Aunque jueguen con los números, no podrán dibujar el aumento de la pobreza
El Indec dio conocer un IPC que generó algunas dudas. El apriete de los Precios Justos más la recesión y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios contribuyeron a bajar la demanda.
El Gobierno está obsesionado con la idea de dar buenas noticias, de mostrar indicadores positivos. El ministro Sergio Massa vive dando datos de números que después es imposible encontrar. Con la idea fija puesta en cerrar el 2023 con una inflación de 3%, que le podría asegurar ganar las elecciones del año próximo, el ministro recurre a cualquier artimaña para intentar bajar precios.
Todo el apriete que se hizo sobre el sector empresario para lanzar el programa Precios Justos parece haber tenido un primer logro positivo. El índice de precios al consumidor del Indec arrojó un número de 4,9% para el mes de noviembre y sorprendió a todos. Lo que más sorprendió fue que el rubro que menos aumentó fue Alimentos y Bebidas, que es el que más pesa en la construcción del índice.
Se puede decir que, en principio, el cepo sobre los precios comenzó funcionando y es positivo porque baja las expectativas. No obstante, hay otros productos, como la carne, que viene registrando precio con tendencia a la baja por la sequía. Los productores, ante la imposibilidad de alimentar la hacienda, mandan al mercado animales jóvenes, incluidas muchas hembras. Esto implica un problema grave a futuro, porque en cuando se estabilice el proceso, quedará un stock muy reducido y hará que los precios suban muy fuerte durante un tiempo largo.
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De todos modos, siempre es bueno dejar claros los términos en los que esto debe ser visto. La inflación no está bajando. Lo que baja es el ritmo de aumento. Esto significa el proceso está activo y que las herramientas que se han tomado para frenar los aumentos son solo transitorios. Además, otros aspectos que han ayudado es el menor ritmo de la economía y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios.
Hay que despejar las dudas que han vuelto a surgir respecto de que el índice estaría manipulado. En realidad, es una composición de más 30.000 artículos que se miden según la importancia relativa que tiene en la canasta familiar. Lo que sí hay que considerar es que la rebaja es con forcep, es decir, no hay ninguna medida de fondo que lo justifique, sino que obedece a decisiones del gobierno que en forma compulsiva obliga a las empresas a un cierto comportamiento. Pero es solo por 3 meses.
La transitoriedad de estas decisiones se corrobora con la decisión del Banco Central de mantener las tasas de interés actuales que tiene un nivel nominal de 84% anual, pero que tiene como costo total 108% anual. Presionar con la tasa de interés paraliza la economía o le quita dinámica. Parte de esto es frenar la demanda y, de esa manera, evitar que los precios suban. Como se ve, los cepos funcionan por todos lados.
El problema es que no se quiere asumir la raíz del problema. En un reciente informe de Ieral de la Fundación Mediterránea, el economista Gustavo Reyes dejó una interesante reflexión: "La economía argentina no tiene crisis, la macro está bastante bien. Lo que está en crisis es el estado". Es clave entender que el ajuste hay que hacerlo en el Estado para que se puedan bajar impuestos y reactivar la economía, mientras siempre se ajustó a la economía privada, la única que genera riquezas, y se agrandó al Estado.
La mentira tiene patas cortas
Es tradicional que cuando se manipulan algunos números o se les quiere hacer decir cosas distintas a la ellos dicen, más tarde o más temprano, la verdad salta a luz con consecuencias que ya no se pueden cambiar por no haber tomado medidas en tiempo y forma.
Los indicadores que muestran con total veracidad y crueldad la realidad argentina son los de pobreza e indigencia. Estos indicadores son una muestra cabal del fracaso absoluto de las políticas seudo progresistas de los gobiernos populistas de los últimos 50 años. Argentina sorprende porque es el país que más plata dedica a gasto social para combatir la pobreza y lo único que se ha conseguido es aumentar la cantidad de pobres y de indigentes.
Aunque el gobierno dibuje los números de la economía intentando mostrar crecimientos que no hay (viene retrocediendo la economía los últimos dos meses). Pero la realidad los golpea cuando advierten que los únicos trabajos creados son informales y que muchos que tienen trabajo formal está bajo la línea de la pobreza.
Pero, además, hay otras señales que muestran desconfianza del mercado a la hora de financiar al Tesoro. El martes vencían $400.000 millones y se terminaron aceptando ofertas por $710.000 millones, lo que el Gobierno calificó como un éxito. Los mayores aportantes fueron el Banco Central, Compañías de Seguros, Fondos de Inversión y empresas importadoras, que deben haberlo hecho a cambio de recibir dólares para seguir importando.
Lo peligroso de esta operación es que casi el 50% de las ofertas fue por bonos cortos, a 90 días, y con una tasa del 117%. Si el Tesoro convalida estas tasas, es muy difícil que el mercado crea que la inflación del año próximo será del 60%. Si a eso le sumamos el stock de Leliq del Banco Central, que ya supera los 12 billones de pesos, el panorama no es tranquilizador.
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Por otra parte, vale señalar que el gobierno debuta con el vencimiento de un bono en dólares el 10 de enero y a partir de allí tiene vencimientos mensuales por casi 1 billón por mes, que necesitará financiar. El mercado está reacio a prestar cerca de las PASO, mientras ve con preocupación el faltante de dólares que sigue paralizando la economía.
Este panorama, probablemente, nos muestre un deslizamiento cada día más acentuado hacia posiciones en dólares, en los mercados financieros o paralelos. Claramente, con los últimos movimientos, el Gobierno admitió que el dólar oficial está atrasado, por eso inventó dólar soja 1 y 2 como para recaudar, pero el resto de la economía casi está imposibilitada de exportar, a pesar de que el BCRA viene aumentando el ritmo de devaluación a una tasa del 6,5% mensual.
Por ahora podremos tener algunos meses con índices no tan altos, pero la situación poco resiste al feroz ritmo del gasto público mientras que la pobreza e indigencia crece mensualmente como si fuera una ficha de taxi.