Hechos, no palabras

Emiliana Lilloy expone en este artículo las contradicciones entre solo reclaman igualdad y aplican su feminismo ante gobiernos de diferente signo y ante aquellos con los que comparten ideas.

Emiliana Lilloy

Aún resuena en nuestros oídos el discurso inclusivo y hablando de feminismo del ex presidente Alberto Fernández, quien en amplia contradicción con lo que profesaba, nombró sólo a cuatro mujeres en los veintiún ministerios que creó para su gobierno. La renuncia de la ministra de Igualdad Elizabeth Gómez Alcorta -vinculada a las denuncias por abusos cometidos por el gobierno contra mujeres en el sur argentino- y la de la ministra de Seguridad Sabina Frederic -quien fue reemplazada por Aníbal Fernández- terminaron de hacer evidente aquella contradicción entre lo discursivo y los hechos. El gobierno que se proclamaba feminista y en defensa de las mujeres no pondría en valor la capacidad de ellas para gobernar ni respetaría sus derechos por más proclamas que traía.

Con la asunción de Javier Milei, los feminismos partidarios vuelven a la calle y a las redes, y que el feminismo esté vivo es siempre bueno. Ahora se puede criticar al gobierno nacional y atacar el discurso liberal, pero también en los hechos vemos medidas como la de aumentar en un 100% la Asignación Universal por hijo, medida que beneficia fundamentalmente a las mujeres y pretende brindar una contención mayor a las personas más vulnerables y a las familias ante esta crisis.

Así las cosas, pareciera que las mujeres nos encontramos en una guerra en contra o a favor de los discursos, pero en los hechos no obtenemos las respuestas que esperamos de quienes las prometen, o a veces las obtenemos de gobiernos más austeros en el relato pero efectivos en las políticas. Hoy los ministerios nacionales se han reducido a nueve, de los cuales tres son ocupados por mujeres, un porcentaje mucho mayor que el que arrojaba la composición del expresidente feminista. Tenemos una vicepresidenta mujer que ha conquistado a la ciudadanía teniendo hoy una imagen positiva que supera la del propio presidente.

La ministra de Seguridad actual y excandidata a la presidencia Patricia Bullrich, quién es quizás de las figuras más relevantes de este último tiempo, apoyó la ley de IVE y el matrimonio igualitario, a la vez que durante su gestión en el Ministerio de Seguridad llevó a cabo políticas concretas en beneficio de las mujeres, como incorporar uniformes diferentes a los que existían para el personal femenino, reincorporar personal echado y discriminado durante el gobierno anterior por razones de género, políticas contra la violencia y el acoso sexual dentro de las fuerzas de seguridad, entre otras.

Otro dato nos da la designación de la Ministra de Relaciones Exteriores Diana Mondino, quien con una fuerte preparación académica y extensa carrera en el sector privado, le pone cara de mujer a la Argentina frente al mundo, siendo también una de las principales voceras para explicar la gestión a la ciudadanía.

En Mendoza, con un gobierno de coalición, el gobernador electo propuso una fórmula mixta integrada por Hebe Casado, una vicegobernadora mujer que le ganó la pulseada partidaria a Omar De Marchi y a fuerza de trabajo conquistó el asiento mayor en la Legislatura, asiento que sólo ha sido ocupado por una mujer-Laura Montero- en la historia mendocina.

La composición ministerial local también nos habla de un cambio, con Mercedes Rus y Jimena Latorre en los ministerios de Seguridad y Justicia, y Energía y Ambiente respectivamente. Dos ministras fuertes, en lugares altamente técnicos y "duros" no asociados a las mujeres y un superministro - Tadeo García Zalazar- en temas no asociados a los varones como educación, cultura y niñez, éste último con un equipo de alta capacidad y composición femenina.

Hechos, no palabras. Porque si bien nadie puede negar la importancia de lo discursivo, de la construcción cultural de las ideas, tampoco podemos vivir de relatos que no tuvieron ni tienen asidero en la realidad. De lo contrario nos encontramos defendiendo ideas en las que todas coincidimos, pero en la práctica la situación social y económica generada es tan adversa, que los derechos de las mujeres se ven socavados continuamente sin respuesta alguna de quienes los profesan.

El trabajo por conservar los derechos de las mujeres será intenso ante esta crisis económica y social, y los feminismos siempre, no por turnos, tienen que estar activos para continuar el cambio social. Los discursos no sólo se construyen desde los gobiernos sino desde la calle, las redes, desde lo social, y es quizás el discurso liberal - que a veces genera resistencias por considerar que no pone el ojo en desigualdades preexistentes al momento de proponer la libertad- lo que sirva de impulso para seguir visibilizando la problemática y así potenciar la voz de las mujeres, para seguir trabajando por la eliminación de la violencia de género, la conquista del poder y la efectiva igualdad.

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