Las dificultades para financiar el déficit y conseguir dólares alejan a los inversores

El ministro Massa pretende bajar la inflación sin bajar el gasto y por eso ya no consigue que los inversores le sigan financiando. La columna de Rodolfo Cavagnaro.

Rodolfo Cavagnaro

El ministro Sergio Massa pasa estos días con una gran preocupación: cerrar las cuentas para cumplir lo acordado con el FMI, aunque para ello deba recurrir a contabilidad creativa. Por el lado de achicar el déficit el ministro sigue cortando gastos, que en realidad debe leerse como cortar pagos. Es que muchos gastos se han hecho, pero se posterga el pago hasta enero, que ya es otro año. Ahí están generando conflicto porque, mientras no terminan con gastos superfluos, no les pagan bien a los médicos, y a otros prestadores sociales.

Pero, si bien esta parte se puede "dibujar" de alguna manera, lo cierto es que tiene que financiar el déficit. En principio, el Banco Central financió a la Tesorería mediante adelantos transitorios y distribución de utilidades con la emisión 1,305.051 billones en los últimos doce meses. Hizo algunas emisiones de bonos, con plazos cortos (no más allá de junio 2023) pagando tasas de 105% anual. A su vez, el Banco Central debió emitir, para absorber bonos que no quisieron ser renovados por los inversores particulares, la suma de $ 1,382.293 billones.

La situación sigue siendo tensa. El día 14 debe afrontar un nuevo vencimiento de obligaciones y no se descarta que recurra nueva mente al auxilio de provincias y municipios, más algún otro órgano público, además de la maquinita del Banco Central. Para esto, el Tesoro está pagando tasas demasiado altas porque, a la inflación, se le suma la desconfianza de muchos inversores que calculan que no podrán cumplir (si emiten incumplen con el FMI) y temen que salgan con una especie de Plan Bonex, mediante la colocación de un bono compulsivo a 10 o 20 años.

Forcep inflacionario

El gobierno no hace nada para cambiar las condiciones que causan la inflación y mucho menos para generar la confianza necesaria como para que los argentinos quieran conservar los pesos. Cada día se acelera más la circulación del dinero y esto explica los altos índices que persisten en niveles superiores al 6%.

No obstante, Massa quiere bajar esos índices de cualquier manera y para eso creó un programa que denominó Precios Justos. Consiste en un acuerdo (aún muchas empresas no los han firmado) para congelar precios de 1200 productos básicos por 90 días mientras que el resto solo podría aumentar un 4%. En eso incluyó a las empresas de combustibles y hasta han frenado el proceso de ajustes de tarifas de servicios públicos.

No obstante, mirando los costados fiscales y monetarios, esos objetivos, de llegar a un 3% mensual no son compartidos por los especialistas. De hecho, el miércoles se conoció el REM (Relevamiento de Expectativas de Mercado) que publica mensualmente el Banco Central reflejándola opinión de 40 Consultoras y centros de investigación. El promedio de estos análisis da un 99 % para 2022 y 99,7 % para 2023, mientras que para 2024 calculan un 75%.

Puede ser que el gobierno consiga alguna baja transitoria, ayudada por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios frente a la inflación y la recesión que se agudiza día a día por la falta de insumos importados, que paraliza muchas empresas. Pero no tiene sustento porque la misma política monetaria empujará los índices. El problema ya no es solo emisión sino el volumen el gasto público, cualquiera sea la forma de financiarlo.

Por ahora, el gobierno confía en hacer bajar la inflación sin bajar el gasto público ni la emisión, una ecuación que nunca ha funcionado, aunque pueda tener efectos transitorios. Los problemas son estructurales y para ellos no hay soluciones, pero tampoco debate en los niveles dirigentes. Parece que todo saben lo que hay hacer y tienen pánico con solo mencionarlo.

A la pesca de los dólares

El gobierno sigue en la obstinada carrera por tratar de contener la demanda de dólares, a la vez que busca camino para conseguir ingresos de divisas. Hay un reconocimiento de que el atraso cambiario genera menores negocios y muchos perjuicios para muchos exportadores, sobre todo de las economías regionales, aunque no hay soluciones para ellas.

Pero las soluciones que aparecen son de muy corto plazo. Por ahora, todas las esperanzas están puestas en el Plan Soja 2, para atraer lo que queda de los saldos de las últimas cosechas. Con este operativo Massa calcula recaudar unos 3.000 millones de dólares. A su vez estarán disponibles unos US$ 500 millones adicionales para compensar costos generados por la guerra Rusia-Ucrania. También esperan poder habilitar US$ 5000 millones del swap con China. Todo esto para llegar al 31 de diciembre próximo y poder cumplir con el FMI.

El Gobierno hoy tiene un problema. Tiene un compromiso con los importadores de US$ 10.000 millones. Esta cifra fue la que los importadores debieron financiar con la promesa de que el gobierno repondría las divisas al precio oficial. Pero el ministro está utilizando la limitación como una forma de obtener ventajas. Así nació el llamado "dólar banana", que no es un tipo de cambio especial, sino que, a cambio que los importadores de banana mantengan un precio acordado, promete entregarle divisas a 30 días y no a 90 o a 180 como hacen con el resto.

La carencia de dólares seguirá marcando el ritmo de la economía, agravado por las pérdidas generadas por los problemas en la cosecha de trigo. Hay muchas dudas sobre lo que pueda pasar con las de maíz y soja de mantenerse la actual sequía. Ante estas falencias, se trata de mejorar de a poco las condiciones para los exportadores. El BCRA viene aumentando el tipo de cambio oficial a un ritmo de 6,5%. Si la inflación fuese menor, habría una mejora real. De la misma manera, el BCRA decidió no bajar la tasa de interés, a pesar de la intensión de tener índices no superiores al 4%.

Esta semana sabremos los índices de precios de noviembre y habrá que esperar las liquidaciones de los exportadores de soja para poder afrontar el larguísimo año 2023, donde se mezclan la sequía y las elecciones. El único dato positivo es que el dólar está bajando en el mundo. Hasta el último día había bajado un 8%, hasta los niveles de junio, porque los mercados ven que no habrá muchos más aumentos de tasas y, además, ya se perciben señales de recesión en el país del Norte. Esto puede generar menos presión sobre el tipo de cambio y un posible aumento de las materias primas.

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