La victoria de Trump

Carlos Rodríguez Braun dice que, como casi siempre, el ganador se benefició de sus méritos, pero también de los errores del adversario.

Carlos Rodríguez Braun

Mientras el pensamiento fofo de izquierdas y derechas deplora la victoria de Donald Trump, convendría pensar en por qué ganó y qué cabe esperar de su próximo gobierno.

Como sentenció The Economist, por cierto, nada partidario del candidato republicano, resultó evidente que Trump provocaba cansancio en muchos ámbitos, menos en uno: los votantes. Y obtuvo entre ellos un notable éxito que le llevará otra vez a la Casa Blanca, mientras que los Republicanos ganan asimismo terreno en ambas cámaras.

Como casi siempre, el ganador se benefició de sus méritos, pero también de los errores del adversario. Debemos incluir en el análisis, por tanto, desde la valentía que mostró ante el atentado contra su vida, hasta la torpeza de los Demócratas en retrasar tanto el recambio de Biden, y en no haber logrado que Harris resultara lo suficientemente convincente. La candidata, en efecto, se mantuvo en líneas generales en su agenda progre y antiliberal. Es posible que los tiempos, como decía Dylan, estén cambiando. Quizá no solo en América. Por ejemplo, allí no ha colado el cuento que quieren contar aquí Pedro Sánchez y sus secuaces, a saber, que la economía va de cine. No es lo que sienten en sus carnes los contribuyentes y los consumidores.

Tituló el Wall Street Journal su editorial tras las elecciones: "Trump consigue los votos y una segunda oportunidad". Ahí está la cuestión: ¿qué hará con ella?

Los liberales aciertan al denunciar su proteccionismo, pero Kamala Harris es cualquier cosa menos una entusiasta del libre comercio. Y Trump, como subrayó el Journal, podrá seducir a los partidarios recelosos de los aranceles argumentando que con ellos podrá financiar la reducción de impuestos que su electorado anhela -y seguramente también los votantes demócratas-. Trump puede ser un peligro para la economía libre, y lo ha probado con sus mensajes intervencionistas e incluso intimidatorios para algunas empresas, como ha denunciado reiteradamente el Instituto Cato.

Su política exterior fue buena y pacífica en el periodo anterior, en especial en Medio Oriente. Ahora puede promover el fin de la guerra en Ucrania. Y la reclamación del final de Europa como free-rider de la OTAN afectará el cuento socialdemócrata a este lado del mar.

Igual que en el caso de Javier Milei en la Argentina, será juzgado por lo que la izquierda ha hecho mal en términos de inflación y estancamiento económico. Veremos.

* Este artículo fue publicado originalmente en La Razón (España)

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