Qué opina la izquierda argentina sobre la Ruta de la Seda de China

"China ha comenzado por subordinar económica y políticamente a los países que ven con buenos ojos su proyecto" define un artículo que analiza el plan de China desde su Ruta de la Seda, al que Fernández montó a la Argentina.

La incorporación de la Argentina por parte de Alberto Fernández a la Ruta de la Seda de China (BRI, sigla en inglés con la que se la identifica), con la firma de un compromiso en ese sentido con el presidente chino Xi Jinping, supone una serie de encadenamientos con el régimen comunista del gigante asiático y su estrategia cultural, económica y política de expansión por el mundo.

Si bien podría suponerse que la izquierda internacional se subordina a este sistema, tiene variaciones en su concepción según el país. En Argentina, un informe firmado por Rafael Arturo Mota en La Izquierda Diario, el medio del PTS (Partido Socialista de los Trabajadores), desmenuza el plan de China y lo critica en duros términos.

Antes de leer completo ese análisis, algunas de las frases que incluye el artículo son:

- "China ha comenzado por subordinar económica y políticamente a los países que ven con buenos ojos su proyecto".

- "Dentro de sus fronteras han lanzado un plan de reducción de gases. Sin embargo, se ha encargado de promover la construcción de plantas termoeléctricas alimentadas por carbón en los países que forman parte de la BRI. Así, busca patear el problema de la contaminación fuera de sus fronteras".

Qué opina la izquierda argentina sobre la Ruta de la Seda de China

- "Los trabajadores chinos en otras latitudes son obligados a trabajar jornadas de 13 horas diarias, seis o siete días a la semana, en condiciones deplorables que los llevan a tener altas tasas de mortalidad, mientras las empresas les confiscan sus pasaportes".

- "El costo es muy alto. Por un lado, el enorme impacto ambiental y por el otro, las terribles condiciones de vida a las que arrojan a millones de personas en todo el mundo".

- "Si la burocracia China encabeza hoy un proyecto a escala global que pone en riesgo la vida de millones de personas, implica también que, para resistir, organizarse y vencer, hay que hacerlo en clave internacional".

El artículo de La Izquierda Diario

Claves para entender qué es la Ruta de la Seda del Siglo XXI

Por Rafael Arturo Mota

China ha sido el país de mayor crecimiento de los últimos años. Los últimos 38 años ha registrado un promedio de crecimiento anual de casi el 10%. Se convirtió así en el principal consumidor de materias primas del mundo. En el último año y medio sostuvo una guerra comercial con Estados Unidos que ahora ha entrado en una nueva etapa al anunciarse un acuerdo para retirar los aranceles por fases. Esta guerra de aranceles tiene de trasfondo algo más que sólo lo económico. El plan de China es convertirse en la primera potencia a nivel mundial para el 2050. Entre sus planes más ambiciosos se encuentra la Ruta de la Seda del Siglo XXI, ¿qué es, qué importancia y consecuencias tiene?

El proyecto económico

Es un titánico plan de transportes que busca conectar a China con prácticamente todo el mundo y que es principalmente financiado por dicho país. Adquiere su nombre de las caravanas que hace 2.300 años conectaron Asia Central con el Oriente Próximo, aunque también es conocida como "Iniciativa de una franja, un camino" (BRI, en inglés). Es una ruta terrestre, marítima y transoceánica que afectaría a aproximadamente 4, 400 millones de personas y 65 países.

El proyecto es tan ambicioso que pretende revolucionar desde las relaciones comerciales hasta las culturales de los países involucrados. Este permitiría a China postularse para disputarse la gran potencia a nivel mundial.

Algunas primeras consecuencias políticas

Si bien aún es difícil prever cuáles serán, lo cierto es que China ha comenzado por subordinar económica y políticamente a los países que ven con buenos ojos su proyecto. Todo esto al exigirles cada vez una mayor presencia de Beijing en asuntos domésticos, como en el caso de algunas naciones del sudeste asiático como Myanmar.

Al ser China uno de los principales inversores y prestamistas para el desarrollo del proyecto, le permitirá por esta vía exigir la imposición de ciertas políticas en caso de que tuviera que renegociarse la deuda con este país. Por otro lado, la respuesta que EEUU pueda dar para frenar esta iniciativa es difícil de augurarse. El último año y medio fue a través de la guerra de aranceles que busco frenar a China, pero no queda descartado que pueda avanzar en conflictos armados regionales, principalmente en las zonas de mayor inestabilidad política.

El combustible del motor del crecimiento es la destrucción ambiental. Es uno de los riesgos latentes más importantes dentro de este proyecto. China se ha destacado por basar su crecimiento en el uso de carbón como combustible principal para generar energía, convirtiéndolo en el principal emisor de gases de efecto invernadero del mundo. Tan solo en 2013 murieron en dicho país 1,6 millones de personas por enfermedades relacionadas a la contaminación.

De tal manera que dentro de sus fronteras han lanzado un plan de reducción de gases. Sin embargo, se ha encargado de promover la construcción de plantas termoeléctricas alimentadas por carbón en los países que forman parte de la BRI. Así, busca patear el problema de la contaminación fuera de sus fronteras. Tan solo a finales del 2016, estaba involucrada en 240 proyectos de infraestructura vinculada al carbón en los países que participan del proyecto de la Nueva ruta de la seda.

Se espera que la BRI atraviese más de 1739 áreas que contienen ecosistemas sensibles que hasta ahora no han sido fuertemente explotados, amenazando a aproximadamente 265 especies. Si el proyecto llega a consumarse sin ningún tipo de regulación, podríamos estar ante un ecocidio de proporciones nunca antes vistas.

No sólo eso, en América Latina y África ya son notables las consecuencias medioambientales de las políticas chinas. Con inversiones de 10 mil millones de dólares en Uganda, Tanzania, Kenia, Etiopía, Sudán del Sur, Somalia, entre otros, para la construcción de obras de infraestructura ferroviaria. A su vez, está buscando impulsar la construcción de una red ferroviaria de 5300 kilómetros en Brasil y Perú.

Súper explotación laboral

Si el modelo chino ha triunfado es también porque exporta el excedente de su mano de obra nacional a los lugares donde busca invertir. Es más rentable porque de esta manera pueden pagarles salarios inferiores a los que deberían pagarle a los trabajadores locales. Permitiéndoles también explotar a sus obreros como en China, evitándose así arriesgarse a protestas o procesos judiciales con la mano de obra nativa.

Los trabajadores chinos en otras latitudes son obligados a trabajar jornadas de 13 horas diarias, seis o siete días a la semana, en condiciones deplorables que los llevan a tener altas tasas de mortalidad, mientras las empresas les confiscan sus pasaportes. De esta manera también reducen las condiciones laborales de manera general en el mercado de trabajo donde se instalan.

El BRI es clave para China

Si China quiere constituirse como potencia hegemónica a nivel mundial, este proyecto es vital para ellos, porque, no solo tiene consecuencias económicas, sino que reconfigura el tablero geo político. A la vez que permite un intercambio acelerado de mercancías, le permite subordinar políticamente a los países donde está invirtiendo y le permite tejer alianzas con otros actores que han sufrido los embates de Trump, como la UE. Paradójicamente, con la política proteccionista de Washington, China ahora es el abanderado del proyecto globalizador y de continuar con el libre mercado que genera ganancias millonarias a las grandes empresas trasnacionales.

Sin embargo, el costo es muy alto. Por un lado, el enorme impacto ambiental y por el otro, las terribles condiciones de vida a las que arrojan a millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, en la realidad convulsa que vivimos el día de hoy, suena impensable que, con las protestas y revueltas que hoy cruzan el mundo, el proyecto pueda llevarse a cabo sin mayor contratiempo. Si la burocracia China encabeza hoy un proyecto a escala global que pone en riesgo la vida de millones de personas, implica también que, para resistir, organizarse y vencer, hay que hacerlo en clave internacional. No importa si es el FMI o el Banco Chino, la urgencia por patear el tablero es latente y necesaria.

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