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¿Para qué dicen que quieren ser diputados y para qué lo serán, en todo caso?

Golpean a la puerta de nuestras casas pidiendo que se les vote. ¿Para qué? Está haciendo falta un cruce de compromisos: de los que quieren ocupar una banca en el Congreso y de los que votamos, muchas "culpables" de los resultados obtenidos, aunque no sea políticamente correcto decirlo. ¿Quién se preocupa realmente por conocer qué hacen los legisladores nacionales, más allá de la propaganda?

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Las candidaturas al Congreso de la Nación se están balanceando entre la subvaloración del cargo y las candidaturas, y la sobrevaloración del puesto electivo al que se aspira. Esto parece contradictorio, pero no es así. Solo basta ver cuántos usan ese cargo para mantenerse en política, y poco más, cuántas veces sesionan, trabajan en las comisiones o cuántas, pueden colar una ley o una idea en debate. Además, ¿cuántos son los que logran cumplir esa especie de compromiso de "defender a Mendoza" que parecen firmar con la mano y borrar con el codo cuando el partido les ordena hacer otra cosa, y lo aceptan con sumisión total?

En muy claras y pocas excepciones algún diputado o diputada nacional ha logrado protagonismo propio en la Cámara baja y con ello, un liderazgo sobre el resto. Sin embargo, se siguen afirmando impúnemente monumentales propósitos que pretenden ejecutar personalmente, cuando la realidad indica que una vez que llegan al Congreso, se transforman en un engranaje más, a veces anónimo para el promedio de la ciudadanía, de lo que sucede allí.

Siempre se sentirá agredido aquel que sí logró trabajar y meter un tema en la agenda nacional, y continuarán en el ostracismo quienes no lograron dar pie con bola al ocupar una banca.

Por eso vale que en esta semana en que se agitará al máximo la presencia de figuras políticas sobre las cuales habrá que optar el 13 de agosto en las Primarias nacionales, preguntar y preguntarse: ¿para qué quieren ser diputados nacionales, realmente? 

Quedará pendiente la posibilidad de que se constituya un verdadero lobby de Mendoza en Buenos Aires, que involucre a todas las fuerzas en torno a objetivos locales, con acuerdos transversales, como lo consiguen los cordobeses y hasta los pampeanos cuando tienen que defender a su provincia.

Y si bien es entendible y hasta aceptable que los candidatos representen a fuerzas de territorialidad nacional, y no a un esquema localista, al menos deberían blanquear que cuando lleguen a sentarse en la banca concedida por el voto pesará más la obediencia a Buenos Aires que el compromiso con Mendoza.

Hemos visto cómo se armaron y desplomaron verdaderos castillos en el aire durante muchos años, debido a que Mendoza no puede actuar por sí sola ante condicionantes que responden a la coyuntura nacional. Con insistencia, cuando se analizan los factores del estancamiento local se lo recuerda. Pero es allí en donde el rol de los legisladores nacionales debiera desenvolver toda su energía como eslabón de acción, reclamo, persuasión, lobby capaces de dar pasos en concretos y no solamente testimoniales en beneficio propio, de tal modo de alimentar una posible próxima candidatura.

No es tan difícil repasar el rol de cada uno de los 10 diputados nacionales, si el votante se lo propone, tanto como indagar en torno a quienes aspiran a suceder a los 5 que terminan sus mandatos. Y es allí en donde radica una responsabilidad que no siempre es ejercida: conocer más, en lugar de levantar el facilista rechazo al voleo como bandera, ya que con ello solo alimentan que todo siga igual de mal.

El ejercicio democrático de 40 años, ¿ha generado una musculatura cívica de modo tal de prestar atención con más interés a quiénes votar y a quiénes no? Hay un rol que quien tiene el poder de apoyar o rechazar con un voto no está ejerciendo y esa responsabilidad/irresponsabilidad tan fuerte como la que se le critica a los partidos políticos desde la simplona actitud antipolítica. Hay culpas en "la gente" de que no funcionen las cosas como debieran. Pero ¿cuántos se animarían a meterse en esa discusión, en un ambiente marcado sino por la demagogia constante, por la pulsión hacia frases "políticamente correctas"?

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