El país feudal, la tentación totalitaria y Abigail como denuncia de lo evidente pero naturalizado

La imagen de Abigail, la nena que tiene un tumor en la pierna izquierda y que protagonizó una historia que se volvió viral luego de que su padre la cargara en brazos 5 kilómetros para ingresar a la provincia de Santiago del Estero, luego de que la policía provincial le prohibiera ingresar en auto, se ha vuelto un ícono de denuncia del autoritarismo y el poder feudal.

Es que con tan solo una excusa, hay gobiernos que de inmediato adoptan un modelo autoritario de gestión, pretendiendo controlarlo todo, y consiguiéndolo, en desmedro de las prácticas democráticas.

La pandemia de coronavirus covid-19 les ha venido como anillo al dedo a los gobiernos feudales que sobreviven en la Argentina y hasta naturalizados en sus métodos de control total, ante la debilitación del músculo republicano por falta de ejercicio.

Parece que no hay fuerzas suficientes en sus pueblos para cambiar lo que sucede en tierras como Santiago del Estero, Chaco, Tucumán, Formosa o San Luis y, de allí, que la imagen de la niña y su padre, se tornen una bandera que puede ser utilizada políticamente, pero sobre todo, de estandarte ciudadano.

Es que las alertas están encendidas entre los despabilados de esas provincias. Algunas tienen gobiernos eternos y otras, mandatarios que se contagiaron del autoritarismo que prometieron desterrar.

Este último caso es, justamente, el de Santiago del Estero, en donde el matrimonio Zamora llegó desde un partido para torcer el rumbo histórico del manejo familiar de todos los resortes locales, públicos y privados, y se quedó para hacer lo mismo y turnarse en el poder.

Allí los Zamora hacen y deshacen en medio de un panorama generalizado de pobreza, y levantan obras asociando sospechosamente a empresarios que se enriquecen a ritmo acelerado, construyendo monumentales obras de entretenimiento que parecen una burla ante la miseria local, y manejando fuertes sumas de dinero, el que no está disponible, además, para generar oportunidades de que crezca un entretejido de emprendimientos privados, aunque sí para la concentración del poder.

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Allí es donde pasó el caso de Abigail y aunque el gobernador pidió disculpas, la madre de la joven las rechazó: "El pedido de disculpas del gobernador Gerardo Zamora no sirve de nada", sostuvo la mujer en declaraciones a TN. La mamá fue contundente al asegurar que "si desde el primer momento no estuvo, ya no sirve", ya que "por el daño psicológico que causaron, mi niña está en una crisis muy mala".

"Ella está muy mal por causa de lo que nos hizo el oficial de no dejarnos pasar y llegar a nuestra casa. Ni los gritos de mi hija, ni el llanto, ni el dolor, lo conmovieron", explicó Jiménez.

¿Quién debe cambiar las condiciones autoritarias de esas provincias en donde la disidencia está aplastada y sus mandamás lo deciden todo, además de que los medios parecen silenciarse ante las injusticias? Su pueblo, indudablemente. Mal podría haber una intervención externa.

Salvo, que quienes manejan la distribución de recursos desde el poder central renunciaran a su apadrinamiento permanente y les obligaran a producir y sostenerse por sus propios medios: allí el Estado demostraría su incapacidad a cuerpo entero.

Son sus cómplices de la Casa Rosada de cualquier gobierno los que les tienden una mano solidaria a los autoritarios, por acción u omisión, con abrazos y premios, o bien con distancia aunque necesitando el voto de sus senadores para consolidar sus propios proyectos.

Abigail es la fuerza de la empatía social frente a la frialdad de los abusadores del ejercicio del poder. Tal vez la respuesta a estos casos pueda venir, precisamente, desde el abrazo consciente de los sectores que empiezan a darse cuenta de que durante años se ha naturalizado el autoritarismo y que ahora se dan cuenta de su crueldad.