San Martín, lector

La Magíster Fabiana Mastrángelo toma perfiles particulares, uno por uno, del General José de San Martín, para comprender mejor su dimensión en el Agosto Sanmartiniano.

Fabiana Mastrángelo

Sabemos que José de San Martín fue un eximio general y gran estratega. Desplegó sus dotes de líder, su pericia militar y, especialmente, la concreción de su ideal de liberar Argentina, Chile y Perú. Sobre este tema se ha escrito mucho y se lo reitera, especialmente, cada año en el mes de agosto. Se inicia con el recordatorio de la creación del Ejército de los Andes (1 de agosto de 1816); continúa con la conmemoración del fallecimiento de su esposa (3 de agosto de 1823) y el del propio libertador (17 de agosto de 1850); el nacimiento de su hija Mercedes (24 de agosto de 1816); y culmina con la creación de la Biblioteca Nacional de Lima (28 de agosto de 1821).

Su vida transcurrió de batalla en batalla, sin embargo, siempre manifestó preocupación por los libros, la educación y la cultura. Cuando San Martín inició su carrera militar, siendo casi un niño con once años (España, 1789), comenzó a interesarse por la buena lectura y a comprar los libros que integrarían su futura "librería". Este es el nombre que se le daba en el siglo XIX a la colección personal de libros.

El valor dado por el Libertador a la lectura y los buenos libros se evidenció en diferentes hechos. Citamos sólo algunos. Trasladó sus libros desde España a Buenos Aires (1812) donde incorporó algunos ejemplares más. El próximo destino fue Mendoza (1814), Santiago de Chile (1817) y finalmente Lima (1821).

Un estudio interesante sobre este tema está incluido en la obra Ideario de San Martín, escrita por Pedro Luis Barcia[1] - ex presidente de la Academia Argentina de Letras - quien afirma "San Martín fue un lector gustoso (...) era un lector habitual" (2015, p.75). Su librería estaba compuesta por 13 cajones o baúles, con un total de 268 obras y 725 volúmenes, el 68, 65% de estos están escritos en francés (Barcia, 2015, p.106), el idioma de la cultura y la ilustración en esa época.

Además de las obras referidas a su profesión militar, sus libros predilectos eran los de la escuela filosófica del siglo XVIII, en cuyo pensamiento se había formado. Las ideas de soberanía popular, división de poderes, libertad civil y religiosa, publicidad de los actos de gobierno, entre otras, surgieron en ese siglo. San Martín leyó a los filósofos de la ilustración como Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Diderot y encarnó esas ideas. En el ideario iluminista el nivel intelectual de los pueblos era uno de los cauces fundamentales de su liberación. Dijo el Libertador: "La ilustración y el fomento de las letras son las llaves maestras que abren las puertas de la abundancia y hacen felices a los pueblos".   

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Se conocen las obras que componían dos de sus bibliotecas personales. Los fondos de la primera lo acompañaron en su largo caminar desde Cádiz a Lima, como ya comentamos, en cuya Biblioteca Nacional quedaron depositados. Los de la segunda, fueron donados en 1856 a la Biblioteca Pública de Buenos Aires por Mariano Balcarce, el yerno de San Martín, y correspondían a los ejemplares que tenía en su residencia de Boulogne-sur-Mer (Francia). Balcarce afirmó en el texto de donación: "creo llenar los deseos e intenciones de mi señor padre, quien siempre amigo de las Letras y del Progreso hizo en otra época obsequios de esta especie a Mendoza, Santiago de Chile y Lima".

En definitiva, la cultura y la educación eran para el Libertador las bases de la verdadera independencia de un país, incluso más poderosas que el propio ejército. Es conveniente transmitir a las nuevas generaciones no sólo el concepto del San Martín militar y político que liberó tres países, sino también al hombre ilustrado, al Libertador amante de los libros, al "lector gustoso, al lector habitual".



[1] BARCIA, Pedro Luis (2015). Ideario de San Martín. Fundación Banco de San Juan; Fundación Banco de Santa Fe.

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