburu.
Joseph era vasco y vino a América buscando suerte: quería ser comerciante u ocupar algún cargo público. Ansiaba fortuna. Si bien tenía al Perú como destino, a mitad del trayecto decidió quedarse en Salta, ya que la dureza del viaje lo hizo desistir de continuar hasta el final. Por entonces, la ciudad se había ganado el apelativo de "La linda", un lugar floreciente y en pleno crecimiento, el segundo centro de comercialización más importante del interior, detrás de Córdoba.
Joseph fue uno de los primeros en comerciar "efectos de Castilla" (como se conocía a la llegada de productos europeos que incluían insumos agrícolas, manufacturas y materias primas que luego se distribuían por todo el territorio) en la plaza local y en algunos lugares del Alto Perú. Aprovechó también el desarrollo del comercio mular para hacer buenos negocios y ganó algo de dinero dando préstamos a los productores.
Así como avanzó en el terreno económico, Joseph tuvo su crecimiento en lo político, cumpliendo diversos cargos en el cabildo local. En aquellos años, los comerciantes peninsulares se habían convertido en uno de los sectores más influyentes de las ciudades de los virreinatos, disputando con los hacendados en importancia.
En este contexto, el matrimonio Uriburu pasó a funcionar como el instrumento principal para unirse a la elite tradicional. Así, los jóvenes españoles llegados como comerciantes se empezaron a casar con las hijas de las familias más ilustres, aquellas provenientes de los primeros conquistadores y antiguos encomenderos.
En definitiva, era un acuerdo que beneficiaba a ambas partes: el prestigio social y los vínculos eran dados por las mujeres, mientras los varones aportaban el dinero y el distintivo de ser españoles, algo muy valorado en aquella época de castas y estamentos.
Siguiendo ese camino, Joseph Uriburu se casó con Manuela Hoyos y Aguirre, descendiente de los primeros pobladores de Salta. Acorde con su posición social, el matrimonio asentó su hogar a menos de cien metros de la plaza principal. En aquella casona colonial tuvieron a sus diez hijos: dos mujeres y ocho varones. Era el inicio de la poderosa dinastía Uriburu.
La política es un asunto de familia
Desde el comienzo de la Independencia la lucha política en varias provincias se transformó en un asunto ligado a la rivalidad entre unas pocas familias poderosas que se disputaban el control del gobierno provincial.
Según señala la historiadora María Fernanda Justiniano, los Uriburu tejieron sus matrimonios como parte de una estrategia para acumular poder económico, social y político: casarse era una herramienta de expansión, una forma de esgrimir alianzas y reclutar nuevos y poderosos miembros.
A diferencia de otros jóvenes peninsulares que llegaron a Salta y que se unían a las familias tradicionales, la descendencia de Joseph no quedó subsumida a otras redes, sino que, al contrario, conformó, nada más y nada menos, que la suya propia.
A una velocidad asombrosa, tan solo en una generación, los Uriburu habían logrado imponer a su clan en el concierto de disputas de la elite local. Tan fuerte era esta identidad, que a fines del siglo XIX se había convertido en una auténtica tradición familiar el casamiento entre primos como medio para mantener tanto el patrimonio material como para preservar el apellido.
La Salta de los Uriburu
Durante el siglo XIX, la historia de Salta estuvo atravesada por la suerte de la familia Uriburu y sus disputas por el control del gobierno. Ya en el proceso de independencia los Uriburu se enfrentaron a la familia Güemes en una rivalidad que duraría décadas. Por entonces, Martín Miguel de Güemes (gran caudillo y gobernador de la provincia) les impuso a los comerciantes como Joseph aportes forzosos para sostener los esfuerzos de la guerra contra los españoles.
Años después, terminada la guerra, y con el fin de acallar su fama de antipatriota y afianzar la alianza contra Güemes, Joseph hizo casar a uno de sus hijos con la hija del famoso general Álvarez de Arenales, compañero de San Martín en la campaña libertadora.
Concretada la Independencia, la antigua ruta comercial que conectaba Buenos Aires con el Alto Perú había quedado desarticulada y la economía provincial en crisis. El decaimiento salteño provocó una particular voracidad por los cargos públicos por parte de la elite, acentuando así las divisiones y la rivalidad entre familias locales. Pertenecer a la burocracia provincial representaba un objetivo de muchos, pero algo nada sencillo: eran puestos muy codiciados precisamente porque aseguraban una renta, prestigio e incluso, en ciertos casos, futuros negocios.
A mediados del siglo, influyentes vecinos de la ciudad denunciaron públicamente a los Uriburu. Los acusaban de haber monopolizado prácticamente toda la función pública "asegurando una renta de $20.000 anuales a hermanos, primos y sobrinos". Los hijos de Joseph habían convertido a su familia en uno de los clanes más poderosos y temidos de su provincia. Seguí leyendo con clic aquí.