"Mendoza 15/23, modelo para exportar", una rendición de cuentas que dio para un libro

El exsenador Marcelo Rubio junto a Franco Molinier diseñaron una rendición de cuentas del paso del primero por el Senado que representa un recurso importante de consulta, y que tiene 256 páginas.

Un libro de 256 páginas que considera que los gobiernos de Mendoza que se sucedieron entre 2015 y 2023, con Alfredo Cornejo y Rodolfo Suarez, respectivamente, fue "un modelo para exportar", es la rendición de cuentas del senador MC Marcelo Rubio, que ahora ocupa una banca de concejal en la Ciudad de Mendoza.


Que las oposiciones se luzcan, la espera de Papá Noel, la clandestinidad de los ñoquis y se vota, ¿dónde?

Junto a Franco Molinier diseñaron una enumeración comentada, con acceso a documentación respaldatoria mediante el uso de código QR, que resulta novedoso e inédito, pero además, un recurso de consulta importante.


"Mendoza 15/23, modelo para exportar", una rendición de cuentas que dio para un libro

El prólogo, escrito por Juan Carlos Jaliff

Prólogo para seguir creyendo...

"Sí, soy un utopista. Creo que la sociedad debe ser gobernada por hombres de cultura, bondad y buen gusto". La silla del Águila, de Carlos Fuentes Macías.

Me acuerdo el primer día que vi a Marcelo entrar a la Legislatura. Lo conocía de antes, de sus años militando en la Ciudad, de su gestión como Concejal. Charlamos un rato esperando el inicio de sesión y le dije lo que le he dicho a todos los que ingresan a la Legislatura: "échale ganas"- como dicen los mexicanos, imitando la tonadita ranchera-"todo lo demás viene después". Él me miró y sonrió.

Y realmente que sí le metió ganas.

Estoy orgulloso de haber trabajado con cinco gobernadores radicales: Llaver, Iglesias, Cobos, Cornejo y Suarez. Me tocó vivir la dictadura, el retorno a la democracia, la hiperinflación, el 2001, el kirchnerismo en todas sus expresiones y una pandemia global. Vi doce copas del mundo, nueve presidentes y hasta el cambio de milenio. En todos esos años habré participado, grosso modo, en unas mil ochocientas leyes. Un trabajo que me ha producido muchas satisfacciones en lo personal, pero también en lo político. A cada uno le toca bailar una coyuntura distinta y hay que enfrentarlo con lo único que desde la política debemos hacer: diálogo y gestión.

Pero fueron estos últimos ocho años los que más destacaron en la labor parlamentaria. No por la cantidad, sino por la calidad de las leyes: un enorme cambio que asumimos desde el partido y el frente que conformamos para transformar la realidad de todos los mendocinos.

Tanto Alfredo como Rody confiaron en Marcelo la presidencia de la comisión de LAC, de Legislación y Asuntos Constitucionales. Esta comisión tiene un amplio ámbito de actuación: cuando el proyecto afecta algún principio constitucional, resolver conflictos entre leyes, discutir las atribuciones de los poderes públicos y lo relacionado con los convenios firmados con Nación y otras provincias. También en aquellos casos donde se trata una nueva ley o una modificación en materia civil, comercial, penal, correccional, minería o que haga a la seguridad público. Finalmente, la comisión se encarga de los acuerdos para nombrar o remover funcionarios públicos.

El senador Rubio no tenía una tarea para nada sencilla. Esta Legislatura, la de Mendoza, es la que más trabaja en todo el país. Marcelo incluyó en alguna parte de este libro una estadística interesante que recomiendo a todos consultar. El promedio de leyes aprobadas, en nuestra provincia, es superior al del Congreso de la Nación. Los números

no mienten.Y eso que nuestra Constitución provincial acota el período ordinario de sesiones, pero en Mendoza siempre hemos trabajado todo el año, exceptuando algunos días en julio y enero. A diferencia de Nación, las extraordinarias siempre son pedidas por la propia legislatura y no por el Ejecutivo. Siempre hay algo que hacer, algo que mejorar y sobre lo que trabajar. Hasta en plena cuarentena estricta, fuimos el primer parlamento del país en reiniciar sus actividades y en hacerlo de forma remota, vía online. Los primeros en toda la historia argentina en modificar el régimen de presencialidad aprovechando las ventajas que nos da la tecnología.

En los cuerpos legislativos hay una comisión de LAC encargada de reunir a sus miembros y tratar los proyectos antes de que se presenten en el recinto. Recuerdo que antes esta tarea la hacían más que nada los asesores, de juntarse y trabajar sobre los proyectos. Al menos esa fue mi experiencia en Nación como asesor. Ahora las comisiones trabajan todo el tiempo.

A Marcelo le tocó la conducción de la comisión de LAC en el Senado mientras ocupaba mi banca como senador provincial. Vi de cerca su labor y su compromiso. Con él se trataron leyes importantes, como la de la Oficina de Conciliación Laboral y la Civil, la reforma policial, la Ley de Movilidad, el nuevo Código Contravencional, los juicios por jurado, los programas de Mendoza Activa, el Código Procesal de Familia, el Código Procesal Civil y la nueva Ley de Niñez y Adolescencia. En todas ellas, el senador Rubio estuvo presente, religiosamente sentado en el recinto todas las semanas, bien temprano a la mañana, para defender los proyectos como miembro informante. Todo el tiempo abierto al diálogo, a estar siempre presente en las grandes dificultades y enfrentar los problemas. Dar la cara y atender el teléfono. Pero también con decisión cuando el proyecto así lo demandaba, sin miedo a hacer gestión y tirar para adelante. Muchas veces, no tomar decisiones es peor que cometer errores.

Créanme, este país no es un lugar para tibios. A la Argentina no le faltan fatalidades dinámicas, recurrentes. Arrastramos demasiadas insatisfacciones sepultadas en el tiempo, interminables décadas de pobreza, de ilusiones y desesperanza, de injusticia.

Y aunque no lo parezca, el mundo exterior que nos rodea cambia y también nosotros cambiamos, lo sepamos o no. La valentía es asumir ese cambio. Mendoza siempre ha tenido calidad legislativa, muy buenos dirigentes. Alfredo asumió una tarea titánica para ordenar las cuentas, pagarle a los proveedores y después buscar la solución a los problemas que nos dejaron las dos gestiones peronistas. Hizo una gran transformación del sistema judicial, del Estado, de casi todas las leyes. Estábamos en quiebra y en apenas cuatro años alcanzamos un nuevo orden. A Rody le tocó continuar el proyecto y enfrentar la pandemia. Tuvo el temple para lidiar con muchas cosas. El compromiso se mantiene: no hay partido que se haya animado a hacer lo que hizo el radicalismo cuando en el 2021 pusimos en la lista a dos ex gobernadores y a un gobernador. El justicialismo, a sus dos ex gobernadores los escondieron. Ahí es cuando se ven los referentes, cuando ponen la cara. Me enorgullece decir que Marcelo es también uno de nuestros referentes en la tarea legislativa.

Desconozco porque olvidamos tan fácilmente estas cosas. Un hombre puede olvidar años enteros de su vida pero revivir nítidamente un instante fortuito, arbitrario. De esos caprichos se encarga la ficción. De los años cronológicos, fatales, los asumen las ciencias sociales. Podré equivocarme, pero los libros históricos y sus balances los suelen escribir los historiadores. Nadie lo ha hecho desde el lugar que lo hace Marcelo. Lo suyo es una crónica comprometida. Habla de lo que mejor sabe, de estos ochos años de cambio, haciéndolo desde el lugar que le tocó asumir. A veces la historia se aprende mejor desde los márgenes, en las trincheras, en los pasillos.

Agradezco a Marcelo la oportunidad que me dio de prologar esta memoria necesaria. Espero que los lectores encuentren aquí no solo un valioso cuadro de labor legislativa, sino también un esmerado testimonio inmediato de nuestra actualidad; y que se lleven consigo el valor y la convicción para continuarlo.

Juan Carlos Jaliff


Palabras preliminares

"Lo único constante es el cambio". (Frase atribuida a Heráclito).

Cuando asumí como senador provincial en el año 2015 sabía muy bien que participaba de un momento único de nuestra provincia. Apenas unos meses atrás, en Junio, habíamos ganado las elecciones alcanzando el cuarenta y ocho por ciento de los votos. Los medios nacionales cubrieron la elección y no faltaron los entusiastas que apostaron que se trataba del primer paso hacia un cambio mayor que se avecinaba con las inminentes elecciones nacionales. No olvidemos que en ese entonces, todavía las encuestas predecían a Scioli como ganador en primera vuelta.

El cambio político en Mendoza se logró gracias a una estrategia que no parecía posible replicar en todo el país: mediante el acuerdo político de varias fuerzas, se conformó un frente común con el que enfrentar a la máquina electoral que es en nuestro país el peronismo y así, ganar las elecciones. A veces pienso que aquellos entusiastas vaticinaron lo improbable solamente por la emoción del momento: pero se haya tratado o no de un verdadero análisis de la realidad o si simplemente se trató de una feliz coincidencia, al poco tiempo presenciamos el primer recambio de gestión en el gobierno nacional en más de doce años; y en algunos distritos del país, como en el caso de la provincia de Buenos Aires, el primero desde que retornó la democracia.

Me contagié de ese clima y asumí mi banca cargado de entusiasmo y orgullo, pero también consciente de la responsabilidad histórica que debía afrontar. Sabía muy bien que esa era la oportunidad para que la provincia enderezara su rumbo institucional y económico. Mirando hacia atrás, no me creo capaz de recordar cuántos éramos los que verdaderamente comprendíamos el desafío que le tocaba enfrentar a la nueva gestión. Asumimos la conducción de un Estado paralizado, con un alto grado de deterioro en la prestación de servicios básicos; un Estado más comprometido con amontonar militantes que con resolver los problemas de la ciudadanía, lo que provocaba como consecuencia que fuera imposible estimular de modo alguno el desarrollo humano y productivo de los mendocinos. Pero no éramos para nada unos crédulos sin la mínima idea de lo que ocurría en la provincia: si Alfredo Cornejo ganó las elecciones fue porque le dijo la verdad a la gente. Les dijo sin vueltas a los mendocinos que había problemas bastante graves en el gobierno, empezando por el diagnóstico de que padecíamos de un grave déficit en las cuentas públicas, que ponía en riesgo la continuidad a futuro no solo de nuestro gobierno, sino de cualquier otra gestión en el futuro inmediato. En un momento donde el intervencionismo intensivo e irreflexivo de la economía gozaba aún de mucha popularidad entre los ciudadanos, Alfredo no dudó en decirles que la única manera de salir de la crisis era relanzando el sector privado de Mendoza. Prometió a los ciudadanos que Mendoza volvería a disfrutar de un capitalismo serio, demostrándolo con gestión y no paseándose por los programas de chimentos gritándole a la gente. Los cambios sociales no acontecen sin la chispa que produce la acción individual, pero no ocurren en el vacío. Toda comunidad humana se estanca tarde o temprano si no dispone del impulso del individuo, pero el individuo se agota si no cuenta con la simpatía de la comunidad.

Al despilfarro y la irresponsabilidad en el manejo de las cuentas públicas se sumaba un problema igualmente serio que era el de la corrupción. Mendoza fue siempre un ejemplo de excelencia institucional en el país y era doloroso ver cómo esa posición peligraba por unos cuantos años donde, un puñado de miserables, aprovecharon que otros estaban distraídos y se colgaron del poder, lucrando con lo público y perjudicando a la mayoría. Años marcados por la indiferencia, por el despilfarro y por el desprecio del futuro de los mendocinos; acompañado de un gobierno nacional cómplice en el desmanejo de la República. Mientras en la provincia el gobierno hablaba de educación, jamás en esos años se pudo cumplir con los ciento ochenta días de clases. Los medios oficialistas hablaban de igualdad mientras escondían los números de pobreza y salían a decir que estábamos mejor que Alemania; hasta eran tan caraduras de hablarnos de los niños y sus derechos cuando la pobreza alcanzaba a la mitad de los infantes del país. Uno lo cuenta y a veces siente que salió de una comedia de Francella.

Nos tocó, en ese momento, desandar un camino de mentiras, engaños y de un Estado ausente en el presente y comprometido en su futuro. La gestión de Alfredo fue un gobierno que se dedicó a recuperar la buena administración, inscripto dentro de un marco de legalidad y responsabilidad que parecía haberse perdido en la provincia. Asumimos desde todas las ramas del gobierno un compromiso con el ciudadano, llevando adelante gestos de austeridad, reduciendo fuertemente la planta de funcionarios políticos y limitando la planta de asesores y funcionarios.

Si Mendoza se puso de pie fue gracias a la reorganización de la hacienda pública, a la modernización del Estado, al establecimiento de nuevas bases de orden para la educación, la normalización del servicio de salud, la recuperación paulatina de la economía, la obra y los servicios públicos; y de manera excluyente, la lucha contra el delito para alcanzar mejores niveles de tranquilidad pública, en un tiempo donde la gestión anterior hacía oídos sordos al reclamo de la ciudadanía o directamente asumía políticas contrarias a la misma en materia de seguridad.

Como sucede con tantas otras cosas de la vida, era necesario que el proyecto político o la gestión contarán con un nombre. Acostumbramos que cada cosa tenga su nombre. Dedicamos mucho tiempo eligiendo el nombre de nuestros hijos, el de nuestras mascotas o hasta eligiendo el apodo a objetos inanimados: se me viene a la mente lo que pasa en la música, donde los instrumentos acostumbran tener un apodo. Por ejemplo, B.B King tenía su famosa guitarra "Lucille". Hasta se considera de mala suerte zarpar en un barco que carezca de nombre. Nombrar es una forma de poner orden en nuestro mundo, ayudándonos a diferenciar unas cosas o personas de otras. También ayuda a que los demás sepan a qué nos referimos cuando mantenemos una conversación.

Sabiendo que tan importante como las acciones y las ideas son las palabras con las que las invocamos, se eligió en un primer momento el correcto nombre de "Revolución de lo sencillo". Una elección correcta, creo yo, porque resume el espíritu que queríamos transmitir durante nuestra primera gestión: de que las ideas son útiles según las circunstancias. Las ideas deben cumplir con el requisito de ayudarnos práctica o intelectualmente a relacionarnos con la realidad. Que era tiempo de terminar con las disputas ideológicas innecesarias y enfocarnos en lo que nos ayude a progresar, en lo

que sirve. Había que centrarnos en lo sencillo, que era medir la realidad por sus consecuencias; gestionar con hechos, no con relatos. Por uno u otro motivo, este nombre se fue dejando de lado conforme pasaban los años por otro mucho más acorde con lo que queríamos transmitir. Este cambio no nació de nosotros sino de la propia ciudadanía, que se apropió del cambio, lo bautizó como creyó que correspondía y que los medios no dudaron en repetir. Así, en algún momento entre el año 2017 y 2018, los mendocinos concluimos que resultaba redundante continuar hablando de sencillez y exigimos en el nombre una cuota sana de orgullo catastral. También dejamos de hablar de revolución y nos animamos a hablar de modelo. Así nació el "Modelo Mendoza" que cautiva la atención del resto país y del que los mendocinos estamos orgullosos de ejercer y cultivar. Y es que el modelo de previsión y equilibrio de nuestra gestión contrasta fuertemente con el de una Argentina desordenada en el frente interno y descolgada del mundo.

Creo que así lo entendió la ciudadanía cuando en 2019 nos acompañó una vez más con la elección de Rodolfo Suarez como gobernador. Ese año alcanzamos el cincuenta y uno por ciento de los votos, que equivalía al segundo resultado más alto alcanzado por una fuerza política desde el retorno de la democracia. Varios entendimos que el mensaje era claro: no solo se trataba de continuar, sino también profundizar y consolidar el trabajo de esos años. La gente quiere gestión de calidad y eficiente, austeridad, previsión y equilibrio.

Estas dos gestiones devolvieron a Mendoza al lugar que se merece: primero, con Alfredo, se sacó a Mendoza del agujero institucional en que se encontraba; ese fue nuestro primer regreso a la normalidad. La segunda vez, durante la gestión de Rodolfo, no se limitó a continuar con el camino marcado, sino a mantenerlo cuando surgió un nuevo desafío. Apenas unos meses después de asumir, comenzó la pandemia global de COVID-19, que nos obligó a adoptar medidas de protección bastante restrictivas hasta que se contará con mejores estrategias de prevención, con un tratamiento efectivo o incluso con una vacuna. El manejo de la pandemia de COVID-19 fue la prueba definitiva: enfrentábamos no sólo un acontecimiento global que ocurre una vez cada cien años, sino que lo hacíamos en un contexto sumamente desfavorable, sumidos en una situación macroeconomía incierta por la conducción de un gobierno nacional desequilibrado, arbitrario e imprevisible. Mientras otros lugares permanecieron cerrados hasta ahogar sus economías, en Mendoza pudimos afrontar la pandemia sin interrumpir las libertades personales. En un momento donde se apelaba al autoritarismo político y al populismo económico, Rodolfo Suarez apostó por el respeto y la responsabilidad de los ciudadanos. Los resultados están a la vista: en el año 2020, nuestra provincia funcionó de manera semi-abierta y tuvimos la misma progresión de contagios que la región del AMBA, la cual permaneció todo el año cerrada. Logramos mantener el complicado equilibrio que la realidad nos exigía entre salud y economía; y también facilitamos la reapertura y la reactivación de las economías con políticas que fueron vanguardistas en todo el país.

Como funcionario y ciudadano me siento afortunado de haber acompañado a esta gestión durante ocho años. Desde mi posición de Senador y Presidente de la Comisión de la Comisión de Legislación y Asuntos Constitucionales, mejor conocida como LAC, participé en el tratamiento y aprobación de más de trescientos proyectos de ley; muchos

de ellos, proyectos enviados por el propio Ejecutivo, que transformaron la realidad institucional y social de nuestra provincia.

Debo confesar que disfruto de la tranquilidad y la convicción de un creyente, pero también de la certeza de un hombre que se atañe a los hechos. ¿Y cómo no hacerlo? El "Modelo Mendoza" permitió, frente a dos situaciones totalmente diferentes, recuperar la normalidad que se buscaba. Y es que el "Modelo Mendoza" es, por encima de todo, un método; ya que no propone ningún resultado en particular. Es un programa de trabajo por el cual la realidad puede (y debe) ser transformada. No se limita a un listado de resultados del que sentirnos orgullosos: es también una actitud y una orientación que debemos seguir todos los días. Ese fue siempre el espíritu que buscamos con Franco cuando nos sentamos a escribir este libro.

Es con toda esa experiencia acumulada que encuentro conveniente aportar al espíritu de nuestra época con este sencillo testimonio de gestión. Invito al lector a acompañarme, en las siguientes páginas, a analizar los proyectos legislativos más importantes de las gestiones de Alfredo Cornejo y Rodolfo Suarez. Aquí encontrará un repaso necesario de los argumentos jurídicos, económicos, sociales y hasta económicos de las decisiones más importantes que se han tomado en los últimos ocho años en la Provincia.

Marcelo Rubio

Las dedicatorias y agradecimientos de Rubio:

Al Subsecretario de Justicia y Relaciones Institucionales del Gobierno de Mendoza, Marcelo Alejandro D'Agostino, con quien tuve el placer de trabajar y defender varios proyectos fundamentales de estos años.

A Dalmiro Garay y Victor Ibañez, cuya labor como ministros de Gobierno fue fundamental durante mis años en el Senado.

A Laura Montero y Mario Abed, ambos excelentes vicegobernadores, con quienes tuve la oportunidad de compartir muchas jornadas legislativas.

A Carlos Jaliff y Natasha Eisenchlas, que como Presidentes provisionales del Senado supieron mantener en las sesiones del Senado el respeto y la civilidad entre sus

miembros.

A Encarnación Torres, quien me acompañó como secretaria administrativa de LAC en mis primeros años como Presidente de la Comisión.

También a Luis Ventura y Carlos Armando Muñoz, dos excelentes secretarios administrativos de LAC

A Francisco Centorbi y Mariel Cabral, por su ayuda diaria y su calidad humana. Finalmente, a mi esposa Virginia y a mis hijos Martín, Julieta y Valentín.

Por su parte, Franco agradece especialmente a su mujer, Celeste, por la ayuda y el acompañamiento en estos doce años juntos.

A su amigo, Agustín, por las interminables charlas.

A su familia: a su padre, Fernando; su madre, Fernanda; y su hermana, Nati.

"Mendoza 15/23, modelo para exportar", una rendición de cuentas que dio para un libro

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