Lanata, adulto en la sala
Obsesivo, Lanata no dejaba de pensar, escudriñar y buscar a través de las fisuras del poder. Insobornable, fue tan duro contra los gobiernos de derecha (menemismo) como con los de izquierda (kirchnerismo).
Frente a las dos patologías que tuvieron sometida a la Argentina desde hace más de 80 años, hipercorrupción y superinflación, Jorge Lanata se ha destacado por su obsesión para enfrentar a la primera. En cierto modo, se adelantó al trabajo que se está haciendo ahora para resolver el déficit fiscal y la superinflación.
Alejandro Gómez, uno de los periodistas más brillantes de nuestro medio, solía explicar que la función esencial del periodismo es el "cuestionamiento permanente del poder". Jorge Lanata fue un símbolo de esta mirada.
La hipercorrupción se impuso como cultura política dominante en las cuatro últimas décadas justamente en el periodo en el cual Jorge Lanata desplegó su carrera.
Famosas fueron sus editoriales críticas durante el menemismo, cuando los Kirchner se sumaban a la ola triunfal, e instalaban un modelo de poder con fuertes pautas de corrupción. Fueron años de grandes negociados, de votaciones con diputruchos, enjuagues y juegos de poder con descaro.
Los mil millones de dólares de la venta de YPF que fueron a Santa Cruz, y se desvanecieron durante la administración del gobernador Néstor Kirchner fueron un símbolo de la época. Allí estuvo Lanata, cuestionando al poder, investigando, develando. Haciendo lo posible.
Y luego vinieron los escándalos de la ruta del dinero K, Hotesur, Ciccone, los maletines de José López en el convento, el INDEC trucho, el montaje del caso Maldonado, el Sistema de Importaciones de la República Argentina (SIRA) para cobrar coimas del 30% a los importadores), el caso Cuadernos y tantos escándalos más.
A través del diario primero, luego de la radio y la TV, sobre todo con el programa Periodismo Para todos, Lanata fue implacable en la instalación de la agenda contra la corrupción, incluso en la época de vacas gordas de los K, cuando los super-precios de los commodities facilitaban los votos y la hegemonía del poder. Lanata nunca claudicó, contra viento y marea, mantuvo viva la llama de confiar en una Argentina nueva, capaz de dejar atrás la pesadilla de la cleptocracia.
Obsesivo, Lanata no dejaba de pensar, escudriñar y buscar a través de las fisuras del poder. Insobornable, fue tan duro contra los gobiernos de derecha (menemismo) como con los de izquierda (kirchnerismo).
Con notable lucidez, Lanata no se dejó llevar por los éxitos transitorios que tenían ambos gobiernos. Su oficio de periodista le impulsaba a no claudicar ante el poder, y mantener su mirada crítica.
El enfoque de Lanata no fue comprendido ni compartido por muchas personas del campo progresista que, sin comprender la necesidad de mantener la mirada crítica como fundamento de la democracia, la libertad y la dignidad, optaron por someterse al poder, para luego terminar consintiendo, avalando y protegiendo a la corrupción.
Muchas fuerzas políticas de extracción progresista cayeron en esa trampa (radicales K, peronistas K, izquierdistas K), y terminaron debilitando su campo ideológico, arrastrados a la ruina por la hipercorrupción de los K. Lanata fue de los pocos que logró salvarse en ese naufragio.
Lo que más desesperaba al gobierno era que Lanata cuestionaba la hipercorrupción K desde el campo progresista; no desde la derecha del privilegio, sino desde una mirada más humanista, democrática e inclusiva.
Dentro de este complejo campo, Lanata funcionó como "el adulto en la sala". En ambientes progresistas, muchas veces se caía en la tentación de sumarse a las corrientes ideológicas más radicales, aún a costa de perder consistencia con la realidad. En cambio, Lanata tuvo la rara habilidad de no caer en eso.
Algo parecido a la actitud que en Chile asumió Gabriel Boric, en noviembre de 2019, cuando el país estaba punto de hundirse en el vandalismo, la destrucción de las ciudades, el odio y el descontrol.
En ese momento extremo, cuando la mayor parte del campo progresista consentía (por acción u omisión) con la violencia, Boric tuvo la claridad mental de percibir lo que estaba ocurriendo, y se la jugó por la paz y la democracia, asumiendo el riesgo de recibir críticas por parte de sus bases. En ese momento crítico, Boric emergió como Estadista, como líder. Salvó a Chile del incendio y le encarriló nuevamente hacia la paz y la democracia. Tiempo después, los mismos lideres izquierdistas que lo criticaron, debieron reconocer su talento y lo llevaron a la presidencia de la República.
Desde otro andarivel profesional, en este caso, el periodismo, Lanata ha transitado un camino parecido.
La resistencia de Lanata frente a la presión del poder, permitió adelantar en la Argentina, la lucha contra sus al menos uno de los dos males fundamentales. Sus denuncias periodísticas por corrupción, ingresaron a la justicia y se abrieron camino, con pruebas y más pruebas, hasta lograr condenas históricas de los responsables, a pesar del enorme poder y la tradición cultural de impunidad
Argentina se está recuperando de las dos metástasis: Lanata fue un avanzado contra la hipercorrupción. Y la actual clase dirigente, con personas de diversas fuerzas políticas, está logrando un movimiento equivalente para superar la superinflación. Entre ellos están tratando de sentar las bases para un país mejor.