Los apodos de los próceres argentinos: entre la admiración y la burla
La historia argentina no solo está llena de hechos épicos y decisiones trascendentales, sino también de curiosidades que muestran el lado más humano de sus próceres.
Los apodos, muchas veces cargados de admiración o ironía, revelan cómo eran percibidos por sus contemporáneos y cómo, incluso hoy, podemos acercarnos a estas figuras con una mirada más personal.
San Martín: Entre el "Santo de la Espada" y el "Rey Pepe"
El Libertador de América no escapó al escrutinio de su tiempo. Su suegra, Doña Tomasa de la Quintana, se oponía firmemente a su matrimonio con Remedios, su hija, y lo llamaba despectivamente "el plebeyo" o "soldadote". Más tarde, aquellos que criticaron su accionar en el Perú lo apodaron "el Rey José" o "Rey Pepe", sugiriendo una presunta ambición monárquica.
Por otro lado, el General francés Miguel Bayer lo llamó "indio o tape", en alusión a su origen campesino español. En contraposición, el escritor Ricardo Rojas lo inmortalizó como "el Santo de la Espada", un título que lo eleva como héroe.
Lavalle: "Espada sin Cabeza"
Juan Lavalle recibió uno de los apodos más memorables gracias a un poema de Esteban Echeverría. En él, el poeta criticaba la falta de dirección del líder tras su enfrentamiento con Rosas:
"Lavalle es una espada sin cabeza.
Sobre nosotros entre tanto pesa
Su prestigio fatal, y obrando inerte
Nos lleva a la derrota y a la muerte".
Sarmiento: El Hombre de los Mil Apodos
Domingo Faustino Sarmiento fue, sin duda, uno de los próceres con más apodos, reflejo de su carácter controvertido y multifacético. Entre los más despectivos figura "la chancha negra" y, el más famoso, "el loco". Sus constantes autorreferencias le valieron el mote de "Don Yo".
En los medios de la época también surgieron apodos satíricos como "Al Ben Racín", en alusión a su apellido Albarracín; "Duque de Carapachay", por su amor al Tigre; y "La Solterona Dominga", usado en el periódico El Mosquito.
El apodo más literario fue "Tartufo", asignado por Juan Bautista Alberdi en su sátira Peregrinación de Luz del Día, comparándolo con el personaje de Molière.
Mitre: "Divus Bartolous" y "Don Bartolo"
Bartolomé Mitre fue apodado "Divus Bartolous" de forma irónica por el ministro Osvaldo Magnasco al celebrar sus 80 años. El sobrenombre no cayó bien entre sus seguidores. Más amistoso y común era "Don Bartolo", usado incluso por Sarmiento en su correspondencia. Su carácter reflexivo le ganó el apodo de "Néstor", evocando al sabio consejero de la Ilíada.
Avellaneda: "Chingolo" y "Taquito"
Nicolás Avellaneda, con su peculiar andar debido a los altos tacones que usaba para disimular su baja estatura, fue llamado "Chingolo" por sus adversarios, comparándolo con un pajarito copetudo. Sus amigos preferían "Taquito", un apodo más amable que destacaba la misma característica.
Roca: "Toro Bayo" y "Zorro"
En su juventud, mientras era comandante de frontera, los pueblos originarios apodaron a Julio Argentino Roca "Toro Bayo", por su valentía y su cabello rubio. Más adelante, el ingenio político y estratégico que lo caracterizaba le valió el apodo de "Zorro". Incluso la prensa, como la revista El Quijote, lo caricaturizó con cuerpo de zorro, mientras Avellaneda sintetizó la esencia del mote al escribir: "La zorrería de Roca va a dar que hablar en la República".
El Poder de los Apodos en la Historia
Los apodos de los próceres argentinos son una muestra de cómo sus virtudes, defectos y peculiaridades fueron interpretados por sus contemporáneos. Algunos nacieron del respeto, otros de la crítica, pero todos nos invitan a redescubrir las facetas más humanas de estas figuras históricas.