El agua, la vid y la vida: reflexiones desde Mendoza en el Día Mundial del Agua
Sin agua no hay vino. Mendoza, y su recurso más preciado en la columna de este sábado de Marcelo Calabria.
Cada 22 de marzo, desde 1993, el mundo celebra el Día Mundial del Agua, una efeméride establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas para concienciar sobre la importancia de este recurso esencial para la vida. En Mendoza, una tierra bendecida por sus viñedos y paisajes únicos, esta conmemoración adquiere un significado especial: el agua no solo sustenta la vida, sino también la economía, forma parte de nuestra cultura y de la identidad de la región.
La vitivinicultura, alma de nuestra provincia, es un recordatorio constante de cómo el agua, un recurso escaso en estas latitudes áridas, puede transformarse en riqueza a través del trabajo, el esfuerzo, la creatividad y el ingenio humano. Nuestros viñedos y sus vinos, conocidos en todo el mundo por su calidad y diversidad, son posibles gracias a un delicado equilibrio entre la naturaleza, representada por nuestros paisajes y nuestros cursos de agua, y el esfuerzo humano. Este equilibrio está en peligro si no cuidamos nuestras fuentes de agua y si perdemos la tradición heredada de nuestros mayores del cuidado de este recurso central para Mendoza.
Recordemos que Mendoza depende del deshielo de la Cordillera de los Andes para abastecer sus ríos y acuíferos, que a su vez alimentan nuestros oasis cultivables a través de un sistema de irrigación milenario: canales y acequias que deben volver a lucir limpios y libres de basura y residuos, como fue siempre. No es novedad que el cambio climático y el aumento de la demanda está poniendo una gran presión sobre este sistema, generando preocupaciones para el futuro de la vida y de nuestros cultivos.
Es por ello que el Día Mundial del Agua no es solo una fecha simbólica, sino un llamado a la acción y un buen momento para poner el valor nuestro principal y más escaso recurso. En Mendoza, cada gota de agua cuenta. Desde los consumidores, los pequeños productores hasta las grandes bodegas, todos tienen un papel que desempeñar en la conservación y el uso eficiente del agua. Este recurso ha sido cuidadosamente gestionado desde tiempos remotos, permitiendo que la región se convierta en un oasis productivo en medio de un entorno árido y desafiante.
El "Bando del Agua" del 25 de octubre de 1815, emitido por el Gobernador Intendente de Cuyo Don José Francisco de San Martín, marcó un hito en la historia de la gestión hídrica en Mendoza. Este decreto estableció normas claras para la distribución y uso del agua, y el empadronamiento de las tierras, asegurando que este recurso vital fuera gestionado de manera equitativa y sostenible. Más de dos siglos después, su legado sigue siendo una inspiración para enfrentar los desafíos actuales.
Hoy, el riego por goteo, los sistemas avanzados de dosificación en los cultivos y los instrumentos de medición son un ejemplo de cómo la innovación puede marcar la diferencia. Los nuevos métodos, aún escasos en comparación con el riego por manta, deben ser adoptados en la provincia con más fuerza, en tanto permiten a los productores optimizar el uso del agua, reduciendo el desperdicio y asegurando que cada planta reciba lo que necesita para prosperar. Así, se conjugan tecnología y tradición en favor de un futuro sostenible.
Pero claro el esfuerzo no debe quedarse solo en los productores. El cuidado del agua es una responsabilidad compartida que involucra a consumidores, gobiernos y la sociedad en general. Las decisiones que tomamos, desde qué vinos compramos hasta cómo usamos el agua en nuestros hogares, tienen un impacto central para asegurar el futuro de la vida y la producción en nuestra querida tierra mendocina. En este contexto, la educación y la concientización son claves. En una de nuestras columnas, hace tiempo, destacábamos cómo muchas bodegas mendocinas han comenzado a incorporar prácticas sostenibles no solo en sus procesos de producción, sino también en sus comunicaciones, invitando a los consumidores a reflexionar sobre el origen de sus vinos y la relación en la producción con el recurso hídrico y el medio ambiente. Cada copa de vino puede ser una oportunidad para hablar del agua que la hizo posible.
Además, iniciativas como la certificación de sustentabilidad para viñedos y bodegas están ganando terreno, impulsando estándares que garantizan un manejo responsable del agua y otros recursos. Estos esfuerzos no solo protegen el medio ambiente, sino que también agregan valor a los vinos mendocinos en los mercados internacionales. Y es que el agua y la vitivinicultura están entrelazadas en un vínculo que va más allá de lo material. Cuidar el agua en Mendoza es cuidar la tradición, el trabajo de generaciones y el futuro de las próximas. El vino que ponemos en nuestras mesas no solo cuenta historias de terroir y barricas, sino también de ríos, glaciares y esfuerzos compartidos.
En este día y cada Día Mundial del Agua es una oportunidad para renovar nuestro compromiso con este recurso vital. En una provincia donde el vino es sinónimo de identidad, tenemos la responsabilidad de liderar con el ejemplo y mostrar al mundo que es posible producir con pasión y respeto por la naturaleza. Brindemos, entonces, por el agua, por la vid y por la vida. Que cada gota que cae en nuestros suelos sea una promesa de futuro y cada copa de vino, un recordatorio de lo que podemos lograr juntos. La próxima vez que disfrutes de una copa de vino mendocino, recuerda el esfuerzo y la dedicación que hay detrás de cada botella. Y también recuerda la importancia del agua para nuestra provincia y para nuestra industria vitivinícola. ¡Salud y a disfrutar Mendoza!