Festeja, festeja, que algo quedará
La diputada radical mendocina María José Sanz analiza desde su punto de vista el resultado electoral del domingo pasado en el país y la actitud de los perdedores, que se mostraron como ganadores.
El kirchnerismo no está disociado de la realidad: por el contrario, la está disputando todo el tiempo. Cuando Alberto, después del mensaje grabado y acartonado del domingo pasado, se subió a la tribuna y le dio rienda suelta al otro Alberto, al que dijo lo que realmente piensa y convocó a un acto para festejar el triunfo, no tuvo ni un acto fallido freudiano ni tampoco cometió un error en la conceptualización de la realidad que lo circunda.
Lo que hay que entender de este episodio del Presidente son tres cosas:
Cambio de expectativas, golpe psicológico y redefinición de las reglas de juego: festejar la derrota significó un relanzamiento encubierto de la gestión fracasada del gobierno nacional. No hay que engañarse con las confusiones inducidas, sino que tenemos que mirar más allá de los dos Albertos del domingo para poder ver con claridad cuál es la realidad de las decisiones políticas que el gobierno está tomando y, sobre todo, las que está obligado a tomar.
¿Por qué decimos esto último? Porque el acuerdo con el FMI implica necesariamente una corrección en el gasto público, en las tarifas de los servicios públicos y en el déficit que es la fuente de la emisión monetaria y su consecuente inflación. Cosa que ya venía haciendo el gobierno hasta la derrota de la PASO. El "plan platita" fue una corrección política en términos de populismo de esa aplicación tan técnicamente correcta de la economía que venía haciendo Martín Guzmán. El gobierno está haciendo mucho circo porque ya no tiene pan. Las cuentas públicas están estiradas al máximo.
Si tuviéramos que hacer un comparativo histórico, probablemente debiéramos recordar aquella frase de Perón que decía: "miente, miente, que algo quedará". Hoy, uno de los Albertos dice: "festejo, festejo, que algo quedará". Desde la oposición tenemos en claro que: el resultado fue tan contundente como el tamaño de la crisis económica que vivimos y la miseria a la que este gobierno nos ha sometido con su falta de gestión, los errores de rumbo y la ausencia de una orientación política que guíe el futuro del país.
Por lo tanto, ante la estrategia del festejo, que no es otra que la tan tradicional y trillada estrategia del tero (gritar en un lado y poner el huevo en otro), desde Juntos por el Cambio vamos a continuar reproduciendo el reclamo social de las urnas, que es otra forma de decir que vamos a seguir con el oficio básico de la dirigencia política y que el kirchnerismo aún no ha entendido: representar y construir representación.
La interpretación del resultado se trata de darle forma al no de los argentinos al gobierno del Frente de Todos. El problema que hay que encarar para salir de la crisis no tiene origen en la economía (si bien sus consecuencias se ven allí con mayor agudeza y violencia), sino que empieza y termina por el lado de la política. La tarea del momento es corregir el rumbo político del gobierno: de eso se trató el triunfo del domingo. Ése es el reclamo social: la Argentina necesita otra política y nosotros estamos listos para trabajarla.
Esa otra política se trata de poner por encima de todo los problemas de la gente y no los prejuicios ideológicos de los partidos para gestionar el Estado. Solucionar problemas es saldar discusiones. Y la discusión que necesitamos saldar no es el cambio de rumbo, eso ya lo estableció la ciudadanía mayoritariamente cuando votó. Lo que hay que establecer y estamos encaminados en hacerlo, es el cómo lo ejecutamos, cómo tomamos otra dirección hacia ese lugar de progreso común que todas y todos queremos, y más aún, que nos merecemos.