Roy Jay Glauber, Nobel de Física y el más joven integrante del Proyecto Manhattan con Oppenheimer, creador de la bomba atómica
Quien fuera Premio Nobel de Física en 2005, dialogó en exclusiva durante 2015 con el programa radial "Tormenta de Ideas", en una de sus pocas entrevistas públicas. Pidió perdón a Japón por los efectos de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Qué recuerda del Grupo Manhattan. Ya en cines la película que recuerda ese proyecto.
La investigación de Julius Robert Oppenheimer le dio a la Humanidad la capacidad de aniquilarse a sí misma. La trayectoria académica del físico que cambió las reglas de juego en el arte de la guerra. Los vaivenes del Proyecto Manhattan en medio de la amenaza del nazismo, el macartismo del FBI sobre el presunto vínculo de Oppenheimer y el comunismo, y la carrera armamentística entre EEUU y las URSS como desencadenante de las bombas que estallaron en Hiroshima y Nagasaki son ahora el argumento de la película que se estrena en los cines del mundo.
Roy Jay Glauber tenía 18 años cuando lo convocaron para trabajar en el Proyecto Manhattan. No sabía la potencialidad de lo que estaba creando: la bomba atómica que causó decenas de miles de muertos en Japón y despertó una carrera armamentística con un poder letal inédito.
Una de sus pocas entrevistas sobre el tema la dio al periodismo mendocino, en el programa "Tormenta de Ideas" en 2015, 10 años después de que recibiera el Premio Nobel de Física de 2005 por sus contribuciones fundamentales a la Óptica Cuántica. Falleció el 26 de diciembre de 2018 en Newton (Massachusetts, EEUU) a los 93 años.
Fue alumno de Albert Einstein y confió en su diálogo que "era medio vago". De hecho, las fotos que se conservan del genio fueron tomadas por Glauber en clase y son parte del Archivo Histórico de la Universidad de Harvard.
Hoy vale recordar aquel diálogo, a la luz de la película Oppenheimer, de Christopher Nolan con Cillian Murphy. Sucedió cuando se cumplían 70 años del bombardeo fatal. Glauber, desde "Tormenta de Ideas", le pidió disculpas al pueblo de Japón y sus declaraciones en Mendoza rebotaron en los principales medios internacionales, incluyendo la prensa de EEUU y la isla nipona.
La dimensión del entrevistado
Maciej Lewenstein y Jürgen Eschner son líderes de grupo en el Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO) de Barcelona. Trabajaron con Glauber. Y dieron cuenta de la dimensión del científico que dialogó en el programa radial "Tormenta de ideas". "En esos momentos las calculadoras automáticas eran prácticamente inexistentes y las muy destacadas habilidades matemáticas de Glauber sirvieron para hacer operaciones a alta velocidad", señalaron.
Glauber pasó varios años de su juventud en Suiza junto a Wolfgang Pauli, una de las figuras más renombradas en mecánica cuántica. Poco tiempo después se incorporó como catedrático en una de las universidades norteamericanas más antiguas y más prestigiosas, la Universidad de Harvard. Allí, en los laboratorios Lyman, formuló su teoría de la medición de fotones, y todavía hoy, a sus 90 años, sigue investigando e impartiendo clases.
Lewenstein y Eschner sostienen que "su oficina en Lyman es espectacular en varios sentidos: montones de papeles, libros y revistas reciben a los visitantes, en lo que parece el ejemplo paradigmático de desorden. Por supuesto, Glauber es siempre capaz de encontrar lo que busca en su desorden. Glauber es una personalidad pintoresca, conocido por todos por su perspicaz inteligencia y su humor ingenioso. Como científico y profesor es una delicia la claridad de sus presentaciones, y sus artículos y escritos son a la vez profundos y fáciles de seguir". La invención del láser y la teoría de Glauber son el origen de lo que hoy llamamos óptica cuántica.
Este fue el diálogo que mantuvimos, centrados en el 70 aniversario de la bomba atómico contra Hiroshima: sus recuerdos, su reflexión y su mensaje al futuro.
- ¿Qué representa una fecha como la del aniversario de la bomba de Hiroshima?
- De alguna manera es una recordación penosa, pero al mismo tiempo muy excitante. Es virtualmente imposible crear una vez más el estado de ánimo en el que se encontraba la gente por ese entonces, cuando Estados Unidos ya se había involucrado en la guerra y competía en la carrera nuclear con Alemania. Hoy en día no es así y los sentimientos que pueden tener ahora no tienen nada que ver con los que se sentían entonces. Alemania había matado a miles de personas y el contexto que había era terrible.
- Hoy conociendo todo lo que pasó, ¿habría participado?
- No me arrepiento de trabajar en el proyecto, pero tienen que entender que yo no sabía de qué se trataba. El descubrimiento de uranio tuvo lugar en 1938 y era objeto de especulación pública sobre el desarrollo del poder nuclear. Pero eso desapareció pronto y comenzó a tratarse en secreto. Los británicos comenzaron a pensar en ello en 1940 y nosotros poco tiempo después. Presumiblemente, los alemanes podrían haber estado tomando ventaja en crear una reacción en cadena en sus armas. Esa fue la razón por la que pensamos que no teníamos otra opción que empezar un proyecto de esa envergadura.
- Después de todo este tiempo ¿Cree que era necesario lanzar la bomba?
- El proyecto era secreto y cuando me reclutan a fines de 1943 no me dicen de que se trataba. Yo tenía sospechas de que era un proyecto nuclear pero pensé que se centraba en la reacción nuclear en cadena. No me imaginaba que esa reacción ya había sido alcanzada y que el proyecto en realidad consistía en producir una bomba. Cuando me enteré de eso entré en shock y no me encontraba contento de trabajar en el desarrollo de una bomba. Para nada. Pero el pensamiento número en esa época era terminar la guerra y cualquiera fuera el método, era correcto. En ese periodo miles de personas ya estaban muriendo.
- ¿Cuánto tiempo duró el desarrollo de la bomba?
- Estuve allí durante dos años desde enero de 1944 hasta el fin de la guerra. El periodo fue muy difícil en muchas maneras. La guerra en Europa terminó en la primavera del 45 sin que los alemanes tengan éxito en sus deseos de crear una bomba atómica, por lo que era una preocupación menos. Pero todavía nos quedaba la guerra del Pacífico contra Japón, donde estábamos bombardeando con miles de muertos. La gran diferencia con la bomba atómica era que solo un avión era necesario, más otros dos para tomar fotografías. Lo que le interesaba a las Fuerzas Armadas era que no perderían aviones ni pilotos para realizar esta destrucción y preservar su poder. Eso fue Hiroshima. La historia fue terrible y nadie del proyecto estuvo del todo contento con esto. Sin embargo hubo excitación y hasta cierto punto felicidad de revelar en lo que estuvimos trabajando. La historia se contó por primera vez el 6 de agosto, después de lo ocurrido en Hiroshima.
- ¿Cómo pudo llegar allí tan joven?
- Comenzada la guerra, por 1943, muchas personas con conocimientos científicos estaban trabajando en proyectos relacionados a la guerra. Yo estaba en el primer año de la universidad, pero tenía conocimientos avanzados en matemáticas y física. Cuando en Washington encontraron mis calificaciones, mandaron a alguien a buscarme sin decirme que iba a trabajar en el desarrollo de una bomba. Si bien me imaginé de qué se trataba, pensé que sería relacionado a la reacción en cadena del uranio. Me sorprendí al descubrir que se trataba de una bomba. Pero como expliqué, lo principal era llevar la guerra a su final y la bomba fue efectiva, aunque de una manera terrible. La segunda bomba, en Nagasaki, no fue mejor. Para las fuerzas militares era necesario detonar esa bomba porque se trataba de una segunda variedad. La primera, en Hiroshima, era uranio y la producción de ese material era muy lenta y llevaría varios meses poder crear otra. La bomba de Nagasaki se hizo con plutonio, cuya producción es más rápida por lo que hacía posible detonar varias bombas al mes. El ejército consideró que era un experimento necesario, pero nadie en Los Álamos creía que fuera así.
- ¿Le costó reintegrarse a la vida cotidiana al acabar la guerra?
- Me retiré muy temprano de la industria de las bombas. Con 20 años volví a Harvard, donde era estudiante. Me llevó muchos meses reinsertarme antes de conseguir mi título. Por supuesto que contaba con varios cursos avanzados de antes de ir a Los Álamos, pero fue un tiempo difícil. En Los Álamos tenía equipos de gente que me ayudaban con las computaciones numéricas y en Washington no fue placentero tener que hacer todo por mi cuenta.
- ¿Cómo fue su relación con Albert Einstein y que piensa sobre el científico alemán?
- No tuve contacto con él durante los años de guerra, cuando él vivía pacíficamente en Princeton y no tenía conexión desde que en 1939 alertó a Roosevelt de la necesidad de hacer estas investigaciones. Pero años después estuve en Princeton, donde Einstein seguía viviendo. Tengo que admitir que no lo hacía de una manera muy activa. Era alguien que había hecho grandes contribuciones a principios de siglo y luego criticó la naturaleza de nuestra ciencia. No simpatizaba con armas bajo ningún aspecto. Fue el teórico moderno más grande del siglo XX pero dejó atrás los pensamientos que lo mantuvieron ocupado durante años. Por mi parte, aclaro que no trabajé nunca más en armas después del fin de la guerra. Tuve suficiente, aunque trabajando en ese proyecto descubrí que era un científico capaz de hacer contribuciones positivas.
* Entrevista realizada con la producción periodística de Franco Pereira y la participación, además, de Mariano Bustos, que a la vez ofició de traductor del inglés. La versión original fue eliminada del diario MDZ, en donde se publicó, junto a otros cientos de notas.