Leé un fragmento del libro "La nueva vejez", de Pacho O'Donnell

Pacho O'Donnell despliega un conjunto de ideas, historias y reflexiones sobre este momento que él mismo transita con plena conciencia de sus desafíos a la vez que imbuido de un espíritu decididamente vitalista.

Pacho O'Donnel es escritor, historiador, dramaturgo y médico psicoanalista. 

En su práctica clínica como psicoanalista es uno de los referentes de la escuela grupal argentina, basada en los desarrollos de Sigmund Freud y de Enrique Pichon-Rivière, que incluyó el trabajo con personas mayores. Incorporó nociones de la escuela lacaniana aprendidas en su formación con la SEPT de París. 

Fue miembro titular de la International Association of Group Psychotherapy y de la Sociedad Española de Psicología y Terapia de Grupo. Fundó la Escuela Argentina de Psicología Operativa. Autor de la serie "La historia argentina que no nos contaron" (El grito sagrado, El águila guerrera, El Rey Blanco, Los héroes malditos). En el género biográfico publicó Juana Azurduy, la teniente coronela; Bernardo de Monteagudo, la pasión revolucionaria, reeditado con el subtítulo Pionero y mártir de la unión americana; y Che, la vida por un mundo mejor, reeditado con el subtítulo Luchar por un mundo mejor; así como también de tres libros emblemáticos del revisionismo actual: Juan Manuel de Rosas, el maldito de la historia oficial; Caudillos federales y La gran epopeya: el combate de la Vuelta de Obligado. Su último libro es 1815. La primera declaración de independencia argentina, revelador estudio de los años posteriores a la Revolución de Mayo. Varias de sus obras de teatro tienen temática histórica: El sable, El encuentro de Guayaquil, La tentación, Leandro y Lisandro. 

Es director del Departamento de Historia de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES), vicepresidente honorario de la Comisión de Homenaje a la Vuelta de Obligado y fue dos veces presidente del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego antes de su renuncia. Debió exiliarse durante la dictadura cívico-militar del Proceso y ya en democracia fue secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y de la Nación, embajador en Panamá y en Bolivia, ministro plenipotenciario en España, y diputado y senador nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Condecorado por España con la Orden de Isabel la Católica, por Francia en dos oportunidades con las Palmas Académicas y con la Orden al Mérito, y por Chile con la Orden Bernardo O'Higgins; también distinguido como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

El libro

Leé un fragmento del libro "La nueva vejez", de Pacho O'Donnell

Llegar a la vejez es un privilegio reservado para algunas y algunos. Para cada vez más gente, gracias a la ciencia, hoy además puede ser (salvo para quienes la transcurren agobiados por la pobreza) una fase especialmente creativa, dinámica, erótica y feliz como pocas otras de nuestras existencias. Para ello es necesario combatir el "viejismo", prejuicio social que se empeña en ofrecer una versión oscura de la ancianidad; también metabolizar los inevitables cambios y pérdidas a que nos expone el paso de los años. Si entendemos que la vejez es una etapa más, como la infancia y la adultez, que debemos llevar adelante aprovechando la sabiduría y la serenidad que le son propias, pueden ser años de mucha energía. Un tiempo de festejar y agradecer, de revivir los momentos más dichosos y celebrar las dificultades superadas. De dejarnos sorprender, emprender nuevas actividades y apostar por el amor vaciando la mochila de los sentimientos negativos que podamos haber acumulado en nuestro andar. De gozar de la proximidad de personas amadas, disponiendo de un tiempo libre que creímos no tener antes, ¡como si hubiera cosas más importantes! Pacho O'Donnell despliega un conjunto de ideas, historias y reflexiones sobre este momento que él mismo transita con plena conciencia de sus desafíos a la vez que imbuido de un espíritu decididamente vitalista. En la convicción de que con amor, amistad, placer, compromiso y lucidez, es posible hacer de esta la mejor etapa de nuestra vida.

Fragmento del libro de Pacho O'Donnell

Viejismo

Pertenezco al grupo sujeto a discriminación más numeroso en Argentina. Somos casi 10.000.000 de ancianas y ancianos que sufrimos el acoso del "viejismo", es decir el difundido y secular prejuicio ante la vejez, en tiempos en que la creciente expectativa de vida se ha extendido sin que aún se hayan diseñado políticas públicas y privadas para dar identidad y utilidad a los supervivientes.

La población mundial de mayores de 65 años ha pasado de 700 millones en el 2009 a la expectativa de 2000 millones en el 2050. Para ese año, el porcentaje de personas de la tercera edad habrá pasado del 8.2% que se registraba en el 2000 al 24%.

El "viejismo", término acuñado por mi amigo el psiquiatra Leopoldo Salvarezza (1), pionero de la geriatría en Argentina, es la discriminación de la vejez en base a prejuicios y convenciones culturales exacerbadas en tiempos de la sociedad de consumo que considera a los seres humanos en función de su valor económico, escaso o nulo en caso de personas mayores. Descartables debido a nuestra magra posibilidad de consumir a raíz de nuestras injustas e irritantes jubilaciones, que se suman a la escasa oportunidad que las personas mayores tenemos de generar otros ingresos, expulsadas del sistema productivo. Justificadamente en el caso de trabajos que requieran un desempeño físico exigente pero sin razón cuando se trata de tareas que impongan una capacidad intelectual y experiencial muchas veces mayor en ancianos que en jóvenes.

El destierro de viejas y viejos de la sociedad de consumo es evidente en la televisión y en las redes en las que las publicidades de viajes, autos y electrodomésticos están dirigidas a jóvenes y adultos. Nuestra "viejista" incapacidad de producir y consumir, prejuiciosa y discriminatoria, hace que la vejez sea considerada como un problema y una carga económica para el resto de la sociedad.

Habrase advertido que utilizo las palabras "vejez", "vieja" y "viejo" con frecuencia y soltura, lo que para algunos resultará chocante porque son términos difíciles de escribir y pronunciar, como si designaran algo desagradable que debe ser evitado. Es esa una de las manifestaciones inconscientes del "viejismo".

No es casual que la palabra "viejo" sea una de las que más sinónimos tiene en el diccionario de la Real Academia Española y no especialmente positivos: anciano, abuelo, vejestorio, matusalén, decrépito, veterano, maduro, senil, achacoso, longevo, vetusto, centenario, añoso, arcaico, anticuado, pretérito, antiguo, rancio, fósil, lejano, trasnochado, tradicional, antediluviano, arqueológico, gastado, estropeado, deslucido, ajado, usado, destartalado. El "viejismo" en todo su esplendor... Es claro por qué no contamos con tan profusa sinonimia para referirnos a los niños, a los adolescentes y a los adultos.

La postergación social de la vejez es particularmente cruel en los sectores sociales sumidos en la pobreza o en la miseria, en los que viejas y viejos son los más cruelmente vulnerables, pobremente asistidos por el Estado y carentes de la protección de estructuras familiares organizadas en torno a la precariedad, en las que las personas mayores son una carga insostenible con las consecuencias de desamparo y muerte prematura.

Otro motivo del "viejismo" es que rompemos la colectiva estrategia de negación de la muerte típica de la cultura occidental veneradora de la juventud. Porque la ancianidad "amenaza" con la muerte, la anuncia, la evidencia. Nos recuerda que todos vamos a morir a pesar de los esfuerzos por negarlo con liposucciones, tinturas o bótox.

La certeza de la muerte es intolerable para el ser humano. Los grandes territorios de la creación humana están dirigidos a negarla: la filosofía se propone explicar y comprender, y ojalá conjurar, el absurdo destino de nacer para morir; en el Fedón Platón afirmó que la filosofía consiste en aprender a morir.

Las religiones, por su parte, se afanan en prometernos otras vidas, una forma de inmortalidad que requiere una asombrosa fe en algo jamás comprobado.

En cuanto a la ciencia, esta ha logrado prolongar la vida de las personas mayores en los países o sectores desarrollados de manera notoria, tanto que algunos investigadores se arriesgan a predecir que antes de fin de siglo, a favor de diagnósticos genéticos, remplazo de órganos y otros avances tecnológicos, podrá llegarse a la inmortalidad, llamada entonces amortalidad porque no podrá impedir el deceso por disparo de arma de fuego o accidente de tráfico.

En cuanto al prejuicio hacia la vejez, también llamado "edadismo", los investigadores Becca Levy y Mahzarin Banaji (2) plantean su condición implícita, es decir que opera sin ser advertido, como un mecanismo inconsciente, sin intención manifiesta de dañar a la persona mayor. Nadie se manifestará abiertamente en contra de una anciana o un anciano, siendo frecuente en cambio la explícita discriminación por motivos religiosos, raciales, corporales, etcétera.

Sin embargo, es innegable que existe una potente discriminación implícita, tanto individual como socialmente, en perjuicio de las personas mayores. Por ejemplo, cuando se deba elegir candidato para un empleo seguramente se elegirá al más joven a pesar de que el de más años tenga mejores antecedentes y condiciones para el cargo. También es muy frecuente que se dispare el "viejo de mierda" ante un altercado de tránsito con un anciano. O cuando un joven manifieste desgano se lo estimulará con un "parecés un viejo". O, como en la campaña de una empresa de moda femenina actualmente difundida en redes, se apelará al "no te vistas como una vieja".

En el caso de las personas mayores LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y trans) la situación es aún peor porque están expuestas a un doble rechazo: por ancianas y por trans y su diversidad sexual, lo que conlleva una discriminación disfrazada de moral que aumenta su vulnerabilidad social, generando una grave estigmatización. Aunque debe reconocerse que la Argentina es uno de los países más avanzados en las legislaciones inclusivas de la diversidad de género aún no se han podido erradicar los prejuicios hacia este importante componente social.

Según el reconocido especialista argentino Ricardo Iacub (3) una de las primeras expresiones del fenómeno del "viejismo" apareció en el texto de Max Lerner en 1957 denominado Los Estados Unidos como civilización: "Para la cultura es un hecho natural el tratar a los viejos como un residuo de lo que alguna vez fue un bien material. Lo más halagador que se puede decir sobre los viejos estadounidenses es que ‘no representan la edad que tienen' y ‘no actúan como de su edad'. Leé más y accedé al libro con clic aquí.

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