Destrucción organizada y con potencial criminal: no pasó ni en 2001
Los violentos sucesos que terminaron con el incendio de la Legislatura, transmitidos en vivo y en directo por Memo y que no originaron reacción alguna para evitarlo, dejan entrever un plan. Alguien tiene que descubrir de quiénes y para qué.
Si algún integrante de la Justicia hubiese estado en la Peatonal Sarmiento a lo largo del período de más de una hora en que se encendió una fogata con la cual luego se incendió uno de los poderes del Estado, la Legislatura, se habría dado cuenta de algunos datos cruciales que permitirían identificar autores y propósitos de los hechos que surgieron tras la marcha por el femicidio de Florencia Romano.
Si no se podía prevenir de antemano, aun viendo el itinerario de las agresiones a los otros dos pilares de la democracia: la Casa de Gobierno y el Poder Judicial, al menos habrían podido tomar nota de que quienes atacaron el Legislativo contaban con un kit de acción violenta. Todos usaban mochilas, cubrían sus rostros, poseían barretas, mazas, botellas y combustible para generar bombas molotov.
Todos actuaron sabiendo qué querían hacer: que el país viera que la ciudad y la provincia más elegida del país para vivir por su tranquilidad, era un caos.
¿Podría decirse que seguían un plan? Posiblemente, ya que nadie consultaba qué paso seguir, sino que se cumplió una tarea que podría haber sido estudiada con anticipación. Esta vez sí se rompieron los vidrios antes para que entrara el fuego al interior y no como en otras oportunidades. Esta vez trabaron las puertas de entrada y salida de la Legislatura, dejando peligrosamente atrapados dentro del incendio a todo el personal que estaba trabajando. Tenían gente en las esquinas que gritaban hacia el centro de la escena, la puerta principal del recinto legislativo, cada vez que intuían la posibilidad de que llegara la policía.
Por suerte para ellos y desgracia para Mendoza, todas fueron falsas alarmas ya que la policía nunca llegó.
Insólito y descomunal ataque a la Legislatura
En tres oportunidades avisaron que la policía avanzaba desde calle Mitre, pero nunca sucedió. Al final, la destrucción quedó en manos de unos 10 protagonistas y un centenar de festejantes, circunscriptos en la Peatonal entre Patricias Mendocinas y España, pero pudieron irse tranquilos a tomarse el micro porque nadie los persiguió. Solo algunos vecinos los increparon, con miedo y por miedo a que el fuego se extendiera, y ni siquiera supieron responderles: solo pronunciaban eslóganes bien aprendidos y se daban fuerzas con cánticos en los que cualquier "lucha" los dejaba contentos.
La destrucción del patrimonio histórico y público se hizo a la vista de todos y fue transmitido en vivo y en directo, y no tuvo nada que ver con el justo reclamo de justicia por el femicidio de Florencia Romano, el motivo que tomaron de excusa para realizar la "tarea".
¿Se les podrá identificar y reclamar que paguen por sus delitos como cuando se procesaba a la gente por salir a la calle sin barbijo? El horror que sufrió Florencia no se puede multiplicar en más horrores de diverso tipo y, de hecho, fue tan absurdo el ataque el Poder Legislativo usando en vano su nombre, que hasta usaron para prender sus fogatas el banco rojo contra la violencia de género que estaba en Plaza Independencia: no luchaban contra la violencia, sino que evidentemente buscaban generarla, justificarla y exhibirla en todo el país.
Si tenían la idea de mostrar una Mendoza caótica, lo consiguieron. ¿Esa era la idea? ¿Cuál es el objetivo y quién y quiénes están detrás de esto? ¿Alguien cree que realmente les importa lo que está pasando en el mundo con los femicidios?
Hay muchas explicaciones que resulta necesario escuchar y actuaciones que cumplimentar. Tanto por la inoperancia del 911 con respecto al asesinato de Florencia como con el ataque irresponsable e injustificable a la Legislatura, la Casa de Gobierno y el Poder Judicial. Porque el que calla y el que no actúa, otorga. Y no hay necesidad de que en Mendoza tengamos que estar pendientes de situaciones como ésta una y otra vez.
La transmisión en vivo de los hechos