El relato de un año de gestión de Suarez es el "no relato": la enervante paciencia de un afilador de cuchillos
Qué gobierno tenemos con Rodolfo Suarez al frente, un intendente hacedor de obras que al llegar a la Casa de Gobierno se quedó justamente sin recursos para encarar ese perfil. Después de un año, se entiende mejor qué característica tiene una gestión a la que en muchos momentos se la vio demasiado quieta o postergando iniciativas para un muy relativo "después".
Pocos lo saben y, a los fines institucionales, poco importa, pero la tarea en la que descansa su cerebro el gobernador Rodolfo Suarez, desde hace años, es la de afilar cuchillos, de los cuales colecciona decenas y para lo cual siempre está en la búsqueda de las piedras más apropiadas. Micrométricamente, debe concentrarse en el detalle del filo conseguido. Primero con los propios dedos, cuidando no afectarse, sino solamente agudizar el sentido del tacto hasta los límites. Ese acto, acompañado del seguimiento fijo de la mirada, para luego probar si tuvo o no éxito en la faena, que es personal y silenciosa. De una satisfacción intransferible.
El gobierno provincial cumple en la semana que se inicia un año de gestión. Golpeado como todo el mundo por la pandemia de coronavirus covid-19 es en ese contexto en donde vale analizarlo, aunque el caso del equipo liderado por Rodolfo Suarez también puede contrastarse con el anterior, de Alfredo Cornejo, de su mismo partido.
En este punto específico puede hablarse, ya, con un período redondo transcurrido, como un gobierno con un estilo rontundamente diferente, más allá de las condiciones bajo las cuales les tocó ejercer la primera magistratura provincial a cada uno:
- Modelo Laguna: Fueron algunos de sus ministros quienes eligieron la figura de una "laguna" en lugar de mar abierto para identificar la principal característica de la gestión de Suarez. Aguas calmas contra la posibilidad de cualquier tsunami de acciones. La frase que más repitió el gobernador ante sus funcionarios fue "no hagan olas" ante cualquier hecho y, así, se optó por "meter violín en bolsa" en lugar de sumarse a polémicas. Así como se dice que "Cornejo es el más peronista de los radicales", a armar inclusive un "movimiento" que abarca un abanico de ideologías como plataforma para ganar las elecciones, Suarez bien puede haber tomado una enseñanza de Perón, como es aquella que dice que "hay que desensillar hasta que aclare". A todas luces, no se trata de una gestión que cabalgue raudamente, sino que espera el mejor momento para montarse sobre los hechos. El "relato" de este gobierno es no tener ni preocuparse por conseguir construir un relato. El relato es el "no relato".
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- Abuso del equilibrio. Así como Suarez no autoriza a polemizar en público a sus ministros y funcionarios, se reserva para sí tal posibilidad. Cuando lo hizo, fue hacia afuera y no para adentro de su fuerza. Sabe que hay diferentes lineas de acción dentro de Cambia Mendoza y aun Cornejo detenta una cuota de poder importante dentro del radicalismo, pero también de las instituciones de Mendoza. Entonces, su silencio no ha sido siempre para otorgarle la razón a otros, sino para imponerse ante su inferioridad de condiciones y, así, imponer equilibrios en donde no los hay. Claros ejemplos han sido las actuaciones dentro de una Legislatura en donde el Gobierno tiene mayoría, pero no Suarez. O en la designación de cargos, para cuya determinación no ha podido ejercer un peso determinante. Cediendo, ganó confianza. La consolidación de un estilo tardó tiempo y puso en evidencia a los ansiosos de su propio equipo, lo que le sirvió para testear quiénes responden y quiénes quieren jugar solos. Forzado, es una búsqueda exagerada de equilibrios que a veces se malinterpreta como una debilidad de carácter. Pero solo cuando ha estallado (como ejemplo está la divergencia con el gobierno nacional en dos ocasiones claras: por la distribución de respiradores y por la intención de volver a una símil Fase 1 de la cuarentena) se puede verificar que el control de la situación la ha sostenido para sí, sin delegar el recurso de la polémica, tan habitual en la política.
Arrancó queriendo cumplir de golpe todas las promesas de campaña y la primera fue promover el desarrollo minero. El peronismo lo acompañó. Cerró políticamente. Faltó energía en su propio partido y en su equipo para defender la posición. Pero además, en la primera oportunidad, la oposición lo dejó solo, miedosa, frente a una horda surgida de las redes sociales que mintió y metió miedo, rompió la institucionalidad de los acuerdos, sembró desconfianza y hoy se cosecha incertidumbre económica en función de aquello, agravada por el golpe de la pandemia y la falta de rumbo nacional en la materia.
Cuando se presentó el libreto general del Gobierno, al asumir, Suarez habló de "diálogo", la palabra que, esgrimió, sería la clave de su paso por la Casa de Gobierno. Si bien la oposición le endilga no haberlo cumplido, lo que el gobernador ha buscado son nuevas vías de institucionalización de intercambios, desconfiado como es -a todas luces- de los cruces por la prensa y de las sobreactuaciones mediáticas.
Durante todo este año, Suarez no tuvo enfrente a un partido opositor organizado y alineado ante una sola autoridad con quien entablar negociaciones. Recién ahora el peronismo, la principal fuerza y que conduce la Nación, tiene una presidenta - Anabel Fernández Sagasti- que disciplina tras de sí a toda la fuerza, funciona como puente con organismos nacionales y además, tiene vocación de poder, por o cual representa una tensión positiva para el sistema democrático: si quiere gobernar alguna vez, sabe que su diálogo tendrá que ser productivo y no destructivo. O al menos eso se supone.
Tardamos doce meses en saber quién sería Suarez, el intendente que sabía encarar obras en tiempos de buenos recursos económicos que ahora no tiene. Todo es cuestión de carácter, voluntad y paciencia. Nada será automático ni previsible con él, tampoco de "apuro". Lo que resta conocer es si habrá otro Suarez en la pospandemia o, mejor dicho, si habrá pospandemia o por mucho tiempo más tendremos a un gobierno provincial jaqueado doblemente: por su condición diferente al nacional y por la crisis sanitaria que hizo metástasis en una economía débil a la que cuesta mucho diversificar más.