Sobre Silvio, Amadeo y el Morro

Carlos Varela Álvarez y una especial nota que repasa otros amores cotidianos, como por ejemplo, los ídolos que son el motor de los deportes.

Carlos Varela Álvarez

Pertenezco a una generación que al menos pudo apreciar y disfrutar de los distintos momentos de gloria del deporte argentino.

Pude oír ante de ir a la escuela por radio desde Tokio a San Juan, la pelea de Horacio Acavallo cuando salio campeón, Perdi una apuesta orgulloso después de la pelea de Ringo Bonavena contra Muhamad Ali. Mi tío Nene tuerca como ninguno, nos llevó una ver una carrera de turismo carretera donde pasaban los hermanos Gálvez, vi la despedida de Reuteman en el autódromo de San Juan cuando se iba a su suerte en la Fórmula Uno y conocí a los entonces muy jóvenes Luis Di Palma, Cupeiro, Nasiff, Copello, Pairetti y tantos otros de la mano de ese genio cordobés el maestro Oreste Berta.

Tengo en la retina la despedida sin gente de Monzón a Italia y su bienvenida llena de gloria y con nuevos amigos y amigas.

No puedo olvidar la final de Vilas-Clerc de la Davis en Argentina y mucho menos todo lo que nos dieron desde la Sabattini a Nalbandian o el siempre épico Del Potro. O la pelea tremenda en Sudáfrica de Galindez -Kates y asi tantos otros recuerdos del deporte mundial, como aquel guerrero del viento con Cáncer que gano su medalla o el ciclista excluido que rompió los records y ni que decir de leonas y murciélagos.

Escribí cartas al equipo de mis amores y me colaba en las canchas cuando venían al interior. Era el Boca de Silvio Marzolini, Rattin, el negro Melendez (¿se le podrá decir negó ahora? no tengo la plata como Cavani para la multa) el tano Roma y tantos otros. Luego el de Gatti y me perdi el de Maradona y Brindisi, pude luego disfrutar el de Bianchi. Pero para ser justos el River de Amadeo fue maravilloso, y el medio campo de JJ López, Mostaza y Alonso con el arco de Ubaldo Matilde no se quien lo puede superar, quizás ese triángulo maravilloso de Dirceu, Zico y Sócrates del 82 o el Brasil 70 de Jairzinho, Tostao, Gerson, Ademir, Carlos Alberto y el Rey Pele, o el Ajax de Cruyff o el Barcelona de Guardiola con Iniesta, Chavi y Messi y por supuesto el Santos de Orey o el épico e irrepetible Nápoles de Maradona.

El año pasado se fueron Silvio Marzolini, Amadeo Carrizo por la puerta de atrás, nada para ellos, no hubo funerales ni desbordes sólo tibios recuerdo. También Brian Toledo el chico de la jabalina maravilloso y hasta el Cóndor de América, ese hombre íntegro, serio y hasta triste pero genial con su bicicleta. Martillo Roldán dejó de golpear para ir al patio de Nicolino a seguir haciendo sombra.

La única vez que vi al Morro, fue el año pasado en el aeropuerto, iba su equipo a Buenos Aires y ahí pude ver luego de mucho tiempo a un ídolo; morocho, fornido, imperturbable, amable, se prestó para todas las fotos, de hombres, niños, mujeres que sólo a él se acercaban. Es raro cómo esta persona uruguaya y morocho se haya asentado tanto en el corazón de la gente con tanto impacto, quizás habla un poco mejor de nosotros tan distantes y excluyentes.

Un jugador de Boca, "Guanchope" Ávila propuso el nombre del Morro para este campeonato nacional como un homenaje y que no pierda memoria.

Mi propuesta es otra, no obstante la tragedia del Morro me golpea y duele como hincha del buen futbol, como decía el maestro Galeano, que se definía como un mendigo que iba los domingos cancha por cancha pidiendo algo de belleza o como el profesor Dolina que sigue dando batalla a la redonda.

Como simple hincha propongo que el campeonato lleve el nombre de Silvio Marzolini y Amadeo Carrizo, es lo que la historia, la memoria, la unidad, el mutuo reconocimiento, sus historias de vida, sus legados, merecen y quizás desde ahí podamos explicarnos porque llegamos hasta aquí sin el Morro, que se quedó en la banca y no pudo volver.


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