El libro de una funcionaria sobre la Policía Federal y sus muertos
Es un trabajo científico elaborado por la actual titular de la Dirección de Políticas de Promoción y Protección de Derechos del Ministerio de Seguridad de la Nación, Elea Paola Maglia.
Elea Paola Maglia es actualmente directora de Políticas de Promoción y Protección de Derechos del Ministerio de Seguridad de la Nación. Como tal, integra el gabinete de la ministra Sabina Frederic y le toca asistir al dolor y la reproducción de las imágenes del asesinato del policía federal Juan Roldán, de quien se presume que no quiso usar su arma reglamentaria para defenderse, atento a las posibles repercusiones en su contra. Murió, atacado por una persona con un un cuchillo y aparentemente fuera de sus cabales. Tenía 33 años. Y el debate está dando vueltas alrededor de la supresión por el gobierno que Maglia y Frederic integran del protocolo de uso de armas de fuego, que respaldaba el accionar policial ante casos como este, y la presunta confusión resultante en los uniformados.
Maglia es magíster en Antropología Social de FLACSO, doctoranda en Antropología Social de IDAES-UNSAM y becaria interna doctoral del CONICET, de acuerdo a lo que señala el texto del que es autora y que precisamente viene al caso: se titula "La policía y sus muertos: camaradas de la Policía Federal Argentina enlazados por el deber de honrar a sus caídos". Señala allí su pretensión de describir cómo se construye en la práctica institucional "un nosotros policial".
En el estracto de presentación, sostuvo en 2017, fecha de edición, que "este trabajo se propone comprender cómo la Policía FederalArgentina enseña a sus funcionarios el deber de homenajear a los policías que han perdido la vida y cómo con ello enlaza a personas que -si bien no se encuentran unidas por un lazo afectivo- abrazan la misma profesión, instando a la configuración de un nosotros policial.Para analizar estas cuestiones nos valdremos de los aportes de Louis Vincent Thomas (1993) quien distingue entre dos modos de experimentar la muerte: la muerte en 'primera persona', de seres cercanos, cuyas partidas afectan directamente las biografías de las personas y la muerte en 'tercera persona', de desconocidos, que no por ello deja de impactar e indignar a quienes por ella se ven afectados. Será a partir de la observación de ceremonias institucionales y de la realización de entrevistas a cadetes e instructores dela Escuela de Cadetes Comisario General Juan A. Pirker, que se analizarán prácticas y representaciones asociadas a los policías muertos, centrándonos especialmente en los mecanismos a partir de los cuales la institución enseña a sus funcionarios que la profesión es riesgosa, que la muerte es una posibilidad y que a sus caídos se los debe honrar constantemente. En pocas palabras, cómo se construye en torno a las figuras de los muertos y de la muerte un nosotros policial".
Las conclusiones del trabajo de la actual funcionaria son, textualmente:
Estas páginas se propusieron mostrar cómo el "programa institucional" de la Policía Federal enseña a sus funcionarios -en los servicios fúnebres, en el ritual cotidiano del minuto de silencio y en otros rituales institucionales- el deber de recordar y rendir homenaje a sus camaradas muertos. Este programa, en esta ocasión, se materializó en la articulación entre distintos actores, como ser autoridades policiales y no policiales, capellanes, instructores y cadetes a cargo de una compañía; en rituales estandarizados por protocolos (como la evocación a los policías caídos) o prácticas rutinarias (como el minuto de silencio). Estas personas y rituales enseñan que no importa si quien homenajea tuvo lazos personales con el fallecido o conoce las circunstancias de su muerte. Los fundamentos necesarios y suficientes para que los honores sean dados son el haber portado el mismo uniforme y pertenecido a la misma institución. No interesa tampoco la "cantidad" de muertos que haya habido, es la figura abstracta del caído o de nuestros muertos la que moviliza, la que produce "piel de gallina".
El "programa institucional" promueve la idea de que cada muerto en particular y los muertos en general hieren al "cuerpo colectivo" en su conjunto (Caimari 2012; Galeano 2011). Esto no hace más que promover el estrechamiento de los lazos de los policías vivos entre sí, de los vivos con los muertos y de reforzar la idea de que todos forman parte de un mismo "cuerpo colectivo", la Policía Federal. Los caídos son presentados como personas que siguen acompañando día a día a los policías vivos.
Asimismo, se enseñan emociones consideradas legítimas y cómo estas deben expresarse. En ese sentido es que los muertos generan en sus camaradas emociones ambivalentes: aflicción y orgullo, sus homenajes son hermosos y dolorosos, angustiantes y festivos, lindos y feos. Estas disyuntivas dan cuenta de cómo, la pena por las vidas perdidas, convive con el orgullo de saberlas heroicas. Así es como el culto a los caídos le permite "a la institución resignificar lo específico negativo (la muerte) del trabajo en algo positivo (el heroísmo). Para ello [...] [se irá] construyendo como buena a la (mala) muerte" (Galvani 2009 en Galvani y Mouzo 2014:109).
A través de los caídos, la institución produce y reproduce una manera de ser policía: con vocación, dispuesto a sacrificar su vida por el bienestar de la sociedad. Todas estas cuestiones generarían las condiciones para la configuración de un nosotros uniformado, honorable y sacrificable (Garriga 2016), parámetro moral a partir del cual poder medir a los otros (Hathasy 2006): una otredad abstracta, difusa, a veces definida como "civil" otras como "sociedad", que no solo no estaría expuesta a peligros, sino que le sería hostil en tanto no los reconocería como debiera.
A partir de estas representaciones y prácticas que se erigen en torno a los caídos, la voz oficial promueve la imagen de que la profesión policial es riesgosa, de que la muerte es un desenlace posible de la labor policial -lo cual no hace más que hacer del trabajo algo meritorio e incuestionable (Galvani 2016)-, de que los caídos son héroes porque han perdido la vida por el bienestar de la sociedad. Esto implica vínculos entre la institución policial y la iglesia católica, la promoción de los lazos de los policías vivos entre sí y su identificación con un nosotros heroico sacrificable en oposición a un otros difuso pero moralmente inferior.
Este artículo es solo una arista dentro del campo de reflexiones que pueden surgir en torno a la relación entre las representaciones del riesgo y la muerte y la configuración de un nosotros policial. La revisión de la antropología de la muerte podría ser profundizada, por ejemplo, desde la perspectiva del embodiment del muerto de Panizo (2011), ser combinada con estudios de antropología de las emociones. Asimismo, según dicta el "programa institucional" (Dubet 2002), los actores tienen agencia, con lo cual, si bien suelen legitimar lo que este dicta, también lo pueden discutir. En ese marco queda pendiente analizar qué otras representaciones en torno al riesgo y la muerte circulan entre los agentes policiales. Si bien el "programa institucional" propone narrativas oficiales, lo hace sobre una institución heterogénea en su interior: quizá este deber de honrar a los policías muertos se experimente de diferentes modos en policías de distintas generaciones o dependencias policiales, o haya más homogeneidad de la esperada. Este punto quedará pendiente, dentro de otros tantos, a modo de interrogante.
Leé abajo el trabajo completo La policía y sus muertos: camaradas de la Policía Federal Argentina enlazados por el deber de honrar a sus caídos de Elea Paola Maglia
Otro de sus trabajos publicados es:
De dinámicas barriales, muertes violentas y registro estadístico: una aproximación etnográfica. Maglia, Elea Paola ; Di Marco, Martín Hernán ; García Acevedo, Marina (Centro Latino-Americano de Estudos em Cultura, 2017-12)