Comimos en CHAMA y te contamos la (impresionante) experiencia

Recomendado: el lugar es nuevo, de inversores mendocinos y con una cocina pensada para impactar a turistas extranjeros, pero que pretende conquistar a los amantes de la buena comida de Mendoza. Gran equilibrio en la relación precio calidad.

Equipo Memo

El lugar tiene una ubicación inmejorable: Belgrano y Liniers de la Ciudad de Mendoza. Sabiendo cómo somos los mendocinos, mejor lo referenciamos: enfrente del Consulado de Chile; cruzando las vías del Metrotranvía está el Hotel Diplomatic; a pasitos de Sarmiento, epicentro de muchas actividades que cruzan a locales con turistas.

Se llama CHAMA y nadie podrá olvidar su nombre porque significa "llama" en portugués y, además, porque si pasan de noche por esa esquina, verán su fachada con una particular iluminación que semejan llamas. 


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Entren: el piso da idea de brasas. Y nada es casual, todo está pensado: la multiplicidad de fuegos disponibles es la clave de la cocina que -si hemos sabido apreciar bien al degustar su carta- dará qué hablar, y mucho.

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El lugar busca despertar sensaciones en los visitantes y tiene una sofisticación que no apabulla. ¿Qué queremos decir con esto? De entrada, uno se siente bienvenido. Indudablemente es la instrucción que tiene el personal, bien capacitado y además, predispuesto. Y se dará cuenta que es realmente bien recibido cuando consulte los precios: el difícil equilibro entre calidad y costos, logrado, plenamente. No vamos a comparar aquí con otras opciones, pero hay que hacerlo una vez que se prueben sus platos.

Pero hay detalles que le dan puntaje de acogedor: la vajilla, la disposición de los cubiertos poseen una calidad que no intimida, sino que dispone a la comodidad. ¿Podría decirse que es una de las formas de lo que se ha dado en llamar como "lujo silencioso"? No hay ostentación, sino respeto por el visitante.

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Una cava enamora a poco de dar los primeros pasos y se hace natural meterse a elegir por dónde empezar con un trago. Hay para todos los gustos, muy bien puesta y estratégicamente ubicada, con las temperaturas que harán que el disfrute empiece no bien se produzca el descorche.

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No es para multitudes, pero tampoco busca la ultra exclusividad. Ya verán que se sentirán cómodos.

El equipo directivo de Memo invitó al lugar a un destacado actor social, con la idea de compartir sensaciones. Fuimos tres. ¿Qué comimos? 

Al llegar, además de la bebida, nos ofrecieron una lactonesa con pistacho (muy en boga hoy en todos lados). CHAMA tiene unos hornos únicos en Mendoza y también churrasquera a leña, elementos que combinan para empezar y terminar algunos de sus platos. Y que hacen unos muy buenos panificados con texturas diversas.

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Lo siguiente fue una empanada de carne cortada a cuchillo con una salsa pebre, como una criolla, en versión trasandina, muy particular por sus sabores y que incluyó especias de la montaña. Impecable desde todo punto de vista: cocción, textura, aromas y hasta el plato, adecuado para el producto.

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Probamos seguidamente un tartar de filet y no nos equivocamos. Compartimos uno y fue suficiente (una primera señal percibida es que en CHAMA la delicadeza y lo "gourmet" no son sinónimo de "chiquito").  Le preguntamos al mozo y nos contó que estaba hecho con "filet vacuno, con encurtido de pepinillos, alcaparras, rabanitos, mostaza antigua y coronado con granos de mostaza y miel, acompañado de micromix", todo presentado sobre un hueso hueco y acompañado por tostadas de focaccia, livianas y crocantes. Huntarlo resultó un ritual; probarlo una agradable sorpresa.

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Acto seguido, fue el turno de otras de las entradas que queríamos probar y que asoma como una de las especialidades: pulpo al Josper. En la cocina nos explicaron que los hornos Josper son a brasas y encontramos una nota de "El País" de Madrid que los presentó como "los más codiciados del mundo". La empresa que los fabrica es de origen catalán y debe su nombre a la fusión de otros nombres: los de sus fundadores Josep Armangué y Pere Juli -Josep y Pere: Josper-. El asunto es que le dan una cocción muy particular a los productos, que impide, por ejemplo, que pierdan sus jugos y con ello, conserven todo el sabor.

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Volviendo al pulpo, lo presentan en su punto justo, aun humeante, y llega sobre un colchón de papas salteadas con manteca de verdeo y gremolata, y emulsión de pimentón ahumado y tagarash.

El ambiente, sumado a la presentación, es un show sensorial: comprobado.

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Estábamos trabajando por lo cual decidimos compartir todo, acompañados por un Cabernet Sauvignon de Antigal. Fue suficiente, aunque uno podría detenerse en probar algo más, porque no va a "doler" al bolsillo y, contrariamente, va a producir alegría de haber elegido al lugar.

El plato fuerte que elegimos fue un Tomahawk que llegó con una salsa chimichurri con agregado de especias de las montañas, que le dio un toque particularmente bueno.

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Un detalle más es que a la hora de pasar a la carne, elegís qué cuchillo vas a usar. Es un detalle: elegante, que aporte a la idea multisensorial que buscan sus propietarios para el lugar, pero también te pone en situación, al tener que disponer de la "herramienta" con la cual avanzar con el siguiente plato. Un momento distinto y distintivo, además.

Antes del café compartimos una panacota fenomenal. No quedaron ni las flores que la adornaban...

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Pero hay otras cosas que decir sobre el lugar:

- Además de que es una inversión mendocina, es posible que lo hayan pensado para impactar en el turista extranjero, pero que luego se transformó en una invitación a que se lo apropien los mendocinos. De tal modo, es un gran lugar, con comida de alto nivel, a precios para argentinos y que terminará por hacer que triunfe gracias al "de boca en boca" porque es imposible que alguien salga disconforme.

- Preguntamos "¿qué se come en CHAMA?", buscando una determinación única, y la respuesta fue: "Si querés comer carne, hay buena carne; si preferís la pasta, hay muy buena pasta". Y así vimos en la carta que hay opciones diversas en carne vacuna, pero también de pollo y cerdo, todo cocinado en el célebre y exclusivo Josper. Los niños tienen milanesas con papas fritas o fideos (y este es un datazo para las familias). Y a los "foodies" que todos llevamos dentro, les ofrecen como otras entradas posibles:  provoleta crocante, tabla de quesos,  papas ndinas con salsa Ocopa (que es a base de ají mirasol, maní, hierbas y ricota); tabla de achuras o molleja, chorizo y morcilla con dip de chimichurri fresco; Mollejas doradas y si no simplemente chorizos y morcillas. Como platos fuertes: raviolones de osobuco con salsa de hongos (rellenos de osobuco braseado con salsa crema de hongos); spaghetti negro con salsa de mariscos (con salsa bisque de langostinos y frutos de mar);  paella de mariscos al Josper (arroz bomba, pulpo, mariscos, tempura de pulpo bebe y pimientos asados); trucha (sobre puré de boniato y miel, zanahorias de colores, cherries confitados y brócolis, con salsa crema de salvia y mostaza en grano); pesca blanca (sobre puré de arvejas y menta, acompañado con verduras de estación); tournedo al Malbec y frutos rojos (con vegetales al Josper) y si no un clásico: milanesa de filet.

- El chef es Fernando Popoff.

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