Por qué Castillo sigue siendo una incógnita para Perú

Si se proyecta a priori el nuevo gobierno de Perú con Pedro Castillo como presidente a partir de su discurso de asunción, esto implica un gran esfuerzo de comprensión en torno a lo que él mismo dijo representar, lo que se acusó en torno a sus ideas en la campaña o lo que se esperaba desde la ciudadanía, el sistema de partidos políticos o los mercados.

Es que fue una mezcla de todo. En principio, sorprendió al reforzar la idea de que la economía del Perú debe seguir creciendo como lo hizo en los últimos años, sumándole el deseo de una mejor distribución de la riqueza. Eso ya deja de lado cualquier posibilidad de avanzada comunista. De hecho, Castillo mismo desmintió que vaya a realizar expropiaciones masivas, deconstruyendo la imagen de izquierdista duro que supo presentar al construirse como candidato.

Hay razones objetivas para que esto suceda. Castillo es otro, más complejo de lo esperado, y se mostró jugador del cual sistema que, en su país, es difícil de reformar. El Parlamento tiene un poder tremendo que él no puede cambiar por decreto. De allí que su primera impresión sea la de un mandatario con un surtido de facetas que recorren todo el espectro ideológico, con el que enfrentará a un Congreso que tiene en contra, mientras en segundo plano avanza con los puramente propio. Convocará a una Asamblea Constituyente que estará por encima de los poderosos parlamentarios actuales. Solo debe conseguir respaldo popular para hacerlo (y parece que hoy lo tiene).

Castillo llegó como una minoría ganadora en una larga lista de fuerzas que sacaron más o menos los mismos porcentajes de votos. Al imponerse por muy poco en el ballotage a Keiko Fujimori, su supervivencia estuvo en los acuerdos con fuerzas que se unieron con él más por rechazo a la otra candidata que por cohesión con la propuesta del ahora presidente. De allí que la clave de su gestión estará en los equipos.

En un primer plano, continuidad de la economía de mercado, con un fuerte sesgo de autoridad superficial y para la tribuna, como es su decisión de expulsar en tres días a los delincuentes extranjeros. Además, un barniz socialdemócrata al hablar de mejor distribución de la riqueza, y hasta un coqueteo con la derecha al oponerse al aborto y al matrimonio igualitario.

Con ello, Castillo aparece concitando la atención de todos los descontentos, por izquierda, derecha o centro, que son mayoría en Perú (y se indaga, en gran parte del continente). Ya verá cómo termina de armar su "ejército", el ideológico o el real, aunque ya anunció un puntapié inicial: mandar al servicio militar obligatorio a los jóvenes que no estudien ni trabajen. Solo resta saber qué y quiénes darán su formación: si terminarán siendo cuadros de un gobierno militarizado, o si como en Argentina, la idea más bien se nutre de otras intenciones, como lo fue el Servicio Cívico Voluntario de Julio Cobos y Patricia Bullrich.

Siempre es difícil comparar la realidad de otro país con la de Argentina, porque no son análogas, sino que cuentan con matices y hasta abismos diferenciales.

En definitiva, Castillo dejó a toda la sociedad y los sectores en los que se organiza, en estado de debate. Nadie pudo refutarlo por completo. Dejó más expectativas que certezas, pero no encrespó los ánimos en forma suficiente, como lo hubieran deseado sus más acérrimos opositores.

Y aunque los temores de los sectores que desprecian las ideas que representó en su empoderamiento como candidato aun no cesan, al menos los ha puesto a discutir su rosario de propuestas del primer discurso y con la expectativa de un gabinete que recién nombrará este viernes: vuelta a clases el año que viene, creación de un millón de empleos, libre ingreso a las universidades, no a las expropiaciones, Estado socio de los emprendimientos mineros...

Las palabras más mencionadas en el discurso de Castillo

El video completo de la asunción de Castillo en Perú

El discurso completo de Pedro Castillo al asumir como presidente de Perú