El simulacro de los espejos, de Vicente Battista
Danilo Albero reseña aquí el libro "El simulacro de los espejos", del prolífico autor Vicente Battista (Hugo Benjamín, 2024).
En todo texto, en este caso una novela, la cita al comienzo orienta sobre el probable lugar de la acción, conflicto, tono, atmósfera y da una clave. El fragmento del poema "La Recoleta", elegido por Battista, ofrece todas estas posibilidades. Como en un juego de espejos confrontados, al avanzar sobre la novela las imágenes se enfrentan, invitándonos como Alicia a pasar a través de uno de ellos, por esta razón, a medida que nos adentramos en el relato, se hace necesario un retroceso para ver sutiles mudanzas en los hechos evocados. Y, desde esta perspectiva, Octavio Premisse, protagonista de "El simulacro de los espejos", tiene algo en común con el reportero de la película "El día de la marmota", los dos están atrapados en un bucle temporal donde sucesos y circunstancias se repiten con leves variaciones.
Octavio, por razones no explicitadas, decide ingresar a "El Lugar" como Escogido. Para ello debió renunciar traer dispositivos que le permitan comunicarse con el exterior: celular, netbook o tablet.
En la Ceremonia de Bienvenida conoce a Artemio, Braulio y Carmelo. Le asignan un cuarto que, como todos los otros, no tienen ventanas, la luz, filtrada desde ángulos mudables impide una visión del mundo exterior, y refuerza la pérdida de identidad y temporalidad. Entre las cosas que a Octavio le han permitido traer con su equipaje están las fotos de sus novias, pero, al segundo día advierte que faltan algunas de ellas u objetos personales, que luego le serán devueltos; Artemio lo tranquiliza diciendo: "Ellos tienen derecho a todo, usted se los otorgó". Estas intromisiones en su equipaje marcan el inicio de su inquietud que no lo dejará nunca; un desconocido "Big Brother" lo vigila, sabe todo de él y conoce su intimidad. La sensación se acentúa cuando descubre la existencia de pantallas de televisión, hecho que contradice lo que se le había informado antes de su llegada. Artemio, con su característica calma, responde: "Son pantallas que solo muestran series elegidas por La Administración". También en sus primeras experiencias alimenticias, el gusto no coincide con lo ordenado a los mozos y la respuesta es que no ha puesto suficiente esfuerzo por imaginar el gusto de lo pedido, otro tanto cuando vaya a la biblioteca y pida un libro.
Uno de los aspectos más inquietantes del diseño del lugar es cómo se manipulan tiempo y espacio. La rutina de los habitantes está estructurada con precisión de relojería: horas de comida, actividades, tiempo libre y encuentros están predefinidos, eliminando cualquier posibilidad de improvisación o espontaneidad. Este orden genera una ilusión de aparente estabilidad, también un desconcierto constante; las reglas parecen diseñadas más para confundir que para organizar.
Un toque humorístico en este mundo de absurdos es el reencuentro con el aroma de una colonia inglesa que, años atrás y en su otra existencia, Octavio había percibido en un ascensor y, en un viaje a Londres, pese a visitar distintas perfumerías, no pudo ubicar. Para su sorpresa, Fulvio, un compañero de El Lugar la usa, cuando Octavio le pregunta el nombre, Fulvio debe fijarse en el frasco porque usa varias; nunca dará con la buscada, siempre se equivoca. Así, las circunstancias de Octavio y El Lugar son una suerte de "simulacro de los espejos" de Joseph K. en El proceso de Kafka; los dos protagonistas están sometidos a un juicio absurdo y opresivo de un sistema burocrático incomprensible, impenetrable e ilógico. Esta atmósfera kafkiana se refleja en otro "simulacro de los espejos" ahora con Dino Buzzati; la espera de Octavio hasta el final en El Lugar semeja a la de Giovanni Drogo en la Fortaleza Bastiani; sistemas rígidos donde las reglas y rutinas terminan anulando la individualidad.
Al igual que en A puerta cerrada de Sartre, El Lugar termina siendo identificado como un infierno muy particular, no hay verdugo ni castigos; roles compartidos por los compañeros de Octavio y las situaciones que se van generando. Su único momento de paz e intimidad, cuando se siente libre de vigilancia, lo encontrará hacia el final, cuando tiene un encuentro amoroso con una compañera que, pese a estar absolutamente prohibido, pasa la noche con él.
Hemingway observó que la mayor diferencia entre un cuento y una novela es que el primero no puede tener una segunda parte, como el soneto acaba en la última estrofa y el punto final; en cambio la novela siempre da la posibilidad de continuar en otra, para él "la única manera de terminar una novela es matar al autor". El simulacro de los espejos, maguer ser novela, tiene un cierre que se asemeja a la definición de Hemingway, con un toque de la "teoría del iceberg", queda libre a la interpretación de sus lectores. En las últimas líneas, la luz se empieza a extinguir, y se ilumina la cita que abre la novela que, también es la clave:
"... El espacio y el tiempo son normas suyas, / son instrumentos mágicos del alma, / y cuando ésta se apague, / se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte, / como al cesar la luz / caduca el simulacro de los espejos / que ya la tarde fue apagando..."
El autor del libro. Vicente Battista nació en 1940 en la ciudad de Buenos Aires. Entre 1963 y 1969 integró la redacción de la revista literaria El escarabajo de oro. En 1971, con Gerardo Mario Goloboff, fundó la revista Nuevos Aires. Dos años después se trasladó a España, vivió en Barcelona y Canarias hasta 1984 que retornó a la Argentina. En España trabajó como ghostwriter para la editorial Bruguera y como guionista (la película La familia unida esperando la llegada de Hallewyn fue uno de sus trabajos y obtuvo, en 1973, el Gran Premio en el Festival Internacional de Manheimm, en Alemania). Luego de su regreso a Argentina, escribió en los diarios Clarín y Perfil y fue columnista en el suplemento literario de la Agencia Estatal de Noticias Télam. En 1995, un jurado integrado por Abelardo Castillo, Antonio Dal Masetto, José Pablo Feinmann y Juan Forn, otorgó el Premio Planeta a su novela Sucesos Argentinos (publicada en Francia por Gallimard con el nombre de Le tango de l'homme de paille). Publicó, entre otros libros, Los muertos (1967), premiado por Casa de las Américas, Cuba, y el Fondo Nacional de las Artes, Argentina, y El final de la calle (1992), Primer Premio Municipal de Literatura de la Ciudad de Buenos Aires. Actualmente dirige talleres de escritura.
El autor de esta nota. Danilo Albero (Mendoza, 1947). Es licenciado en letras, narrador y librero. Ha publicado los libros de cuentos: Estación Borges (Beas, 1994) y Al mejor cazador (Sudamericana, 2000); y las novelas: Confesiones de un dandy (Sudamericana, 1997), Jorge Newbery el señor del coraje (Sudamericana, 2003) y Variaciones Turner (Bajo la Luna, 2013) -finalista del concurso La Nación-Sudamericana 2005 con el título El Gran Oriental-. Junto con Beatriz Colombi publicó Los ‘trucs' del perfecto cuentista (Alianza, 1993) -recopilación de artículos periodísticos y de crítica literaria de Horacio Quiroga- que será reeditado en versión corregida y ampliada. Ha traducido del portugués autores brasileños clásicos y contemporáneos, entre otros: Aluzio de Azevedo (El conventillo, Simurg, 1997 y Amazon 2020), Machado de Assis (Ideas del canario y otros cuentos, Losada, 1993; Memorial de Aires, Corregidor, 2001; Don Casmurro, Amazon, 2020) y Rubem Fonseca, y del inglés a ErnestHemingway, George Orwell y Lafcadio Hearn.
Por su actividad como narrador y ensayista ha recibido premios nacionales e internacionales, entre otros: José Toribio Medina (1986), Primer concurso Play Boy de Cuentos en Español (1989), Primer Premio del Concurso Literario de Cuentos, Fundación Manuel Mujica Láinez Ana de Alvear de Mujica Láinez (1991), Fondo Nacional de las Artes (1993), Primer Premio de Narrativa del Concurso Felix Duarte de Santa Cruz de la Palma (España, 1994), Premio Edenor Fundación El Libro de Ensayo (1999), Premio Municipal Ciudad de Buenos Aires (1998) y Premio Especial Eduardo Mallea de la Ciudad de Buenos Aires (2007).
Ha coordinado talleres literarios y dictó el seminario "Poéticas y prácticas del cuento" en la Maestría de Escrituras Creativas, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.
Ha publicado notas en el área de ecología, deportes no convencionales y de alto riesgo, y turismo aventura en las revistas Cuerpos y Mentes en el Deporte, WeekEnd y Supervivencia y Aventura. Ha colaborado en las revistas literarias Maniático textual (reseñas y entrevistas) y Con V de Vian (traducciones); con notas y entrevistas en los suplementos culturales de los diarios Ámbito Financiero, El Cronista, y La Jornada Cultural de México. Desde finales de 2015 al presente publica semanalmente en distintos medios virtuales notas literarias, de arte y ensayos.
Entre 1993-2000 fue miembro de la Comisión Directiva de Cámara Argentina del Libro, donde formó parte de las comisiones de cultura, prensa y comercio exterior. A partir de esa fecha al presente es miembro de la Comisión de Cultura de la Fundación el Libro. Donde ha dictado cursos e integrado jurados literarios.