El golpe de Estado a Arturo Illia y el último duelo en Argentina

"No fue hace mucho, aunque parezca otro tiempo", anota Gustavo Capone en esta nota de Historia perdida en el tiempo. Un periodista y un militar que integró la junta que destituyó a Arturo Illia. La historia del último duelo en Argentina.

Una secuela a puro "sablazos" tras el quiebre constitucional. 28 de junio de 1966. Pasaron 55 años del golpe cívico - militar que destituyó al presidente Arturo Illia. Reprobable desde todo punto de vista. Además, infundado.

"El golpe" a Illia no fue un hecho inesperado. Gran parte de la dirigencia política, sindical, eclesiástica y empresarial lo estimularon, contando además con una fuerte adhesión periodística. Buena parte de la sociedad también acompañó con su pasividad el quiebre institucional. Las alteraciones constitucionales se sucedían frecuentemente, instancia que no permitía consustanciar a la ciudadanía con una imprescindible cultura democrática.

Hoy abordaremos expresamente solo una secuela de aquel hecho inconstitucional. Un duelo. Y así como el golpe al gobierno radical la historia se encargó de refutarlo hubo una circunstancia que, al margen de anecdótica, nos muestra también un costado pasional en defensa de las convicciones.

1968: El último duelo en el país

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Sablazo va, sablazo viene. "Esto es para que vea que los radicales no somos ningunos maricones"; gritó el periodista y político radical. "Reconozco su valentía, pero no puedo sostener lo mismo de todos los radicales"; refutó el almirante.

Yoliván Biglieri, era el dirigente radical. Abogado, legislador, periodista. director del diario "Autonomía" de Lanús. Como anécdota futbolera: fue presidente del Club Atlético Lanús. Benigno Varela, era el almirante que comandó la Armada Argentina entre 1963 y 1968 e integró la Junta Revolucionaria que depuso a Illia llevando a Onganía como presidente de facto. Y como dato histórico, era hijo de Héctor Benigno Varela, militar responsable de los cruentos sucesos recordados como "la Patagonia Rebelde" en 1921 durante la presidencia de Yrigoyen.

Un duelo. Fue el 3 de noviembre de 1968. Entre el radical y el marino. De madrugada. Un domingo. En una quinta de Buenos Aires.

El duelo; manera viril de dirimir sus asuntos cuando un agravio u ofensa lastimaba su honor. "A muerte", y cara a cara. Dichas disputas encerraban un protocolo preciso. Con jueces, médicos y padrinos que indefectiblemente debían ostentar una reputación intachable.

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La "nota" que rebalsó el vaso

Que Varela hubiera participado en el golpe de estado había dejado "muy caliente" a los radicales. Lo consideraban un traidor. Un mes antes del quiebre constitucional, en el acto del Día del Ejército (29 de mayo de aquel 1966), el teniente general Pistarini brindó un discurso destituyente. En su arenga preanunciaba el golpe. El gobierno de Illia para contrarrestar la acción les solicitó a los militares que apoyaran al gobierno firmando un acta de adhesión a las instituciones. Muchos se negaron a firmarlo, entre ellos Pistarini. No fue el caso de Benigno Varela, quien rubricó el documento jurando su lealtad al orden constitucional.

Biglieri nunca pudo olvidar la traición de Varela. Fue así, tras dos años de silencio sobre el caso, publicó en su diario "Autonomía" (14 de octubre de 1968) una nota donde hacía un desglose de traiciones en la carrera del marino. "Pocos días antes del 28 de junio de 1966, el entonces almirante Varela, efectuó una comunicación de lealtad a las autoridades constituidas y hacia la defensa de las instituciones republicanas. (...) Pero quienes pensaron que el almirante Varela iba a actuar de acuerdo con sus convicciones, no conocían sus antecedentes. Varela era el mismo que juró lealtad a Perón después del 16 de junio de 1955 y el que después del 16 de septiembre quería fusilar peronistas. Era el mismo que mostraba lealtad al almirante Rojas y lo negaba después que Frondizi asumió el gobierno. (...) Era el que había realizado mejoras en su casa utilizando personal y fondos de las fuerzas armadas". Escribió Biglieri, entre otras cosas.

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Hasta morir "desangrado"

"No se lo permitiré". Por consiguiente, la única forma de reparar el honor ante la ofensa sería un duelo. Fue la postura del almirante, comunicada por telegrama del Correo Argentino.

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El arma elegida sería el "sable de filo, contrafilo y punta". Hubo tres reuniones donde ultimaron detalles. Varela quería que el duelo fuera en la cubierta de un barco. Biglieri en la CGT. Al no haber acuerdo se dispuso un campo neutral: Caaguazú al 200 de Monte Chingolo, en la quinta de Enrique Ballaratti, otro ex presidente del Club Lanús.

El duelo no sería a "primera sangre". Irían hasta las últimas consecuencias. Los códigos de honor determinaban entonces que no terminaría cuando aparecieran las primeras heridas en uno de los duelistas, continuarían hasta que alguno pidiera perdón o muriera. Se dispuso que habría tres asaltos donde podían ser asistidos solo por sus médicos particulares.

"A ustedes"

El juez de lance Escipión Ferretto, instructor de esgrima, dio la orden: "A ustedes".

Mariano Hamilton en su libro "Duelos. Los sangrientos combates por el honor en la historia argentina" (Planeta. 2019) efectuó un relato del enfrentamiento: "Biglieri y Varela estaban tensos, pero se soltaron cuando Ferretto gritó 'a ustedes'. Y lo que pasó de ahí en más es la crónica de tres asaltos salvajes. En el primer ataque, Biglieri le cortó parte de la oreja derecha a Varela. En la carga siguiente, lo hirió en el brazo. Varela no se quedó atrás y lastimó a Biglieri en la mano. Con un rápido movimiento Varela le hizo saltar los anteojos a Biglieri y lo lastimó en la nariz: había tirado un hachazo a fondo que por poco no le partió la cabeza al medio como una sandía. (...) En el segundo round, Varela cortó a Biglieri en el pómulo y en el abdomen, pero tampoco la sacó gratis, ya que Biglieri le metió un puntazo en la cadera izquierda. (...). En la tercera vuelta, Biglieri fue a fondo e hirió a Varela en la tetilla izquierda. Estuvo a nada de atravesarle el corazón. El sable cayó de las manos de Varela. Se insultaban y sangraban, pero el duelo no había terminado".

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Entre mitos e historias

Por ese tiempo de "Varela vs. Biglieri" el duelo era penado como delito. Ya Gervasio Posadas en 1814 siendo Director Supremo de las Provincias Unidas prohibía batirse a duelo, y aunque el Código Penal lo castigaba livianamente (6 meses si no había lesiones, o estas eran leves, y hasta 4 años si había muertes) siempre los duelos escribieron páginas recordadas de nuestra historia nacional. Por ejemplo, algunos que tomaron trascendencia fueron el de Yrigoyen con Lisandro de la Torre o el de John William Cooke con Arturo Frondizi. Pero muchas personalidades se vieron envueltos en estas lides: Lucio V. López, Leandro Alem, Jorge Newbery, Alfredo Palacios, Leopoldo Lugones, Raúl Scalabrini Ortiz, Federico Pinedo, Isaac Rojas, Ernesto Sanmartino, Arturo Jauretche. Un caso asombroso: Lucio V. Mansilla se batió 7 veces a duelo y fue padrino en 35 oportunidades. Acuñó la inmortal frase: "Se mata o se muere en defensa del honor".

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Debieron pasar 50 años de aquel último duelo para que una ley los prohibiera definitivamente (1 de agosto de 2018).

Sangre, sudor, pero sin lágrimas

Los médicos impidieron que el combate continuara. Los padrinos intercedieron. Los contrincantes no querían aflojar. El duelo había durado media hora. "Se quedó hasta morir; cuando se cayó su espada, le dije que la levantará. Y esperé. Lo podría haber matado. Pero hubiera roto un código honorario"; declaró Biglieri en 2001, recién 33 años después, en su única manifestación sobre el asunto.

Lo que debía ser reservado se filtró. Hasta el famoso diario The New York Times que había venido a cubrir la supuesta visita de Aristóteles Onassis y Jaqueline Kennedy al país, se enteró. El revuelo del duelo había tomado estado público. El periodismo hizo su trabajo, aunque los involucrados nunca manifestaron nada hasta mucho tiempo después.

Nunca se reconciliaron. Hubiera sido una buena señal. Habían lavado su honor con coraje e hidalguía. Eso les alcanzó. Con aciertos y errores, pero siempre dando la cara. El valor y la ética son bienes personales que no se delegan.

No fue hace mucho, aunque parezca otro tiempo.

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