Formación y transformación: el impacto de la educación en la sociedad argentina

La opinión de Juan Marcelo Calabria sobre la relevancia del sistema educativo superior.

Juan Marcelo Calabria

La educación, ha sido, y siempre será, la llave maestra que abre las puertas hacia un futuro próspero y equitativo. En Argentina, este principio se manifiesta de manera contundente en nuestras universidades públicas, instituciones que no sólo forman profesionales, sino que también actúan como motores de cambio social y desarrollo sostenible, con luces y sombras, avances y retrocesos, pese a los grandes períodos de crisis económicas, la educación ha sido a lo largo de nuestra historia motor de movilidad social, incluso desde la misma fundación de nuestro país.

Aquí y en cualquier parte del mundo, la educación es el cimiento sobre el cual se construyen sociedades más justas y equitativas. A través de ella, las personas pueden superar barreras socioeconómicas, acceder a mejores oportunidades laborales y contribuir de manera significativa al progreso de sus comunidades; pero además contribuye a lograr la libertad de pensamiento y espíritu, como primer escalón para lograr luego la libertad civil y política, libertades que preocupaban y ocupaban tanto a nuestros líderes fundadores Manuel Belgrano y José Francisco de San Martín. En este sentido, la educación no sólo transforma vidas individuales, sino que también impulsa el crecimiento y la cohesión social, y forman sociedades más justas y sostenibles.

Las universidades públicas argentinas han sido y son, pese a sus carencias y necesidades de mejoras, verdaderos semilleros del presente y futuro del país. Cada estudiante que ingresa a una casa de estudios, del amplio sistema universitario, quizás uno de los más extensos de Latinoamérica, es una promesa de cambio, y cada graduado, un agente de transformación. El impacto de las universidades públicas va más allá de la formación académica. Estas instituciones son centros de innovación y desarrollo, donde se gestan soluciones a los desafíos más apremiantes de nuestra sociedad. Desde la investigación científica hasta la promoción de prácticas sociales democráticas, abiertas, sostenibles y cívicas, juegan un rol central en la construcción de mejores sociedades.

En diversas publicaciones, hemos destacado que, pese a los enormes desafíos económicos, políticos y sociales, las universidades públicas mantienen un prestigio social inigualable. Son vistas como baluartes de conocimiento y progreso, y su contribución al bienestar social y económico del país es ampliamente reconocida, quizás sin miedo a equivocarnos, podemos asegurar que es una de las pocas instituciones del país que mantiene un amplio consenso social, lo que parecería ser el objetivo o blanco por estos días. Recordemos que a lo largo de su historia desde la gesta estudiantil de la Reforma Universitaria que nació en Córdoba en Marzo de 1918, con más de 100 años de vigencia hasta nuestros días, las universidades públicas no sólo transmiten conocimientos técnicos, y forman en todas las ciencias y artes del conocimiento humano, sino también fomentan el pensamiento crítico y la resolución de problemas, y pese a todos los altibajos, la memoria colectiva de la sociedad argentina, de una u otra forma lo tiene presente.

Como toda institución en estos tiempos, es claro que deben transitar el camino de la mejora continua, actualización y adaptación para hacer frente a los complejos desafíos que presenta el mundo actual, también es claro que justamente por ese mismo prestigio y confianza social que mantienen, deben ponerse a la vanguardia de las demandas sociales y responder a las expectativa de una ciudadanía cada vez más requirente y exigente, pero sobre la base de lo mejor de su historia y tradiciones, no es incompatible, como a veces se presenta, continuidad y cambio, tradición e innovación, por el contrario los avances y mejoras se sustentan en unas y otras variables, porque el pasado cimienta el presente y el presente proyecta el futuro, y la universidad argentina es quizás el mejor escenario para ello y debe dar el ejemplo.

Y es que, como ya dijimos, cada peso invertido en la universidad pública se multiplica en impactos culturales, sociales y económicos. Es un motor que impulsa la innovación, fomenta la investigación y desarrolla tecnologías que pueden transformar instituciones enteras, públicas y privadas, y modificar la vida de comunidades a partir del impulso de sus jóvenes graduados universitarios. También es claro que cada peso invertido debe ser rendido ante la sociedad, no hay duda, muchas universidades del país fueron pioneras en programas de transparencia de la gestión universitaria, muchas los mantienen aún, e incluso impulsaron programas de Gobierno Abierto y Transparencia activa en sus comunidades, contagiando a municipios, instituciones nacionales y provinciales, mucho antes incluso de la promulgación de las leyes de acceso a información pública tanto nacional como la Ley Nº 27.275, o provincial como la Ley Nº 9070 en el caso de Mendoza.

De igual manera, como toda institución que maneja fondos públicos, las universidades deben mantener la rendición de cuentas y la transparencia activa como prácticas habituales que guíen sus acciones y actos de gobierno. Estos principios rectores son esenciales para la gestión de cualquier entidad pública y constituyen aspectos clave de un liderazgo público saludable y comprometido con la democracia y la república. La transparencia y la rendición de cuentas son pilares fundamentales del ejercicio de la función pública y condiciones necesarias para un liderazgo efectivo que genere confianza ciudadana.

Para concluir, nunca debemos perder de vista que la educación es la clave para la movilidad social y el progreso de las personas y el país. Las universidades públicas, con su prestigio y su inmenso aporte al desarrollo a lo largo de nuestra historia, son pilares fundamentales en este proceso. Invertir en educación y fortalecer nuestras universidades es invertir en el futuro de Argentina, un futuro donde la prosperidad, la equidad, la justicia social y el buen vivir sean una realidad para todos.

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