Editorial

El debate subyacente en el Senado: volver o no a la censura previa

Una vez más, recostados sobre términos como "democracia" o "derechos humanos", Parrilli (y habrá que ver si en nombre propio o de la mayoría que representa) insiste con limitar la libertad de expresión hasta limites que se creían superados por el paso y el peso de la historia.

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Ante una sociedad que está impávida, acorralada por el miedo que se le mete, en esta etapa de la historia argentina, con el coronavirus, y una actividad de la prensa que no termina de dimensionar lo que se está diciendo en el Congreso, además de unos políticos que se muestran afectados por el Síndrome de Estocolmo, el senador Oscar Parrilli lleva adelante en el Congreso una cruzada en defensa de la censura que no reconoce antecedentes, salvo durante la última dictadura militar.

El telón de fondo de su desproporcionado y descarado planteo, es la reforma judicial y el escenario, las reuniones en las que invitados especiales acercan su opinión a un plenario de comisiones. Y de allí, todos salen discutiendo si reforma sí o reforma no, pero pocos se percatan de que Parrilli está izando una bandera que los argentinos ya habíamos arriado, para siempre, cual es la de un Estado que decidía qué se podía decir y qué no durante los años de plomo con los que tanto se llenan la boca desde sectores políticos y sociales, que ahora parecen estar distraídos y no han dicho una sola palabra ante la aberración del planteo del senador y lugarteniente de la Vicepresidenta Cristina Kirchner. La democracia reconoce casos anteriores, es cierto: fue centralmente durante la vigencia de la Triple A, sin necesidad de entrar a analizar cómo funcionó en la primera mitad del siglo pasado.

Unas veces "en defensa de la Nación", otras citando la necesidad de "proteger al pueblo", la libertad de expresión no es un bien que resulte apreciado particularmente por algunos sectores de la sociedad.

Un nuevo capítulo de la embestida del senador del Frente de Todos sucedió ayer cuando fue refutado por el jurista Andrés Gil Domínguez quien, al exponer en el plenario de comisiones del Senado de la Nación, dijo que resulta "potencialmente negativo" cualquier modificación que se convierta en una "forma de censura previa directa o indirecta".

Parrilli insiste para que se incluya en el proyecto de reforma judicial que envió el Poder Ejecutivo un agregado para facultar a los jueces a denunciar ante el Consejo de la Magistratura la existencia de situaciones que interpreten "presión de poderes mediáticos". "Las manifestaciones del senador Oscar Parrilli de incluir en el proyecto de reforma judicial la facultad de los jueces de denunciar a los ‘poderes mediáticos como ‘grupo de presión' contraviene la tutela deparada por la Constitución y los Instrumentos Internacionales sobre Derechos Humanos a la libertad de pensamiento, expresión e información", subrayó Gil Domínguez, tratando de poner las cosas en su lugar, que es un debate dentro de las normas constitucionales, siempre y cuando no se intente, además, cambiar la Constitución hacia una que abrace condiciones autoritarias de gobierno.

De acuerdo a las crónicas del encuentro en el Senado, el senador (que fuera jefe de la Agencia Federal de Inteligencia, AFI) pidió la palabra para pedir que el constitucionalista aclare si "cree que no ha existido en la Argentina presión mediática sobre los funcionarios, jueces y magistrados".

Gil Domínguez le respondió que, tal como lo indica el artículo 13 del Pacto de San José de Costa Rica, "si en alguna situación se considera que esa libertad de expresión ha afectado determinados derechos de las personas, existen las responsabilidades civiles y penales ulteriores".

No conforme, Parrilli volvió a tomar la palabra y le pidió que indique si consideraba que esas situaciones que mencionó sobre eventuales presiones contra jueces representaban una "actitud democrática, plural que respeta los derechos humanos".

El constitucionalista ratificó su posición y remarcó que "lo que hay que evitar es toda forma que pueda implicar alguna forma de censura previa directa o indirecta".

Una vez más, recostados sobre términos como "democracia" o "derechos humanos", Parrilli (y habrá que ver si en nombre propio o de la mayoría que representa) insiste con limitar la libertad de expresión hasta limites que se creían superados por el paso y el peso de la historia.

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