El juego de la democracia: el momento exacto para premiar o castigar
No votar, o hacerlo en blanco es una opción, pero también representa una renuncia a ser parte. Pero votar permite igualarnos en la oportunidad de cambiar las cosas que están mal o sostener las que se quiere que continúen. Es un gran día en el que todos podemos jugar con iguales reglas.
En este juego nadie mata o muere. La democracia permite algo sublime: la alternancia, la selección de los mejores por sobre los peores, la revisión de lo hecho para dar un respaldo en la continuidad o bien, todo lo contrario.
Este domingo de elecciones cada persona inscripta en el padrón tiene un superpoder que, jugado en la urna, discutido en familia, debatido con amigos, adquiere una fuerza única para definir quiénes, cómo y para qué ejercen roles en el ejercicio del poder político. En este momento, definen mayorías en cuerpos legislativos municipales, provinciales y nacionales, con una posibilidad de la que pocos dieron cuenta durante la campaña: cortar boleta en cada una de las categorías para elegir por más de una opción, de acuerdo a los equilibrios o desequilibrios que se quieran generar.
Es un verdadero juego y conforma, además, la posibilidad de premiar y castigar que cada uno tiene como parte del sistema.
¿Dónde tengo que votar?: revisá el padrón vigente para mañana
Un ciudadano representa un voto, y no hay mejor regla del juego que esa.
Los propios candidatos por Mendoza que se han expresado en el período en el que se mostraron ante la sociedad, que lo hoy sucede en cada escuela es un plebiscito en el que se valora a intendentes, dándoles o no más concejales partidarios en sus comunas. De igual modo, hay dos grandes cuestiones en el escenario que generarán evocaciones en quienes salgan a jugar a la escuela en la que están empadronados: el gobierno nacional de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y el provincial de Rodolfo Suarez y Mario Abed. Ambos, con todo lo que implican y como cada uno lo sienta.
Allí está lo hecho o lo que dejaron de hacer y hoy no se expresan solamente sus partidarios, que inundan las redes sociales con alabanzas a los propios y avanzan con una topadora contra los adversarios. Hoy se expresa toda la ciudadanía, sin necesidad de ser parte de ninguna "masacre" como las que propone la guerra enceguecida y enceguecedora de las redes partidizadas. Un ciudadano es un voto que vale igual al otro, y es la propia razonabilidad de cada uno lo que puede hacer que las cosas cambien o que sigan igual, para mal o para bien, según sea el convencimiento del votante.
No votar, o hacerlo en blanco es una opción, pero también representa una renuncia a ser parte.
Sobre el final de la jornada, sabremos quiénes fueron los premiados y quiénes los castigados. Y el lunes, los que trabajan deberán volver a hacerlo: todo seguirá igual, pero habrá una diferencia y es el tamaño de la esperanza que le quede a cada uno en torno al futuro del lugar en que vivimos.
Votar es la más exquisita obligación a la que se nos puede someter. En el cuarto oscuro, cada uno se vuelve el artífice de su futuro y el de las personas que quiere.