Tema 1: qué lunes puede vivir la Argentina
La "tensa calma" preelectoral tiene la mirada puesta en el lunes próximo a la elección presidencial. Qué puede pasar.
El domingo es importante para el país, ya que elegimos al próximo presidente y también -no hay que restarle peso teniendo en cuenta que una de las candidatas al cargo es nada menos que Cristina Fernández de Kirchner- vicepresidente.
Pero la preocupación que está en boca de todos es el día después, el lunes. Si se pudiera recrear en la realidad cotidiana aquella jornada imaginada por los publicistas de cerveza, sería ideal que se pusiera en ejercicio el "día Osvaldo", y que no haya lunes. Pero aun así, si se quiere, los argentinos lo podríamos arruinar.
Es imposible que sea "un lunes más", como se pretende, porque ya no tenemos un "jueves más", hoy mismo. No es como cualquier otro: en los bancos hay inquietud y los ahorristas -cualquiera sea el tamaño de su dinero a reguardo- están agolpados, sin escándalo, pero con preocupación, en las ventanillas de atención. Los más poderosos calcinan los celulares de los gerentes y asesores financieros. Y los conductores de programas de inversión especulativa, se restriegan las manos, sabedores que toda criss puede ser una oportunidad.
¿De qué depende que el nerviosismo se estabilice? En principio, de que haya o no un resultado que permita una segunda ronda electoral. Si eso no sucede, es porque habrá ganado la oposición. Allí todo estará en vilo y habrá una cuota de responsabilidad del presidente Mauricio Macri, y de una dupla integrada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que comparten cuotas de poder. Unidos pueden romperlo todo. Pero si empiezan a disputarse tempranamente el futuro gobierno, también.
Pueden pasar varias cosas:
- Que prime la responsabilidad opositora y dejen que Macri termine tranquilo su mandato. Las últimas declaraciones de Fernández no estarían apuntando en ese sentido, ya que ha generado niveles de alta tensión. A la vez, ya está dando indicaciones sobre lo que Macri debe hacer, sin ser su jefe, disminuyéndolo e intentando que sucumba antes de la elección, inclusive.
- Que Macri quiera hacerlo todo sin consultar con el nuevo gobierno.
- Que no haya con quien acordar dentro del equipo entrante, habida cuenta de su alto nivel de heterogeneidad y composición, que va desde sectores más vinculados a la economía liberal, keynesianos, pragmáticos hasta chavistas, e inclusive, quienes reclaman una radicalización política.
- Que se le pida (exija, empuje a) a Macri hacer los ajustes que han quedado pendientes, como los aumento de tarifas, por ejemplo, para que la bronca consecuente le estalle a él y los nuevos gobernantes aparezcan en diciembre sobre escombros, con una vara más baja que superar: simplemente lograr que el país funcione.
Hay que tener en cuenta que la verborragia discursiva e ideologizada no sirve solamente para alinear deseos, anhelos o pensamiento de votantes tras una u otra candidatura, sino que trae consecuencias, construye poder y resulta organizador de espacios de acción. El acento puesto en determinados reclamos, planteos o teorías recibe la factura luego para que se cumplan y genera corrientes de opinión que reclaman su cumplimiento con alto grado de expectativa.
Por eso el lunes será más lunes que nunca. Podemos ser un país que vea a dos personas calzándose por primera vez en mucho tiempo el traje de estadistas y acordar una salida conjunta, sin echarse culpas ni tirándoles pueblo al otro, tomando medidas desacertadas o acelerando innecesariamente los tiempos de traspaso de gobierno. O todo lo contrario.
Hay una esperanza, siempre: que la agenda impuesta a la dirigencia por la ciudadanía sea de seriedad y respeto, y le ponga límites a las pulsiones autoritarias del personalismo presidencial, del triunfalismo argento y de la soberbia canchera que nos identifica en el mundo, como bandera pirata en los mares picados de una democracia en pleno oleaje, en todas partes.