Los tres papas simultáneos y un Francisco que no quisiera morir antes que Benedicto
El Papa argentino cree que debería dar un paso al costado, pero todavía está en el rincón de los renunciantes su antecesor. Los dimes y diretes de los pasillos del Vaticano, más transparentes que nunca en 18 siglos.
La transparencia de los tiempos actuales le ha quitado secretismo, inclusive, al Vaticano, tras cuyos gruesos muros a lo largo de 18 siglos ha pasado de todo (realmente "de todo"), pero no nos enteramos a tiempo o directamente, jamás, salvo por algunos libros o versiones publicadas hasta décadas después.
Siempre hubo fake news y cuando la realidad se asemeja tanto a la ficción es difícil determinar qué es verdad y qué no. Hoy, esa fe que lleva a creer en unas versiones o refutarlas, se parece mucho a la que exige la religión como lealtad y disciplinamiento. Y así, la sociedad se divide entre los que creen en versiones de cosas y los que no.
Lo que sí sucede hoy es que toda información circula más rápido y, además, hay menos miedo a supuestas consecuencias sobrenaturales de informar sobre lo que ocurre en la oficialmente denominada como "Santa Sede".
La evidencia, asimismo, es más elocuente y es por ello que en los pasillos del Vaticano (los internos y en las columnatas y cafés cercanos) el tema de moda es la coexistencia no de dos, sino de tres Papas en simultáneo.
Efectivamente, hay uno renunciado, Josep Ratzinger, que reinó bajo el nombre de Benedicto XVI, con salud delicada pero sobreviviente; está el formal, Jorge Mario Bergoglio, conocido globalmente como Francisco. Y el tercero es el futuro Papa, que ya no parece ser una promesa, sino un emperador en "modo espera": el "joven" cardenal filipino Luis Antonio Tagle, de 65 años.
Ratzinger conservador, Bergoglio peronista y Tagle, señalado como liberal, pero en un concepto internacional que lo ubica como más moderno y si se quiere, "progresista", en comparación con el ala ultraconservadora que representa el "Antipapa" Gerhard Ludwig Müller.
Hay un asunto extra en este trío y es que la dimisión del alemán parece haber inaugurado un nuevo tiempo, en el que la gobernanza tanto de la Iglesia como del Estado Vaticano acepten que no se trata de un asunto "de por vida", sino de un mandato mientras dure la capacidad de acción del pontífice.
En este entendimiento, es Bergoglio el próximo que quiere renunciar, achacado en su salud, pero además, como buen argentino y peronista, para disfrutar en vida de las repercusiones de su paso por el liderazgo mundial.
Aparecen varios problemas, según lo analizan desde la burocracia vaticana, a saber:
- No puede renunciar Francisco si Benedicto todavía está vivo. La acumulación de renuncias de Papas sería un dato negativo para una Iglesia que estaba en sangría de fieles y que fue reactivada con la elección del "Papa del Fin del Mundo".
- A Francisco no le gustaría morir antes que Benedicto, cuya debilidad es extrema, pero que se aferra fervorosamente a la Tierra, como si no hubiera un Cielo esperándole. Es un tema que suena feo, pero del que se habla. Y si bien esta afirmación cabe en el terreno de las especulaciones, solo hay que imaginarse la dimensión del lío que se armaría con un Papa emérito vivo y el activo muerto, con otro en campaña desde las sombras.
- El filipino Tagle en proselitismo para ser el próximo ve crecer la oposición mientras más pasa el tiempo, y las especulaciones indican que le gustaría más bien gobernar una Iglesia unida en sus divergencias y no ser el pontífice de un nuevo cisma.
- Francisco y Benedicto no se aguantan más, por más que la foto de ellos juntos sea de vez en cuando, al menos una vez al año, para el cumpleaños del emérito, un aliciente para la feligresía que prefiere no saber nada y no entender cómo se gobierna su fuente de esperanza en un mundo con tanta incertidumbre.
- Hay un dicho en los corrillos de los Palacios Pontificios, y es que "Francisco va a visitar a Benedicto para asegurarse de que siga con vida o no, de primera mano, porque no confía en nadie". Es un chiste cruel. Pero no tanto.
Así las cosas, uno de los partidos políticos de Dios tiene sus tensiones más a la vista que nunca, y con sus jefes más proclives a abandonar la lucha que a sostenerla con programas y acciones. Un desgaste del que ahora se puede saber gracias a que la información circula más rápido y que resulta más difícil abusar del secreto y el miedo. ¿Será esto un indicio de democratización o solo una anécdota de la historia?