¿Cuál es el valor de la palabra en la política argentina?

El análisis de los encuestadores Paola Zubán y Gustavo Córdoba tras su último estudio de septiembre.

Zubán Córdoba

La palabra supo ser el gran ordenador de nuestra vida cívica. Los discursos de nuestros representantes estuvieron marcados a fuego en la historia. Pero esa jerarquía parece haberse perdido. La palabra de nuestros dirigentes vale cada vez menos y eso erosiona también la calidad de nuestras instituciones.

En este informe decidimos profundizar sobre el estudio de la palabra presidencial e indagamos la opinión ciudadana desde dos ópticas: credibilidad, con la valoración que la sociedad le da a distintas frases pronunciadas por el presidente Milei en el reportaje concedido al periodista Luis Majul y evaluamos también la confianza en el presidente y las instituciones.

Hay un fenómeno llamativo: la gente cree que muchas de las frases dichas por el presidente recientemente son mentiras. A modo de ejemplo: el 70,6 % cree que es mentira que "el poder adquisitivo de jubilados voló" y un porcentaje aún mayor (76,2%) opina que es mentira que "las tarifas de agua, luz y gas están regaladas".

Decía Hannah Arendt, "nadie ha dudado jamás.

con respecto al hecho de que la verdad y la política no se llevan demasiado bien, y nadie, que yo sepa, ha colocado la veracidad entre las virtudes políticas." El uso de la mentira en política no es nuevo, pero no por ello deja de ser preocupante. En esta línea, de un estudio realizado por Laura Zommer y Mario Riorda para Chequeado, se desprende que entre 2010 y 2018 el 49,86% de los discursos políticos analizados fueron considerados "totalmente falsos", "insostenibles", "engañosos" o "apresurados". Solamente uno de cada cuatro de los discursos políticos en Argentina fueron verificados como "verdaderos" y sustentados en datos.

Fuerte rechazo al veto por el aumento de las jubilaciones, pero Milei mantiene buena imagen 

Por otro lado, también medimos la confianza en nuestras instituciones y actores públicos. La confianza política es de vital importancia para el buen gobierno. Los estudios sobre las crisis de confianza política (Morales Casetti, Bustos Gutiérrez y Silva Sánchez, 2018) han puesto énfasis en los efectos que producen sobre la democracia y en los factores que profundizan esta crisis: corrupción, desempeño macroeconómico, funcionamiento de instituciones electorales, socialización política y confianza política.

En nuestro estudio destaca que la justicia, el Congreso, los partidos políticos y los medios de comunicación aparecen como los actores que mayor desconfianza generan. Pero además, la desconfianza inunda todos los rincones de la vida personal e institucional. El 56.4% desconfía en que Milei va a mejorar la economía del país.

Pero también, al medir cuestiones relativas a la economía, como la dolarización o la posibilidad de una devaluación, la desconfianza vuelve a aparecer. Lo primero quedó ya descartado como una simple promesa de campaña y lo segundo aparece hoy como una posibilidad cierta a pesar de los esfuerzos negadores del gobierno. Sin confianza no hay generación de expectativas posibles. Un 64% afirma estar recurriendo a sus ahorros para llegar a fin de mes. Un 77% cree que la pobreza está aumentando en Argentina.

En el otro extremo, las universidades públicas siguen siendo las mejor valoradas en el país con un 70% de confianza, junto a la salud pública y el Conicet. Un número atípico y que debería llamar a la reflexión en estos días en los que el financia- miento universitario va a estar en el tope de la agenda pública.

Argentina se enfrenta nuevamente a uno de sus problemas crónicos: el desgaste de sus oficialismos ante la falta de resultados concretos. Desgaste que suele empezar a mostrar síntomas en la desaprobación de cuestiones puntuales y poco a poco se va extendiendo hacia otras áreas y hacia la imagen de la gestión en general.

¿Cuál es el valor de la palabra en la política argentina?
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