Un obispo mendocino criticó al cura que propició la visita de legisladores a condenados de la dictadura

Javier Olivera Ravasi fue echado de la diósesis en la que se desempeñaba tras conocerse que fue el organizador de una visita de diputados a los criminales de la última dictadura.

El exobispo auxiliar de Mendoza y actualmente obispo de San Francisco, Sergio Buenanueva, aceptó en un escrito publicado en su blog personal, "Evangelium Gratae", la lucha entre sectores dentro de la Iglesia. En su carta denominada "Católicos", Buenanueva sostuvo que "la puja entre conservadores y progresistas que hoy tensiona al mundo católico no es algo nuevo. Es una de las tensiones que reflejan la dimensión histórica de la Iglesia de Cristo, llamada a custodiar la fe recibida, pero también a caminar con ella hacia el futuro".

"Del Concilio Vaticano II a nuestros días, y con momentos de fuerte conflictividad, esta tensión atraviesa la vida del catolicismo argentino", dijo.

Ya en el centro del tema, el obispo consideró que "la decisión del obispo de Zárate Campana de revocar el permiso de residencia al Padre Javier Olivera Ravasi ha suscitado fuertes reacciones".

Echaron al cura formado en Mendoza que organizó la visita a los genocidas

Se refiere al sacerdote formado por el grupo nacido en San Rafael Instituto del Verbo Encarnado que organizó la visita de diputados nacionales, entre ellos Lourdes Arrieta, a los condenados por crímenes cometidos durante la última dictadura.

Buenanueva dijo al respecto que "conozco a algunos buenos católicos, vinculados a él, que se sienten conmovidos por esta situación. Lo que para unos es una decisión correcta, para otros es una persecución".

En ese sentido, abundó: "Lo poco que he leído de él no me convence. No porque exprese el punto de vista del pensamiento tradicional, tan legítimo como necesario, sino porque algunos acentos no permiten reconocer la figura completa del pensamiento católico".

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Lo siguiente, es el resto del artículo del obispo Buenanueva: 

No pongo en duda la fe personal. Advierto solo que, cuando se piensa, se escribe y se actúa desde el conflicto, algunos riesgos se agudizan. Se requiere entonces un temple especial. Mucho más si se trata de la fe "que nos gloriamos de profesar", como decimos en el bautismo.

En el catolicismo argentino, la puja entre conservadores y progresistas de estas últimas décadas no ha sido sólo sobre ideas teológicas, formas litúrgicas, acciones pastorales o modelos de formación. A todo esto, ya de por sí delicado, complejo y sustancioso, se han sumado las fuertes tensiones ideológicas y políticas que, en tiempos recientes, alcanzaron altos niveles de violencia. Y siguen ahí, determinando nuestra vida y convivencia ciudadanas.

No solo los posicionamientos del padre Ravasi, sino también los de quienes poseen visiones contrapuestas a las suyas, e incluso algunas opciones pastorales de la mayoría de los católicos ajenos a estas polémicas, no terminan de entenderse sino desde las dolorosas heridas, aún abiertas, que dejaron aquellos años de duros enfrentamientos.

Esa es la realidad en la que estamos y a donde nos ha puesto la Providencia para que vivamos y comuniquemos la fe.

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A mi criterio, esta es la difícil disyuntiva: ¿Será la fe viva de la Iglesia, centrada en el anuncio del Dios amor revelado en Cristo, el factor fundante y determinante de la misión eclesial en nuestro país, también en su proyección sobre lo socio, político, cultural; o, dándola por supuesta o sabida, la fe terminará diluida, secularizada y subordinada a un proyecto político-ideológico?

Este riesgo puede parecer más visible para el catolicismo de izquierda, como vimos en los vídeos de algunas celebraciones recientes, felizmente extraños para la mayoría de los católicos. Sin embargo, tampoco deja de serlo -a pesar de sus formas externas- para el catolicismo conservador, siempre tentado de volverse integrista.

La preocupación de que lo político prevalezca sobre la fe, reduciéndola a militancia política o a batalla cultural, no es ilusoria ni imaginaria en los tiempos que corren. Nos debería hacer a todos más humildes y atentos con la fe que se nos ha confiado.

Cuando en 2007, el papa Benedicto XVI liberó el uso de los libros litúrgicos vigentes hasta la reforma del Concilio Vaticano II, propuso un modelo de interacción entre lo que él llamó las dos formas del único rito romano, llamadas no solo a coexistir, sino a ayudarse recíprocamente para expresar toda la riqueza católica de la fe.

La propuesta, por diversos factores, no prosperó. Sin embargo, muchos la consideramos válida, pues posee un enorme potencial para fecundar toda la vida eclesial, porque brota precisamente de ese manantial inagotable que es la Iglesia en oración.

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Su valor no estriba en ser una estrategia de ocasión, sino en su genuina consistencia teológica que refleja la naturaleza de la misma comunión eclesial. En definitiva, lex orandi, lex credendi; pero también, lex intelligendi et lex vivendi.

La madre Iglesia es el hogar de todo lo que es verdadero, bello y bueno que hay, tanto en "progresistas" como en "conservadores".

La lógica política del conflicto y la polarización, la agresión y la arrogancia del que se siente superior no puede tener cabida en la vida del Pueblo de Dios, regida por la ley superior de la pascua.

Que la caridad de Cristo, hecha también de cordial obediencia a la voluntad del Padre, prevalezca sobre nuestras pasiones.

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