¿Por qué nos faltan negros en Argentina?
A partir de una publicación de "The Washington Post" por la ausencia de jugadores negros en la Selección argentina, escribe la historiadora Luciana Sabina.
Desde las páginas de "The Washington Post", se "acusó" a Argentina de no tener negros en la selección, manifestando la ignorancia de la que el progresismo mundial hace siempre gala.
La realidad es que en nuestro país la población afro que llegó fue escasa en comparación a otras zonas de América. De ésta un buen porcentaje terminó mezclándose con el resto y otro tanto murió en las guerras de Independencia, donde fueron utilizados como "carne de cañón".
Sobre esta población el argentino promedio aprendió en la escuela que la famosa Asamblea del año XIII declaró libres a los hijos de esclavos nacidos en nuestro territorio. La resolución es conocida con el nombre de "libertad de vientres" y poco después fue ampliada: todo esclavo que ingresara a nuestro territorio sería libre inmediatamente.
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De todos modos, es un error decir que la esclavitud fue abolida, dicha resolución se centró solo la introducción de esclavos. Siendo honestos ni siquiera fue una innovación de la Asamblea, esta disposición fue decretada un par de años antes en España y aplicaba a todos los dominios de la Corona. Incluso, con anterioridad, el Primer Triunvirato acató la ordenanza ibérica, prohibiendo en mayo de 1812 la introducción de esclavos.
"La Asamblea no hizo sino sancionar algo que ya existía, agregando la libertad de vientres a fin de extinguir sucesivamente la esclavitud sin ofender el derecho de propiedad", como entonces se dijo, de manera que la compraventa de esclavos continuó en el país. Al amparo de la ley que declaraba libre a todo esclavo que pisara el territorio, se inició la huida hacia las Provincias del Río de la Plata de muchos del Brasil; el gabinete de Río de Janeiro
"Se sintió lesionado (...) hasta considerar que la liberación de los esclavos huidos de su jurisdicción constituía un acto de hostilidad. La economía brasileña se apoyaba en la esclavatura, de manera que Brasil reclamó por intermedio de Lord Strangford, y el Superior Gobierno Ejecutivo accedió al reclamo, suspendiendo la vigencia de la ley protestada, la que fue abolida por la Asamblea el 21 de enero de 1814", señala el historiador Sierra.
Podemos decir que la esclavitud recién acabó en 1853 al sancionarse nuestra Constitución. Hasta entonces, cualquier intento por abolirla o eliminarla paulatinamente quedó solo en los papeles. Todo se corrobora a través de la prensa -donde abundan los avisos de recompensas por esclavos prófugos-, de los contratos de compraventa y de los testamentos. Por ejemplo, el caudillo santiagueño Felipe Ibarra, muerto en 1851, declaró a un par de esclavos entre sus "bienes".
Sobre como vivió la población negra en el actual territorio nacional podemos guiarnos por distintas memorias. Mariquita Sánchez dejó constancia de caso cuya crueldad aturde:
"(...) hubo la más divina ocurrencia en una casa donde murieron un niño y un negrito. Vistieron al niño de San Miguel y al negrito como el diablo. La madre lloró, suplicó, pero como era esclava tuvo que callar. Pero alguna buena alma fue a dar parte del hecho y vino una orden de la autoridad para sacar al pobre negrito y enterrarlo como cristiano".
Semejante anécdota basta para inferir la desesperante existencia que llevaban los esclavos, pero también nos habla de una sociedad que no permitió tamaña injusticia. En ese sentido toman importancia las palabras del inglés George Love, que describe la situación en 1822 y con las que daremos por finalizada esta nota:
"Es bien conocida la humanidad de los españoles con sus esclavos, en comparación con otras naciones: en Buenos Ayres se les trata con gran bondad. Las esclavas a menudo se colocan más en la posición de amigas que de esclavas o sirvientas. Atienden a sus damas cuando están de visita, sentándose en el suelo de la habitación en que puede estar su ama, y presenciando los bailes que continuamente se realizan entre los miembros de las familias. Estas esclavas, en consecuencia, se vuelven bastante conocedoras y expertas, a su manera; y, de tanto estar en el mundo de la moda, imitar a sus superiores. Los he visto bailar el minué y la contradanza española, con gran elegancia.
El Washington Post y un debate impensado: "¿Por qué no hay negros en la Selección argentina?"
Los hombres esclavos, cuando lo merecen, son tratados con igual bondad: honra los corazones humanos de sus patrones; y casi los adoro por eso. En otros países, me ha tocado en suerte ver a esos desdichados tratados con barbarie, incluso por mis propios compatriotas.
Al final, ningún efecto negativo puede resultar del comportamiento amable con los esclavos: en Buenos Aires, parecen cariñosos, felices y agradecidos. Por supuesto, se encuentran espíritus descontentos; pero hablo en un sentido general. De una noche (aunque creo que no es una regla constante), he visto esclavas sentadas en la misma cámara con su ama y familia, haciendo labores de punto.
Los esclavos pueden exigir su papel, es decir, el título que los vincula, y buscar otros patrones; y, por crueldad, puede alegar una denuncia con el alcalde. Por mala conducta grave, el propietario puede hacerlos castigar con flagelaciones, etc. Hay otros castigos para las mujeres.
Los hombres esclavos no son numerosos; una gran parte de ellos habiéndose alistado como soldados...".