Opinión

Minería para docentes: Ni deforestación ni pérdida de biodiversidad

El geólogo Eddy Lavandaio desmitifica cuestiones asumidas como verdades pero que no son otra cosa que la repetición de mentiras interesadas.

Eddy Lavandaio
Geólogo. Matrícula COPIG 2774A. Miembro de la Asociación Geológica de Mendoza.

Durante los últimos meses la Dirección General de Escuelas llevó a cabo su segundo curso de capacitación para docentes (profesores y maestros) sobre temas de Geología y Minería, esta vez en forma conjunta con la Dirección de Minería, con el título de "Nuestro Suelo: Maravillas Minerales de Mendoza" y en la modalidad remota.

La participación de docentes fue muy numerosa, superando el millar de asistentes "on line", con lo cual podemos afirmar que existía una real necesidad de tratar estos temas en el ámbito educativo y por ello debemos felicitar a los organizadores por la iniciativa concretada.

El curso culminó con la presentación de un trabajo final a modo de secuencia didáctica o material de difusión elaborado por los participantes, en forma individual o en pequeños grupos.

En esta nota queremos ocuparnos de ciertos conceptos distorsionados o equivocados que hemos visto repetidos en varios de esos trabajos finales al hablar de los impactos ambientales de la minería y que, aparentemente, han sido incorporados como "verdades" en el acervo cultural de los participantes.

Concretamente, al hacer el listado de los impactos ambientales, dieron por sentado que la minería provoca deforestación y pérdida de biodiversidad. Y en algunos casos hasta se agregó la palabra desertificación.

Eso no es cierto.

En primer lugar, la minería metalífera moderna de los últimos treinta años se ha instalado en sitios de la Argentina donde no hay bosques como los hay en otras regiones con diferentes actividades productivas. Por lo tanto, no puede atribuirse a la minería ninguna deforestación.

En segundo lugar, cuando se instala o se construye una mina se hace el mismo trabajo de "limpieza" del terreno que se hace para construir un nuevo barrio en la ciudad, eliminando la flora y la fauna natural de ese terreno, para que quede "limpio". Y los caminos de acceso se abren de la misma forma y con las mismas máquinas que se abren los caminos en cualquier otra parte.

En cualquiera de esos casos la pérdida de biodiversidad es insignificante, sobre todo si se la compara con la necesaria para implantar cultivos exóticos destinados a la alimentación.

Además, debemos destacar que en los campamentos de las minas podemos ver a biólogos o a agrónomos desarrollando viveros con flora natural de la zona para remediar el lugar en el momento de cierre de la mina, reponiendo la flora autóctona removida al comenzar.

Por último y más importante. Hoy se puede comprobar que, en los alrededores de las minas metalíferas se ha incrementado la fauna autóctona a punto tal de que ya se han manifestado algunos ganaderos quejándose, por ejemplo, porque los guanacos se comen el pasto que debería comer su ganado.

Es evidente que muchos docentes mendocinos, en su afán por estar informados y ante la ausencia de estos temas en los programas de educación formal, han estado incorporando datos erróneos o distorsionados proporcionados de manera informal por ciertos "concientizadores" que lo hicieron como parte de una campaña destinada a oponerse al desarrollo de la industria minera.

Por ese motivo es necesario que en los diseños curriculares de los diferentes niveles educativos la Dirección General de Escuelas se incorporen contenidos mínimos relacionados con la composición de la Tierra y con el aprovechamiento racional de sus componentes para beneficio de la humanidad. Así, los maestros y los profesores podrán tener una guía formal para acceder a estos temas, consultando la bibliografía específica y pertinente.

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