La ignorancia del maestro Pangloss

Isabel Bohorquez mete el dedo en la llaga que han generado decisiones del gobierno de Javier Milei en materia de educación.

Isabel Bohorquez

"Pangloss enseñaba la metafísico-teólogo-cosmólogo-tontería. Probaba de manera encomiable que no hay efecto sin causa, y que, en el mejor de los mundos posibles, el castillo del señor barón era el más bello de los castillos y la señora la mejor de las baronesas posibles. Está demostrado -argüía- que las cosas no pueden ser de otro modo, ya que, estando todo hecho para un fin, todo conduce necesariamente al mejor de los fines. Obsérvese bien que las narices han sido hechas para llevar anteojos, y por eso portamos anteojos. Las piernas han sido claramente fabricadas para ser calzadas, y por eso llevamos zapatos. Las piedras existen para ser talladas y para construir con ellas castillos, y de este modo su señoría posee un hermoso castillo. El barón más poderoso de la provincia debe ser el mejor alojado. Y, al ser los cerdos hechos para ser comidos, nosotros comeremos cerdo a lo largo del año. Por consiguiente, quienes dicen que todo está bien dicen una sandez. Lo que habría que decir es que todo está de la mejor manera".[1]

Voltaire retrata en su obra Cándido (1759) una visión irónica del optimismo con relación a su época que tiene aún, una vigencia punzante.

La Ley de Financiamiento Educativo 26.075, se sancionó en Argentina en el año 2005 y entre otros ítems fundamentales fija como objetivo alcanzar un presupuesto destinado a la educación, equivalente al 6% del PBI nacional. Objetivo que jamás se cumplió en casi veinte años de sancionada la ley.

Lo mismo afirma la Ley Nacional de Educación 26206, sancionada en el año 2006 en su artículo 9, con relación al financiamiento de la educación pública.

Es más, hemos asistido a un notable silencio respecto al incumplimiento de ambas leyes en este sentido (y en otros también).

La ignorancia del maestro Pangloss

De igual manera, puede observarse en las provincias -salvo honrosas excepciones- una subejecución notoria de los presupuestos respecto a lo aprobado año tras año. ¿Esto qué significa? Que las provincias aprueban presupuestos que luego no se cumplen en cuanto al destino de los fondos. Pero este fenómeno, también permanece invisible, incluso para quienes desde una sana oposición deberían advertirlo y reclamarlo.

¿Qué pasa en Argentina que siempre declamamos que la educación pública es una de nuestras prioridades nacionales para luego incumplir nuestros compromisos o callar frente a esos incumplimientos?

Al mismo tiempo, a lo largo de los últimos 25 años como mínimo, se han ido reiterando recursos de auxilio al financiamiento educativo, como es el FONID (Fondo nacional de incentivo docente) que surgió en el año 1998 como un modo de mejorar el sueldo docente y que representa en términos relativos entre un 10 % y un 13 % del salario.

Este fondo en particular, se estableció por ley N° 25053 y con una duración de 5 años : "ARTICULO 1° -Créase el Fondo Nacional de Incentivo Docente, el que será financiado con un impuesto anual que se aplicará sobre los automotores cuyo costo de mercado supere los cuatro mil pesos ($ 4.000), motocicletas y motos de más de doscientos (200) centímetros cúbicos de cilindrada, embarcaciones y aeronaves, registrados o radicados en el territorio nacional, el que se crea por esta ley con carácter de emergencia y por el término de cinco (5) años a partir del 1° de enero de 1998".

Y acá estamos, estirando de la misma cuerda de salvataje sin atinar a realizar una transformación profunda y genuina que nos permita afrontar un proyecto de país en el cual la educación ocupe su digno lugar y nuestros docentes sean reconocidos y jerarquizados con un salario acorde a su función esencial.

Un ítem que acompaña al Fonid es el de conectividad que surgió durante la pandemia. Habría que ver, si en el presente, los ítems que componen los salarios docentes lo incluyen.

¿Cuál es el problema según lo que puedo interpretar? No hacemos las cosas como decimos que hay que hacerlas y luego nos rasgamos las vestiduras ante las dificultades que enfrentamos por nuestras propias contradicciones y mentiras.

El colectivo docente a través de sus gremios reitera sus reclamos de cumplimiento de medidas que, en cada contexto histórico, fueron surgiendo como una respuesta paliativa o de transición y se prolongaron en el tiempo junto con las falencias de fondo. O resultan en un eufemismo, porque se basan en leyes que nunca se han cumplido desde su sanción.

Lo mismo puede decirse de los gobernadores y legisladores provinciales que no han logrado un proceso de crecimiento autónomo para hacerse cargo de sus compromisos jurisdiccionales, y a su vez, formular un nuevo pacto de coparticipación nacional o nuevos acuerdos de financiamiento de los asuntos que son de las provincias, pero a su vez, son de interés nacional.

Y seguimos parchando, y seguimos mirando nuestra realidad como sino fuéramos federales.

Entiendo también, que los docentes en Argentina deben acceder a un sueldo justo sin lugar a dudas. Pero, para que ello sea posible, lo que primero debemos hacer es salir de esta mentira de un mundo que parece que funciona bien (en lo discursivo) aunque en realidad funciona muy precariamente o muy mal.

¿Cómo se puede sostener un reclamo que culpa al presidente de turno siendo que el debate que nos debemos todos como sociedad, radica en sincerar lo que realmente estamos dispuestos a hacer y a invertir en educación?

Caso contrario, seguiremos con la venda en los ojos, desconociendo lo que nos pasa o repitiendo medias verdades con un optimismo ideológico que me recuerda a la visión del maestro Pangloss donde todo está hecho y pensado "de la mejor manera".



[1] Voltaire, Cándido o el optimismo (1759). Traducción de Pablo Montoya, Editorial Universidad de Antioquía, 2010, pág. 4-5.

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