Terceras fuerzas

¿Son alternativas reales las terceras fuerzas? Pablo Gómez analiza el mensaje de las urnas para aquellos partidos que no son los tradicionales y se presentaron a la última elección.

Pablo Gómez

La distribución de los votos de la ciudadanía entre las distintas opciones electorales que se les presentan en cada elección es, creo yo, solamente el claro reflejo de lo que esos mismos votantes solicitan como alternativas. Suena tal vez difícil de comprender si es que nos hemos quedado con los parámetros del siglo XX pero la verdad es que, en la actualidad, el ida y vuelta de las redes sociales y de las encuestas previas a los cierres de lista, no permite crecer a terceras fuerzas que la sociedad realmente no necesite en ese momento histórico.

Pero para entender qué es esto de las terceras fuerzas, es importante saber que en nuestro país tenemos una primera y una segunda fuerza: dos conglomerados de agrupaciones que cada algunos años alternan su rol de gobierno, permitiéndonos ejercer nuestro legítimo rol de argentinas y argentinos, esto es, votar al otro porque el actual no nos está gustando tanto como nos gustó la última vez, cuando era oposición y sí lo votamos.

La primera de las dos fuerzas principales de Argentina nació a fines del siglo XIX, buscando que el sistema fraudulento que en esa época existía, llevara a cabo elecciones limpias, con voto secreto y obligatorio; cosa que finalmente consiguió, lo que le permitió a esa misma fuerza acceder al poder hasta que un golpe de estado los derrocó. La segunda fuerza principal del país nació alrededor de medio siglo después que la primera, pretendiendo que los excluidos de la sociedad tuvieran su parte en la repartija de la torta. Nuevamente, como en el caso anterior, fueron gobierno hasta que otro golpe de estado terminó abruptamente con los proyectos de cambio.

El derrotero de las terceras fuerzas que llegaron gracias al drama de consumidores y usuarios

De ahí en adelante (y hasta bien entrado el siglo XX) los golpes de estado, herederos de aquel partido autoritario y conservador del siglo XIX al que enfrentó la primera gran fuerza argentina, fueron intercalándose con presidentes electos por el pueblo. Pero algo hay que tener en claro: el acompañamiento popular, o al menos la falta de oposición popular, fue también una pata importante para que distintos grupos de militares fueran a lo largo de los años interrumpiendo y/o condicionando con sus planteamientos a los distintos gobiernos democráticos: en mi país al menos, nadie está libre de culpa por los gobiernos que tenemos, ni tampoco por los que podríamos haber tenido y no llegaron a buen puerto.

Y así llegamos al maravilloso y recordado 1983, año en el que volvió a Argentina, para quedarse, la alternancia partidaria y la democracia. Siempre en nuestro país han habido, además del partido de los derechos republicanos y del que nació representando a los desposeídos, terceras fuerzas que han pretendido "colarse" llevando para su molino el agua de los descontentos. En nuestra provincia, como en algunas otras también, existió además una tercera fuerza que podría decirse que, al menos en el siglo XX, era la heredera democrática del partido conservador que llevó adelante los destinos de estas tierras hasta que llegó el voto secreto y obligatorio. Pero ya entrado el actual siglo XXI, los dos partidos mayoritarios conformaron alianzas con distintos sectores, tanto por derecha como por izquierda, que les permitieron representar a casi la totalidad de la población del país: esto ha generado que las votaciones en Argentina no son ya por ideologías (lo que no sé si es bueno o malo, pero es) porque las alianzas mayoritarias tienen en sus distintos sectores internos a personas que bien pueden colocarlas más hacia un lado o hacia el otro del espectro político.

¿Y las terceras fuerzas? Ante la imposibilidad de ser alternativas reales, son de escudarse en algún reclamo legítimo pero puntual, lo que suele en algunos casos darles acceso a los órganos legislativos; pero una vez allí, como regla general actúan según los intereses y las necesidades de quien sea que esté ocupando la banca obtenida: esto no implica que sean necesariamente malos, o mezquinos en sus propuestas sino que, al haber sido electos porque proclamaban en campaña que los docentes ganan poco, que el agua es buena o que la Constitución no debe ser reformada, no han tenido más líneas para seguir en el resto de los temas que habitualmente necesitan ser legislados, siendo su buen parecer la luz que los ilumina en el camino de las votaciones a favor o en contra de los proyectos principalmente presentados por las fuerzas mayoritarias. Por supuesto, no es su culpa si un conjunto de miembros de la ciudadanía los vota aunque tan solo presenten públicamente una idea específica: una vez más, como en general ocurre en la vida y tal como reza una vieja frase, la culpa no es del chancho sino del que le da de comer.

Pero en estos últimos comicios, los resultados parecen haber marcado otro camino: contra todo pronóstico y a diferencia de lo que habitualmente ocurre en elecciones que son solo de legisladores, ha habido una gran "polarización" entre los dos partidos históricos argentinos, o mejor dicho, entre las alianzas que esos dos partidos históricos integran. La ciudadanía no ha elegido casi a ningún representante de terceras fuerzas, y retuvo para sí misma la potestad de decidir cómo quiere que voten las personas que han elegido para legislar al marcar, con la pertenencia de esas personas a alguno de los dos sectores principales, cómo es que pretende que se resuelvan los temas cotidianos del país y de Mendoza.

Las terceras fuerzas, a pesar de tener el derecho y las posibilidades de participar de la vida política del país y de la provincia, han recibido este año un mensaje más que claro de la ciudadanía: podremos quizá votarlos en el futuro, si es que demuestran ser una real alternativa. Caso contrario, el voto popular continuará (creo yo) acompañando a quienes, nos guste o no nos guste, expresan el real sentir de todas y cada una de las personas que habitamos en esta tierra.

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