Sturzenegger, "El Traductor de Milei"

El ministro de Desregulación dio indicios en Mendoza de las claves que el Presidente no sabe explicar: qué es la "casta", realmente, más allá del mero consignismo.

Periodista y escritor, autor de una docena de libros de ensayo y literatura. En Twitter: @ConteGabriel

Cuando habla el presidente Javier Milei lo hace en términos de autosatisfacción. Comparte con Alberto Fernández una vocación docente no consolidada. Posiblemente crea -al igual que su antecesor- que como sabe, mucho de un tema (en su caso, de la puja entre teorías económicas) lo explica bien. Pero no. Muchos lo aplauden porque lo apoyan, no porque comprendan de qué está hablando; otros lo hacen por inercia y debe haber un grupo que le festeja todo lo que dice y otro, que efectivamente esté de acuerdo con el 100% de sus enredos en tales temáticas.

Lo vimos en el cierre de la 45 Convención del Instituto Argentino de Ejecutivos en Finanzas (IAEF) que se realizó en Mendoza.

El dato emergente es que previo a su arribo al salón tuvo un traductor que explicó los objetivos del Gobierno con desenvoltura y en términos asibles para todos. Fue Federico Sturzenegger, a partir de ahora, "El Traductor de Milei".

Sturzenegger, "El Traductor de Milei"

El ahora ministro, que anduvo flotando con sus enormes carpetas que había preparado por si ganaba Patricia Bullrich, llenas de proyectos listos para ser quemados, allá por el inicio de la gestión, sin cartera ni lugar, cubre un rol vacante, que no lo pueden llenar, por ejemplo, Manuel Adorni o Guillermo Francos. Se trata de una vocería de lo sustancial y conceptual. Adorni resulta útil para salir del paso y Francos, para tender puentes.

En el caso de Sturzenegger, demostró en Mendoza una habilidad extra y englobadora, como es la de bajar la espuma hasta tomar contacto con la sustancia, en términos simples y concretos.

Básicamente, eliminó todo el cotillón que adorna a las discusiones argentinas para mostrar que detrás del atraso y el "no se puede" que nos rige cual Constitución no institucional, hay un entramado de corporaciones que no se perciben como tal, sino tal vez como "instancias malas pero necesarias" para el ejercicio de la vida.

Se trata, explicó, en otros términos, de gente, sindicatos, empresas, agrupaciones sectoriales o funcionarios que fueron instalándose como intermediarios de todas las cosas, que volvió imprescindible -sin serlo- crear áreas o registros por los cuales pasar antes de concretar una acción, capaces de encarecer los costos de todo solo por contar con el aval cómplice del Estado para estar en el medio, controlarlo y decidirlo todo a cambio de un beneficio.

Ese mecanismo se anquilosó tanto en el Estado que representa un tumor maligno que ha sido difícil sino imposible de extirpar. A cada intento (de los que sí lo intentaron) de quitarlos del medio, su reacción agresiva fue terminal para esos gobiernos.

De tal modo que Sturzenegger sí pudo explicar en términos de café lo que Milei complejiza sin ningún sentido, y sus militantes en las redes banalizan automáticamente, sin saber de qué están hablando, cuando bautizan como "casta" a estas corporaciones o como "comunistas" a todo el que se les oponga, sin más.

Hay, entonces, una sustancia que observar cuando se habla de desregulaciones: y es eso: quiénes, cuándo, con el apoyo de cuáles, por qué y para qué armaron el entramado de impedimentos al libre desarrollo de un país.

Como con el caso del pedido de Mendoza de poder importar medicamentos infinitamente más baratos desde la India para ponerle un freno a los costos oligopólicos que imponen los laboratorios aquí, es "pegarle al chancho". Veremos quién aparece cuando chille. Lo que contó Sturzenegger en ese sentido es clave: "¿Si esto no es casta, qué es?". Lo que se irá viendo ahora, si el Gobierno logra imponer la eliminación de inútiles intermediaciones que hasta inventaron "empleos" o un "descontrol controlado" por capos de sector, es "quién era el dueño del chancho".


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