"1883", serie esencial para mendocinos de paladar negro

En esta nota, las razones por las que el historiador Pablo Lacoste propone ver la serie "1883", precuela de "Yellowstone", de la que ya hizo anteriormente una analogía con el nacimiento de la Mendoza Este.

Pablo Lacoste

El mendocino de "pura cepa" no puede perderse la serie "1883", precuela de la exitosa Yellowstone. Porque refleja la épica migración de los europeos hacia las tierras incultas de América del Norte, en un proceso paralelo y simultánea al que protagonizaron nuestros inmigrantes europeos que llegaron a Mendoza Este en esa misma época: el ferrocarril llegó a este territorio en 1884; los que llegaron antes de esa fecha, durante la década de 1870, vinieron en caravanas de carretas; y después del 84, los que tenían recursos venían en tren y los otros continuaron viajando en medios tradicionales.

La serie nos ayuda a entender la intensidad de aquella experiencia. Los inmigrantes forman un colectivo nuevo, totalmente heterogéneo; hay mujeres y varones; niños, adultos y ancianos; proceden de países distintos y lejanos, con idiomas diferentes; por lo tanto, no se entienden entre sí; la mera convivencia es un desafío enorme, junto con las necesidades. Los inmigrantes se encuentran en una situación de fragilidad extrema.

Rápidamente, el espectador menduco se emociona porque comprende que esta serie está relatando, mutatis mutandis, la epopeya de sus abuelos, que realizaron exactamente en ese mismo tiempo, un viaje hacia el oeste, a través de campos incultos, parte en tren, parte en carretas, rodeados de peligro y amenazas propias de territorios donde no había Estado, ley ni seguridad.

Mendoza Este, lugar para revivir experiencias de los pioneros migrantes de 1884

Aquellos inmigrantes de los 1870, 80 y 90 no tenían casi nada; parte de las pocas pertenencias que pudieron traer en el transatlántico, las perdieron en los viajes intermedios y trasbordos de trenes y carretas. El dinero era escaso y las necesidades, enormes, sobre todo para alimentar a sus pequeños hijos; tenían el suelo por cama y el cielo estrellado por techo; los que podían, dormían en carpas y cocinaban con fuego, a llama directa. Comían lo que había disponible en el lugar; aprendieron a valorar sus plantas y animales, a los cuales agradecían por darles vida.

El lugar de recepción carecía de infraestructura adecuada en materia de salud, educación y seguridad. Los inmigrantes tenían que proveerse de esos servicios por su propia cuenta, a veces sin éxito. Muchos inmigrantes murieron en su afán de establecerse en el oeste de EEUU, por no tener agua potable, en enfrentamiento con ladrones o en accidentes al cruzar los ríos; es un paralelismo directo con los migrantes de Mendoza Este, que sufrieron penurias parecidas: basta recordar que más de 300 fallecieron por la epidemia de cólera de esos primeros años. Para nosotros, esa experiencia resulta algo lejano e invisible; pero gracias a la serie "1883" podemos aproximarnos a comprender lo que ocurrió; el impacto emocional extremo que significa para un madre- inmigrante, tener que enterrar a su pequeño hijo en una tierra nueva, que parece recibirla con hostilidad; y la forma de la comunidad para tratar de sobreponerse a la adversidad y salir adelante.

Ver la serie "1883" es una forma de recrear el esfuerzo homérico que hicieron aquellos vitimigrantes que llegaron a Mendoza hace 140 años para transformar radicalmente la realidad del territorio y convertirlo en la principal provincia vitivinícola del continente, con sus universidades y centros culturales, sus parques y carreteras bioceánicas.

¿Mendoza se olvidó de su Gran Este? Qué se puede hacer para que recupere su ímpetu

Lo interesante es que Mendoza Este ha logrado mantener buena parte del patrimonio y la identidad de aquellos migrantes. Allí está su gastronomía en hornos de barro, particularmente sus empanadas y pasteles; la cultura de la cocina con fuego, que se renueva cada año en el "Fuegódromo" de Marcelo Roncetti y Diego González en Junín; el cultivo de la viña, aunque ya no tenga rentabilidad, pero que ha generado la fuerza de cepas emblemáticas como el Bonarda, el Malbec y las criollas, resultado del trabajo silencioso y eficaz de aquellos vitimigrantes arraigados en estas tierras. La pasión de aquellos inmigrantes heroicos pervive hoy en el territorio en las propuestas de astroturismo de Rivadavia, para ver el mismo cielo que contemplaron nuestros abuelos cuando dormían a la intemperie, y en las diversas actividades de turismo rural.

El Fuegódromo de Junín. Foto: gentileza Marcelo Roncetti.

El Fuegódromo de Junín. Foto: gentileza Marcelo Roncetti.

Los vitimigrantes de Mendoza Este y sus sucesores tienen la autenticidad de un legado que se ha transmitido de generación en generación desde hace 140 años. En nuestros viticultores, fruticultores y criadores de chivos y cultores de la gastronomía ancestral, se mantiene vivo el espíritu que animó a aquellos aventureros que hace 140 cruzaron el mundo para crear la Mendoza moderna.

Cocina de verduras a fuego directo, Fuegódromo, Junín. Foto gentileza Marcelo Roncetti.

Cocina de verduras a fuego directo, Fuegódromo, Junín. Foto gentileza Marcelo Roncetti.

Actividad de Astroturismo. Foto: Gentileza Daniel Aguilera, director de Turismo de Rivadavia.

Actividad de Astroturismo. Foto: Gentileza Daniel Aguilera, director de Turismo de Rivadavia.

Foto: Gentileza Jorge Corrales, Director de Turismo de San Martín.

Foto: Gentileza Jorge Corrales, Director de Turismo de San Martín.

Esta nota habla de: