Cuando en Mendoza a las visitas se les sacaban los piojos

Según los relatos de Gaetano Osculati era costumbre atender muy bien a quienes llegaban del viejo continente, dispensando toda clase de atenciones como regalos, invitaciones a bailes, incluso, lavado de pies y cabeza.

Luciana Sabina

La figura de Gaetano Osculati representa al explorador clásico del siglo XIX, un hombre impulsado por una curiosidad insaciable y un deseo profundo de conocer el mundo. Nacido el 25 de octubre de 1808 en San Giorgio al Lambro, Italia, su vida estuvo marcada por viajes, aventuras y relatos que hoy nos permiten atisbar las costumbres y paisajes de lugares lejanos. Aunque inicialmente se inclinó por la medicina, su vocación real lo llevó a convertirse en Capitán de Marina Mercante y a embarcarse en un sinfín de travesías que lo convertirían en un cronista privilegiado de su tiempo.

A los 23 años, Osculati comenzó su carrera como viajero. Sus primeras exploraciones lo llevaron a Egipto, Arabia y Siria. Más tarde, en abril de 1834, emprendió un viaje trascendental hacia Sudamérica, desembarcando en Montevideo el 25 de junio de ese año. Desde allí, exploró varias provincias argentinas, incluyendo Mendoza, donde dejó fascinantes descripciones de los paisajes y las costumbres locales.

En sus escritos, Mendoza ocupa un lugar destacado por la hospitalidad de sus habitantes:
"Nos alojamos entonces en casa del Sr. Parodi, comerciante genovés radicado allí desde hacía años. Mientras esperábamos la llegada de la caravana recibíamos todos los días invitaciones de parte de las más acaudaladas familias que nos agasajaban como viejos amigos y enviaban todas las mañanas esclavos y sirvientes para tener noticias de nuestra salud. Las damas mendocinas nos enviaban canastas de frutas, confites, ramos de flores e invitaciones a sus bailes; estas atenciones se brindan a todo europeo que pasa por allá, lo que en verdad desde hace mucho tiempo no se practica en nuestro continente. Hicimos también varios paseos a caballo, cacerías y excursiones a los cercanos baños de Borbollón."

En otro relato, Osculati describe una peculiar escena en Las Catitas, donde una familia acaudalada lo atendió con una dedicación sorprendente: el padre le lavó los pies, mientras sus hijas se encargaron de quitarle los piojos. Por otro lado, también observó el impacto de problemas de salud como el bocio, una enfermedad común en esa época: 

"Las mujeres tienen buena estatura pero en su mayoría son deformadas por el bocio, atribuido a las aguas que bajan de los altos montes."

Al continuar su travesía hacia Chile, Osculati contrastó la vida humilde de los pobladores locales:

 "encontramos una mísera casa cuyos moradores estaban cosechando un poco de cebada; se trata de gente muy frugal que se alimenta casi exclusivamente de macheá, especie de polenta hecha de maíz tostado (...) Alrededor de sus tugurios hay a veces pollos y corderos, pero les tienen tanto apego que raramente los venden o comen."

Tras su paso por Sudamérica, Osculati regresó a Europa en un arduo viaje de seis meses desde Chile hasta Cádiz. Sin embargo, su sed de aventuras no terminó ahí. En los años siguientes, exploró Persia, la India, los Estados Unidos, Canadá, el Caribe y el Amazonas. En 1857 emprendió su última gran expedición hacia Egipto, India y China. Finalmente, agotado por años de viajes, se retiró a Italia, donde vivió hasta su muerte el 14 de marzo de 1894.

Gaetano Osculati no solo recorrió el mundo, sino que lo documentó con una mirada curiosa y respetuosa. Sus relatos siguen siendo una ventana única a las culturas, paisajes y formas de vida de un mundo en transformación, del que Mendoza fue parte.

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