Cuánto le sale a una víctima de delito empezar la búsqueda de justicia
El sobreviviente de la Tragedia de Flores de hace 25 años, Matías Bagnato, explica por qué es necesaria una Ley de Víctimas que, al menos, equipare sus derechos al que ya tienen los delincuentes.
Para Matías Bagnato "no puede ser que cuando alguien cae preso tiene a su servicio un abogado que lleva su causa, y que la víctima de esa persona lo tenga". Este punto de vista no le pertenece, sino que podría ser el de cualquier humano con sentido común. Pero no para la legislación vigente en la Argentina. Las víctimas de delitos no tienen un abogado, de los buenos, experimentado, como lo suelen tener los autores de los delitos más aberrantes. Y por eso Bagnato es uno de los impulsores de la aplicación lisa y llana de la Ley de Víctimas, que establece una igualdad de condiciones para quienes han sufrido a la delincuencia.
Bagnato está esperando con un pánico indescriptible (y una acción social admirable), desde hace 25 años, el regreso de la persona que asesinó a su familia y amigos. Es el único sobreviviente de la Tragedia de Flores. La noche del 16 de febrero los Bagnato habían visto cómo su equipo, San Lorenzo, le ganaba a Independiente un partido por la Copa de Verano. Subieron a los dormitorios una vez terminado el cotejo. La abuela, que habitualmente dormía con Alejandro, estaba en Necochea. Su amigo, Nicolás, se quedó a dormir.
Uno de los relatos más estremecedores del caso lo contó la periodista Emilse Pizarro. Ella contó en Infobae que la madrugada del 17 de febrero de 1994 Matías despertó con la sensación de tener "una madera atravesada en la garganta". Doblado, con medio cuerpo sobre la ventana, Matías vio sobre la calle a Norberto, su vecino.
"¡Matías, tirate, prendieron fuego la casa!", le gritaba. La voz de Norberto se confundía con el ruido que venía del cuarto contiguo. Como un soplete gigante, una llama azul bramaba desde la habitación de su hermano Fernando. Aún un tanto dormido, vio que por debajo de la puerta de su cuarto se colaba una luz. "¡Esperá que mis viejos están despiertos!", le gritó a Norberto, según el relato de la cronista Pizarro.
Tomó aire, se quitó la remera, se tapó la boca con ella y abrió la puerta. No pudo avanzar: cuando logró abrirla una lengua de fuego entró a la habitación. Matías gritó que no se preocuparan por él, que podía salir por la ventana.
- Cuando miré para abajo vi que había fuego hasta la mitad de la calle. El fue a matar. Conocía la casa a la perfección: sabía que la habitación de Fernando y la mía eran las únicas que no tenían rejas.
No recuerda cómo fue que bajó. Lo que sabe lo reconstruyó a partir del relato de sus vecinos. Hubo una escalera, una terraza lindera, un policía, otro vecino. Tampoco recuerda haber pateado los autos estacionados: los bomberos le impidieron entrar a la casa. Una vez afuera, Matías quiso entrar a salvar a sus hermanos. A Fernando lo había escuchado: "¡Me quemo, me quemo!".
Cuánto cuesta la Justicia
La Justicia no es igual para todos. Lo saben las víctimas. Lo sabe Bagnato que, en diálogo con Memo, solo pide "que tengamos un abogado y no tener que vender todo lo que poseemos para poder pagarle".
Lo establece la Ley de Víctimas que, advierte, "no requiere de adhesión específica por parte de las provincias, sino que rige de hecho y los Estados provinciales deben modificar sus códigos penales a los efectos de darle cumplimiento, sin necesidad de abrir un debate legislativo sobre si se debe adherir o no".
Parece un caso de sentido común, pero no es el más común de los sentidos. No se avanza. Y por eso estuvo en Mendoza el jueves 20 para "tratar de debatir el tema y convencer a los futuros abogados", como nos dijo, "de la importancia de que la víctima tenga, al menos, los mismos derechos que sus agresores". La reunión fue en la Facultad de Derecho de la UNCuyo y participaron junto a él el diputado nacional Luis Petri, la coordinadora del Observatorio de Víctimas, del Ministerio de Justicia de la Nación y María Luján Rey, familiar de víctima de la Tragedia de Once.
Bagnato le puso cifras al calvario de las víctimas: "No solo sufre el hecho en sí, sino que para buscar que haya justicia tiene que partir de pagar, por lo menos, por una querella, unos 50 mil dólares. De allí que el que tiene propiedad o bienes, los tenga que vender. Y el que no, no encuentra abogado ni justicia", dijo. Y se preguntó: "¿Está bien que una persona que fue víctima de un delito tenga que deshacerse de su casa para conseguir que el caso se esclarezca?".
No, indudablemente.
De allí la importancia de que se avance con nuevas formas de reparación y respeto para quienes han sufrido el accionar de delincuentes.