El presidente peruano Castillo buscó matar a los fantasmas que lo rodean, pero los resucitó

Partidos como Fuerza Popular, de la excandidata Keiko Fujimori, hallaron gasolina en el nuevo gabinete para insistir en que Castillo y el jefe de PL, Vladimir Cerrón, pretenden instaurar un régimen "comunista", posibilidad descartada por analistas independientes, que coinciden en que, más allá de cuales sean los reales deseos del mandatario, en Perú no hay condiciones para un viraje de ese tipo.

Gonzalo Ruiz Tovar

El flamante presidente de Perú, Pedro Castillo, inauguró esta semana su mandato de cinco años con un discurso en el que buscó matar a fantasmas que lo rodean, aunque luego los resucitó al designar como jefe de Gabinete al congresista Guido Bellido, referente de la "línea dura" del partido oficialista Perú Libre (PL).

"Es, en términos de fútbol, como si un entrenador que quiere darle vuelta al marcador y lo está logrando decide enviar a la cancha a su peor jugador", graficó para Télam el analista y catedrático Ramiro Escobar, en referencia al nombramiento de Bellido, criticado no solo por la oposición de derecha, sino por el minoritario centro y por sectores importantes de la izquierda.

Incluso, la presencia del legislador entorpeció la entrada del equipo: los elegidos para ministros de Economía y Justicia, Pedro Francke y Aníbal Torres, respectivamente, dieron un paso atrás y se negaron a asumir. Solo lo hicieron la noche del viernes, después de nuevos diálogos con el jefe de Estado.

Partidos como Fuerza Popular, de la excandidata Keiko Fujimori, hallaron gasolina en el nuevo gabinete para insistir en que Castillo y el jefe de PL, Vladimir Cerrón, pretenden instaurar un régimen "comunista", posibilidad descartada por analistas independientes, que coinciden en que, más allá de cuales sean los reales deseos del mandatario, en Perú no hay condiciones para un viraje de ese tipo.

En el discurso de asunción ante el Congreso, que por el contexto se esperaba con expectación sin precedentes, Castillo rechazó los "cuentos" de sus adversarios de que habrá expropiaciones y estatizaciones:

"No haremos nada de eso. Queremos que la economía mantenga en orden y la predictibilidad, que son la base de la inversión. La propiedad de las personas, obtenida con esfuerzo, está garantizada", indicó.

Aunque insistió en un proceso para elaborar una Constitución que reemplace a la 1993 -algo rechazado por la derecha- y a pesar de que varios anuncios fueron tildados de "inconsistentes" por no haber respaldo presupuestal, el discurso de Castillo fue básicamente conciliador.

"No fue un mensaje que causara alarma", comentó Escobar sobre el primer discurso de un presidente inédito: campesino quechuahablante, maestro de escuela rural, habitante por siempre de Puña -remoto y pobre caserío andino en que nació hace 51 años- y representante de un partido de izquierda que no fue fundado en la centralista Lima.

Al día siguiente, como símbolo de replanteamiento histórico, Castillo repitió juramento en el departamento de Ayacucho, en el corazón de esos Andes en que están los sectores que lo apoyan y le permitieron derrotar a la candidatura de Fujimori, respaldada por casi todo el aparataje económico y mediático.

Lo que parecía ser una gran fiesta popular, en la que participó la gente de la zona pese a las restricciones de la pandemia, derivó en alarma cuando Castillo, ahí mismo, le dio a Bellido el cargo número dos del Ejecutivo.

Bellido, ingeniero electrónico de 41 años del departamento andino de Cusco, sin experiencia en gestión pública, es un dirigente clave en PL, entre otras cosas porque comparte posiciones con Cerrón: defiende la izquierda "chola" -popular y andina- a la que diferencia de la "caviar" -aburguesada y limeña-, es poco dado a consensos, elogia el modelo cubano y está listo para arremeter contra los movimientos defensores de los derechos de la mujer y los homosexuales.

Peor aún para la opinión pública, por la susceptibilidad que dejó la violencia entre 1980 a 2000, el ahora jefe de gabinete es investigado por la Fiscalía por supuesta apología del terrorismo, derivada de sus defensas en entrevistas al grupo extremista Sendero Luminoso.

Más allá del malestar de opositores, de independientes y de aliados potenciales, las consecuencias se vieron internamente el mismo día: Francke, gurú económico del castillismo y consultor de izquierda respetado por todo el arco ideológico, se negó a asumir.

La calma volvió con su nuevo giro, pues su presencia tranquiliza a los agentes: defensor de cambios en el esquema económico para apuntar a mayor equidad, Francke es visto, empero, como garantía contra "irresponsabilidades".

Torres, experimentado profesor que se hizo popular por vencer en los tribunales electorales a los abogados más caros del país, que asumieron las denuncias de "fraude" hechas por el fujimorismo, también es una carta de peso.

El viernes, un terremoto de magnitud 6,1 en la escala Richter sacudió al norteño departamento de Piura y causó daños menores. Castillo probó reflejos y abandonó el desfile militar que presidía para viajar y ponerse al frente: "A partir de hoy vamos a ir a donde el pueblo nos necesita", afirmó.

En el telúrico Perú, Castillo tendrá que sacar a luz sus mejores recursos. Por lo pronto, anunció que no usará el Palacio de Gobierno. Vive y atiende en la casa de un pariente en una zona de clase media baja de Lima y al parecer viajará permanentemente. Será una nueva manera de hacer gestión.

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