Reescribir la historia: crónica íntima de una amiga que renació

Isabel Bohorquez y una historia de reinicio.

Isabel Bohorquez

La tarde del 3 de marzo del 2019 ocurrió el accidente que cambió la vida de la protagonista de esta crónica.

Su vida, la vida de su amiga que la acompañaba en ese momento y la de todos quienes estábamos vinculados a ambas dio un vuelco. Lo sé. Estuve allí.

El accidente las dejó muy mal heridas, especialmente a ella. Estuvo internada muchos meses, sus secuelas dolorosas y profundas. Varias cirugías, un tiempo largo en silla de ruedas, gran parte de su cuerpo con quemaduras graves, tratamientos como calvarios sin fin.

Más de una noche llegó con la aflicción de que no lograría salir adelante.

Pero sobrevivió.

Y se levantó de la silla de ruedas. Paso a paso, sorteó cada obstáculo con una tenacidad como pocas veces vi en mi vida.

Perdí la cuenta de las ocasiones en que me admiré de cómo se las arregló para sobrellevar sus quemaduras, sus cicatrices y sus partes rotas...esas, las más recónditas que son las del alma.

Ella siempre fue muy cuidadosa con su aspecto físico, muy laboriosa y muy exigente. Una mujer hermosa, luchadora, inteligente, exitosa en su profesión y en su modo de guionar su vida. Sobre todo, valiente.

El accidente la puso de rodillas y de a poco, aprendió a mirar su propia vida desde otra perspectiva. Claro que no lo hizo sola, el amor y el cuidado de los suyos fue crucial. Tengo grabados los rostros de quienes la custodiaron: Ana María, José, sus hijos...todo su pequeño ejército de salvación. De todos modos, ella puso de su parte el ciento por ciento, sin desperdiciar ni una hilacha de energía.

Actualmente tiene 60 años y la veo más radiante que nunca.

Se recuperó, volvió a tener proyectos, trabajo y sueños.

Este año vendió todo, armó cuatro valijas con sus efectos personales más queridos y se fue a empezar de nuevo al otro lado del mundo.

Es de las personas con mayor talante y coraje que conozco.

Tantas veces creemos que nuestras vidas ya están escritas para siempre...

Tantas veces creemos que nuestra suerte está echada y nuestro destino fijado...

Creemos que las cosas que pasan en el país que habitamos nos condicionan al punto de labrarnos el camino...nos aturdimos con la economía, la política y los desaguisados de siempre...

Creemos que no seremos capaces o no tendremos la fuerza ni la fortuna ni el talento para volver a empezar...

Tantas veces nos tornamos tristes sombras de nuestros anhelos y nos frustramos de antemano porque nos da flojera ir a darle pelea a las desventajas y a las amenazas...

Tantas veces nos volvemos nuestro propio predicador de desgracias y nos damos por vencidos...

La vida puede ser una aventura milagrosa que debemos estar dispuestos a afrontar, inclusive con las congojas más profundas y las cicatrices más dolorosas.

¿Por qué mi amiga sobrevivió y se repuso? ¿Con qué propósito de vida?

Sabrá Dios...y mi amiga. O quizá ella aún esté construyendo sus respuestas. Lo que me parece fascinante.

Me gusta la idea de andar en obra con la propia existencia y no conformarse con un final apresurado por cuestiones como las aparentes seguridades o los planes cerrados.

Yo misma ando con mis penas más hondas a cuestas y aunque tengo preguntas sin respuesta y nostalgias eternas, aún me levanto a diario con deseos de edificar...

Me gusta la inquietud de la pregunta y la incertidumbre. Aunque también me aterre porque ya estamos grandes... qué tanto...

Me gusta ilusionarme con que todavía tengo cosas por hacer y resolver, que no saldrá todo a mi gusto, ni lejos de modo perfecto, pero que aquí estaré, velando mis fantasías y mis ganas de seguir viva hasta que mi tiempo acabe. Nunca se sabe cuándo.

Me gusta esa paciencia que te da el optimismo porque seguramente algo bueno sucederá.

La vida y la muerte son las dos caras de la misma moneda existencial, es cuestión de ir jugando las cartas como nos tocan. A grito pelado, a llanto partido, entre amores y abrazos o en la soledad de nuestra propia conciencia en el espejo.

Algún día a todos nos toca partir, pero...mientras tanto a nuestras vidas las podemos volver a reescribir una y otra vez. Levantando el traste de la silla, eso sí. La pereza del derrotismo es la piedra más grande en el camino.

Cada borrador, cada intento, cada ensayo, son parte de las aventuras que ya vivimos y que viviremos, incluso como un deja vú, vaya a saber...para volver a intentar otra vez, la mejor de las versiones.

Me encanta esa inconclusión. Me da esperanza. Dios se siente más cercano y compañero de cada historia única y personal.

Mi amiga, esa rubia bella, singular ave fénix, aventurera valerosa...en su honor escribo esta apretada crónica de su proeza y con ello, expreso también mi homenaje a ella y a todos mis queridos amigos que la siguen luchando.

Buena suerte amiguita Fénix. Lo mejor está por venir.

Feliz Día del Amigo.