Además de la salud y la economía, la pandemia deteriora la calidad de la política y la democracia
Un diálogo a fondo con Laura Chinchilla, expresidenta de Costa Rica e integrante de numerosos proyectos y organizaciones internacionales en defensa de la democracia. Su mirada sobre América Latina ante el mundo, las 10 elecciones pospuestas en 16 turnos electorales y una anécdota junto a Cristina Kirchner.
Laura Chinchilla es una expresidenta de Costa Rica que se mantiene en la agenda global, activa en forma permanente. Es integrante de IDEA Internacional y el Club de Madrid, plataformas desde la que trabaja junto a otros exmandatarios del mundo por la defensa de la calidad democrática y el mejoramiento de los procesos electorales.
Chinchilla es politóloga con un máster en Políticas Públicas por la Universidad de Georgetown. Ha trabajado como consultora en diversas organizaciones internacionales, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Ha formado parte de los consejos asesores del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD y del Informe sobre la Felicidad Global, y es miembro de la junta directiva del Comité Olímpico Internacional, la Alianza Mundial de Liderazgo - Club de Madrid, el Diálogo Interamericano, la Organización Concordia y la Fundación Euroamérica.
Ha dirigido varias misiones de observación electoral en las Américas y ha presidido la Comisión Kofi Annan sobre Elecciones y Democracia en la Era Digital. Ha impartido clases en el Instituto de Política y Políticas Públicas de la Universidad de Georgetown (EE.UU.), en el Instituto Tecnológico de Monterrey (México) y en la Universidade de Sao Paulo (Brasil).
En diálogo este sábado con el programa "Tormenta de Ideas" por Radio Nihuil, Chinchilla sostuvo la necesidad de volver a una América Latina más pragmática que la actual llena de fundamentalismos ideológicos. Además, alertó que nadie en el mundo está mirando hacia este continente, que se ha vuelto más irrelevante.
Asimismo, sostuvo que si bien la política y el ejercicio democrático se venía deteriorando antes de la pandemia, y una muestra fue el estallido chileno, con la pandemia se ha profundizado.
Gobernó en una etapa en la que lo hicieron coincidentemente en forma parcial cuatro mujeres presidentas: Dilma Rousseff, Cristina Kirchner, Michelle Bachelet y ella, y contó en la entrevista la implicancia para las mujeres de haber llegado al poder. Asimismo, contó una anécdota propia con la actual vicepresidenta argentina. Escuchá la entrevista completa haciendo aquí o leela abajo.
- ¿De qué manera se puede defender una democracia de los efectos de la pandemia que a veces es realmente fuerte y otras es usada como excusa por algunos gobiernos?
- Lo primero que habría que destacar es que así cómo América Latina mostraba debilidades en materia económicas y social antes de la pandemia, así también las mostraba en materia política institucional. Si hacemos un corte, para 2019 ya había varias casi que revueltas populares en las calles latinoamericanas en contra de la política, en contra del Gobierno por diversas razones. Todas ellas tenían como eje común ese descontento de los ciudadanos con la política, algo que venían reflejando muchas de las encuestas. El crecimiento en América Latina de los indiferentes ante la democracia y otras formas de gobierno había llegado casi un 10% en tan sólo una década. A eso agregamos muchas alertas de organismos internacionales en donde también confirmaban que América Latina era la región en los últimos 6 años antes de la pandemia se habían dado los mayores deterioros democráticos y también en materia de estándares electorales.
Lo que visto es que la pandemia además de generar un deterioro económico, también ha generado un deterioro de esas variables democráticas. Hemos visto como algunos gobernantes con pocas convicciones democráticas han aprovechado la pandemia para concentrar poderes, para disminuir la independencia de los órganos legislativos o judiciales o han también abusado de poderes directos de adquisición de bienes y servicios para profundizar la corrupción.
Entonces sí hay un deterioro que tenemos que reconocer y a medida que vamos saliendo de la primera fase empezamos a ver, otra vez, como los pueblos y ciudadanos descontentos vuelven a salir a la calle.
- Cuál es el contrapeso para controlar que las democracias sigan siendo no solamente elecciones limpias. Hay un replanteo en torno a la democracia y vemos un peligro de un romanticismo hacia formas autoritarias. ¿Cuál es el camino por el que estamos transitando?
- Sin duda lo que hemos estado viendo es la necesidad de revisar estructuras institucionales que han prevalecido en nuestros países y hemos visto también toda la importancia de invertir en ciudadanía. Nuestra aproximación a la democracia en América Latina de alguna manera ha sido muy formalista, muy de arriba hacia abajo. Nos hemos dedicado a enmendar constituciones como si en sí mismas nos fuera a garantizar la calidad de las instituciones. Nos hemos también acostumbrado a ver en el líder ese factor definitorio para la democracia. Creo que la aproximación que tenemos que hacer de aquí en adelante es invertir en instituciones, robustecerlas y también invertir en ciudadanía. Me preocupa que este ciclo electoral vuelva a dejarnos algo de lo que ya vimos en el pasado y que es la gente emitiendo un voto casi de venganza sin importar si quienes vienen tienen las condiciones. Simplemente entonces es un voto de castigo y, entonces, vemos que vienen quienes verdaderamente quieren arrasar con lo que hay. Seguimos entre esa izquierda y derecha, ese movimiento pendular, sin preguntarnos si las personas que vienen tienen esas condiciones. Entonces se pone de relieve ese sistema tan binario propio de los presidencialismos latinoamericanos. Tenemos que ser capaces de discutir un poco eso. Tenemos que ser capaces de reconocer que la democracia representativa ya no es suficiente, que la ciudadanía descubrió que hay vida política entre elección y elección, que tenemos que hacer reformas y buscar nuevas formas de participación ciudadana y, de nuevo, invertir mucho más en educación y en cultura política.
- Más allá de lo que ocurre en Venezuela, ¿hay alguna otra situación puntual a la que deberíamos prestarle atención en América Latina?
- Sin duda, hay muchas más. De alguna manera lo que vemos en Venezuela es un deterioro muy acelerado en un corto período de tiempo. Además un período de deterioro político que arrastró todas las otras variables como no se recuerde en la historia contemporánea en ninguna otra nación a nivel global. La tragedia venezolana, siendo uno de los países más ricos del mundo, es una tragedia enteramente hecha por el hombre, por una gestión política. Todos hemos concentrado muchos esfuerzos en Venezuela. Es inevitable poner sobre la mesa el tema de Nicaragua porque se siguen inhabilitando candidatos sobre las elecciones que se van a desarrollar en noviembre, inhabilitando partidos políticos y reprimiendo a la prensa. Así que Nicaragua es una caso gravísimo que tenemos en la región. Han habido preocupaciones sobre lo que pueda pasar en El Salvador con un presidente muy popular, ciertamente limpiando muchos de los horrores que pasaron anteriormente, pero con alguna decisiones sumamente polémicas en cuanto a respetar el estado de derecho.
- ¿Qué consecuencias puede haber para el Gobierno argentino que no condena lo que está pasando con Ortega en Nicaragua ni con Maduro en Venezuela?
- Una de las cosas que más me duelen de lo que está pasando en la región es que en un momento, cuando más se requería la acción regional concertada en algunos temas fundamentales, es precisamente cuando el diálogo interregional está en su punto más bajo. Entre otras cosas es porque los países que más cuentan por su peso relativo no conversan entre sí o están muy ensimismados en su propia agenda local. Cuando hemos visto otras crisis que han ocurrido en la región, Argentina se activaba automáticamente para levantar las alertas y para actuar desde la OEA o mecanismos adhoc que se articulaban en la región y se lograba intervenir en esos escenario de deterioro democrático para lograr frenarlos. Eso se terminó de la manera más absurda, porque hay quienes creen que el deterioro democrático tiene que ver con una posición ideológica, pero aquí no estamos combatiendo a Maduro. Lo que estamos viendo no admite la división de los gobierno entre izquierda y derecha. Como nos encantaría que ese eje y esa fuerza de relación entre México y Argentina fuese complementado con Chile y con Brasil, para ver si logramos sacar a Venezuela de esa crisis humanitaria a través de un proceso de negociación. No tiene que ver, en absoluto, con los temas de izquierda y derecha, tiene que ver con las convicciones democráticas profundas que debemos tener.
- Lo que se ve es que ante esta ausencia de diálogo hay sectores que están ala defensiva frente a lo que ellos creen que es una embestida contra el progresismo.
- De verdad que estamos atrapados en esa falta de diálogo, en esa ausencia de liderazgos que en el pasado tuvo América Latina que han estado sustentados a aproximaciones muy pragmáticas a la realidad. Algo que prevaleciera ahora es la apuesta a que la administración Biden sea la única capaz de desatorar esta falta de diálogo entre nosotros mismos para avanzar en esta ruta que restituya balances, balances no ideológicos. Cada pueblo seguirá votando por quien quiera, pero eso en el pasado se respetaba, siempre y cuando, todos siguiéramos abrigando esos principios que hemos aprobado en un instrumento como la carta democrática de la OEA que prácticamente ha desaparecido. Hay que avanzar y yo creo, y de verdad me duele mucho decirlo, casi la única salida que tenemos hoy es a que Biden convoque a un proceso diferente en la región. Podrían haber algunas oportunidades con lo que resta del proceso electoral. Yo soy de la que ve con muy buenos ojos el diálogo que ha abierto Lula con Fernando Enrique Cardoso en Brasil. Ese es el tipo de política que requiere América Latina, porque van a hacer posibles unificar naciones muy polarizadas, volver a unificar América Latina y volver a ser un actor relevante a nivel internacional. Porque lo otro que tenemos que reconocer es que nos hemos vueltos absolutamente irrelevantes. Nadie está viendo hacia América Latina en algún tema importante en este momento.
- Usted representa lo que tienen que hacer los expresidentes. ¿Qué hace y qué puede hacer un expresidente?
- Aspiramos a ser algo más que un jarrón fino de cerámica china, que la gente sabía que hay que cuidar, pero no sabía dónde ponerlo. Tampoco me parece que nuestro papel es seguir ahí clavamos en la agenda nacional. Tenemos que ser capaces de dar ese salto y abrir el espacio a las nuevas generaciones para no seguir reproduciendo los pleitos del pasado. Y me parece que desde nuestra experiencia, que siempre es muy valiosa, podemos ayudar a encontrar rumbos en muchas de las discusiones que están teniendo lugar. Me parece es que ese es un poco el papel, tratar de ayudar con sus consejos, tratar de orientar hacia adelante y no estorbar.
- En un momento en América Latina había cuatro presidentas. Usted, Dilma Rousseff, Cristina Kirchner y Michelle Bachelet. ¿Qué siente ahora que no hay ninguna?
- Duele muchísimo, sobre todo cuando vemos esas fotografías de familia llenas de varones. A pesar que compartí muy poco con Michelle Bachelet en la presidencia, si me había tocado mucho compartir cuando era vicepresidenta y ella era presidenta, tenemos una muy linda relación. Esto podría verse como un retroceso en América Latina. Sin embargo, no necesariamente yo lo veo así. Cuando vemos en otros países, de otras regiones del mundo, una vez que llega una mujer a la presidencia se rompen techos de cristal, pero no necesariamente el impacto es sobre su misma generación. Esas generaciones, más bien, quedan un poco asustadas porque no nos resulta fácil esa primera presidencia, pasamos procesos muchas veces muy traumáticos y cuesta mucho que llegue una segunda mujer. Sin embargo, el impacto que se tiene sobre generaciones más jóvenes es impresionantemente positivo. Después de que me convertí en presidenta fui a visitar escuelas y colegios, y me encontré con que muchas niñas llegaron diciendo que ellas iban a ser presidentas, no solamente de su país, sino de sus colegios o escuelas. Cuando vemos ese impacto en América Latina se está dando en los Congresos de nuestros países en donde en muchos de ellos tiene 50% de mujeres. Las que están ahí sentadas son liderezas jóvenes políticas que se van a convertir en presidentas latinoamericanas. Entonces creo que es cuestión de tiempo para ver otra vez más mujeres presentándose como candidatas a la presidencia y siendo electos.
- ¿Tiene alguna anécdota con Cristina Kirchner cuando fueron presidentas?
- Cuando las mujeres somos un poco coquetas, es decir, que podemos combinar el ejercicio dela presidencia y no claudicar en algunas de las cosas que también nos gusta lucir, nuestros vestidos y nuestros zapatos. No quiere decir que seamos menos concentradas en el ejercicio del poder. Recuerdo en una conferencia de ONU andábamos las dos vistiendo tacones y teníamos que hacer una fila para esperar a que nos recogieran los automóviles. Cuando en eso veo que Cristina le traen una silla pequeñita, portátil, y se la ponen ahí al frente de la fila y se sentó cómodamente a esperar que la recogieron. A partir de ahí entendí que había maneras pragmáticas de las mujeres para resolver esas filas con los tacones.
- Frente a este panorama del turno electoral en muchos países y frente a la pandemia, ¿su recomendación es que las elecciones se hagan o se suspendan?
- La decisión en última instancia tiene que ser una combinación de tres elementos para que sea legítima y no simplemente obedezca a la manipulación de unos u otros, porque siempre hay intereses político partidistas. Lo primero es que concurran los criterios de dos instancias técnicas que son muy importantes. Primero las autoridades de salud y también el criterio de las autoridades electorales. El tercer actor, en realidad, es casi una especie de legitimidad social, es decir que tiene que ser posible tomar esas decisiones e el marco de un acuerdo sensato entre los principales actores políticos siempre que estén los criterios científicos y técnicos electorales detrás. Si se decide posponer haya la suficiente legitimidad técnica, científica y social y además que de una vez se diga cual es el paso que se va hacer, cómo se va a organizar y cuándo se va a organizar la nueva elección.