Chile, un país que le dio la espalda al voto
El fin de semana, en medio de la segunda ola, Chile eligió a las 155 personas que se encargarán de redactar la nueva Constitución del vecino país. Sin embargo, la mitad de los habilitados para votar se resto del proceso y se convierten así en meros espectadores.
Tras las elecciones realizadas durante el fin de semana en Chile, hay ganadores y perdedores. Fueron comicios considerados históricos por varios factores como -por ejemplo- la elección de las 155 personas que van a redactar la nueva Constitución del vecino país. Sin embargo, la realidad es que un escenario en el que la mitad del padrón electoral elige no participar del proceso es preocupante, especialmente porque la falta de participación tuvo un efecto directo en lo que es la conformación de un órgano fundamental para el futuro.
No se trata de un fenómeno nuevo, en las elecciones presidenciales del 2017 la participación llegó al 46% en primera vuelta y al 49% en segunda vuelta. En el Plebiscito Constitucional del año pasado la participación llegó al 49% y el último fin de semana estuvo apenas en el 43,35%. Sólo 6.458.760 personas (de un padrón de más de 14 millones) llegaron a participar de un proceso que no es menor y que definirá el futuro del vecino país en las próximas décadas.
La pregunta que hay que hacerse, es qué pasa con el resto de las personas habilitadas para votar y que desde que el sufragio se hizo voluntario dejó de participar. En la elección presidencial del 2009, la última obligatoria, la participación fue del 87% en primera vuelta y del 86% en el balotaje. Si lo comparamos con el porcentaje del fin de semana, estamos hablando de la mitad, de casi un 50% de votantes que dejó de participar en la última década.
Claramente en Chile están desencantados con la política. Una muestra de ello fue el estallido social del 2019 que desembocó en el proceso para la nueva Constitución y la elección del fin de semana. Ese desencanto se confirmó con el porcentaje de votos que obtuvieron los independientes que lograron el 31% del total de constituyentes, 48 de los 155. El resto se lo repartieron entre las fuerzas tradicionales, con la derecha gobernante como la más golpeada.
Doy por descontado que todos los que participaron de las manifestaciones masivas del estallido, cuyas imágenes recorrieron el mundo por su masividad, estuvieron este fin de semana emitiendo su voto. La lógica indica que así fue, porque no iban a dejar de aprovechar lo que ganaron con las protestas en la calle, porque no tendría sentido. Sin embargo, la participación fue la más baja de los últimos procesos electorales.
Con ese dato, es válido preguntarse si el estallido social era tan masivo como se pensó o tenía un efecto mediático mayor al efecto real en el seno de la sociedad chilena. También cabe preguntarse qué pasa y dónde está la otra mitad del padrón que no fue a votar. No cabe duda que está desencantada con la política, pero pareciera que tampoco están interesados en la redacción de la nueva Constitución, porque directamente se restaron, porque no se manifestaron ni a favor ni en contra.
La pandemia puede tener un efecto en los números, pero antes de la llegada del covid-19 ya venía mal la relación del ciudadano trasandino con la política y con la participación. Ahora, con los resultados sobre la mesa y con una asamblea de constituyentes que tiene a conductores de televisión, artistas y un espectro amplio de profesiones (y que incluso sumó a la "Tía Pikachu", una mujer que se disfrazó del conocido personaje durante las protestas), hay más dudas que certezas respecto a lo que resultará del proceso.
En 9 meses, a partir de julio, deberán escribir la nueva Constitución y por ahora ningún bloque tiene el poder de manejar el proceso. La derecha no sumó los votos y la centro-izquierda partidaria está dividida en dos. Para poder tener mayor protagonismo deberán alcanzar acuerdos, situación que tampoco resultará fácil.
Aunque la mitad del padrón no participó no se puede decir que las elecciones no son legítimas, porque todos sabían las reglas del juego, pero lo que preocupa en Chile es que haya un porcentaje tan alto de población que se resta de los procesos y que deja de ejercer su derecho. Muchos de ellos, sin duda, vienen agotados desde el estallido, con pandemia y las restricciones, pero la inmensa mayoría de los que no fueron a sufragar es porque le dieron la espalda al voto, no lo consideran una herramienta de cambio, a pesar que es el único momento en vida en que todos están en igualdad de condiciones y tienen el mismo poder.
Ahora, con la mitad del país como mero espectador, Chile escribirá su nueva Constitución cuyo resultado incierto puede cambiar la historia y el rumbo de uno de los países que fue modelo en las últimas décadas en la región.